Siete billones de personas consumen más de 100 billones de prendas al año, muchas de las cuales ni siquiera llegan a venderse, ni a ser estrenadas y acaban en la basura o el incinerador.
Según un estudio realizado por American Apparel & Footwear Association tan solo en Estados Unidos un consumidor promedio adquiere aproximadamente ocho pares de zapatos y 68 prendas de vestir por año, dando a cada una un tiempo de vida máximo de tres meses.
Dos datos más: mientras que unas zapatillas demoran 200 años en degradarse totalmente, las prendas de poliéster pueden tardar hasta 1000 años en hacer lo propio.
La moda tiene el poder de dictaminar qué se usa y qué no, sin importar la vida útil de la prenda, ni la cantidad de usos que realmente se le dio. La “durabilidad” está demodé.
La mayoría de las prendas pasan sin más de una puesta a la acumulación o al descarte. No sorprende que, dadas las circunstancias, la industria de la moda sea la segunda más contaminante del planeta.
Bueno, en realidad la tercera desde que un nuevo estudio del Instituto de Política Agrícola y Comercial de EE UU (IA TP, por sus siglas en inglés) antepusiera las industrias cárnicas y lácteas a la del petróleo, que solía ser la primera en la lista.
Según la ONU, la industria de la moda produce el 10% de las emisiones de carbono en el mundo y el 20% de las aguas residuales y genera 92 millones de desperdicios sólidos al año.
Producir un par de pantalones puede requerir hasta 10 mil litros de agua, una cantidad mayor a lo que bebería un ser humano a lo largo de 10 años. Lo dicho: es hora de poner la sustentabilidad de moda.
Círculo virtuoso
Hay que re-pensar, re-diseñar y re-producir. Volver unos pasos para atrás, para movernos hacia adelante, hacia un futuro sustentable, inclusivo y justo. Porque pensar la moda en clave circular implica, precisamente eso: ajustar todas las aristas para que la rueda gire de modo continuo.
“En un modelo industrial tradicional, la producción es lineal. El modelo circular está pensado en cambio para que sea continuo, que no tenga un principio y un fin, sino que vuelva siempre a empezar”, explica Esteban Mantel, diseñador y responsable de Shabu Shabu, una marca de indumentaria que utiliza prendas en desuso recicladas que recién saldrá al mercado en 2020.
Las empresas circulares tienen un triple impacto: social, económico y ambiental. Estos tres puntos se vinculan constantemente, tal como aclara María Zolezzi, diseñadora y creadora de Maydi: “No podría concebir el diseño fuera de los principios de comercio justo, manteniendo una relación equitativa con el medio ambiente, y de respeto y aprecio por cada una de las personas individuales que participan en el proceso productivo".
Desde cómo se obtiene la materia prima hasta cómo el producto será desechado. En la moda circular, todo está entrelazado como la trama de un tejido.
“Hay que estar alertas a cada etapa del proceso. En Get Wild trabajamos con bambú, que si bien es un recurso ecológico y sostenible por excelencia, no basta con solo utilizarlo para plantar la bandera de la ecología, sino que ese énfasis debe integrarse en cada etapa industrial, reduciendo al máximo el uso de agua y energía para que el todo el conjunto tenga un impacto ambiental positivo”, asegura Agos, cofundadora de la marca.
En la industria del jean, además del agua y de los recursos que requiere la cosecha de algodón, se emplean tintes químicos y procesos que pueden ser altamente contaminantes. “Solo para el lavado del pantalón ya confeccionado se usa muchísima agua.
Un jean tradicional consume desde 100 y hasta 200 litros de agua. Nosotros estamos haciendo procesos que consumen un máximo de 5 litros. El secado industrial, por su parte, utiliza grandes cantidades de gas por lo que nosotros preferimos trabajar en frío y bancarnos mayores tiempos de espera.
Además no usamos sustancias como el permanganato, que no solo es tóxico para el medio ambiente sino también para quienes lo manipulan. Tratamos de que los procesos artificiales sean los mínimos posibles.
Pero hasta el hilo con el que se cose el jean es un problema porque en general no se usa otro que no sea de poliéster”, explica Mantel.
Utilizar materia prima natural, orgánica y ecológica como hace Get Wild o reciclar viejas prendas para convertirlas nuevamente en tejido como plantea Shabu Shabu no son los únicos modos de entrar en este circuito circular.
The 2 Hand Project, de Rocío Luz Arredondo, busca reinsertar aquellas prendas descartadas a través del rediseño de las mismas: “Buscamos promover la elección de una prenda que ya existe en el planeta, en vez de seguir contribuyendo a un mayor consumo de nuestros recursos naturales finitos”, aclara la diseñadora.
En los cortes de grandes tizadas, el descarte de material suele ser excesivo por lo que hacerse cargo de eso también es un camino a la circularidad.
“En Fuego Negro, trabajamos bajo una política de descarte cero en el cual todos los sobrantes de producción son reformados como nuevas prendas o complementos del vestir”, comenta Candelaria Metz Brea, creadora de la marca.
Reducir, reusar, reciclar
La reducción no sólo atañe a los recursos utilizados en la manufactura sino también al tiempo de recompra, para lo cual es vital incentivar el uso frecuente y el reciclado de prendas.
Agustina Ricaldoni, creadora de N°52, indica que desde el inicio su marca se sumó a la tendencia slow fashion “Siempre propusimos a nuestras seguidoras reducir su consumo, meditando mucho cada decisión de compra.
Esta filosofía propone además elegir materiales nobles que son biodegradables y durables para justamente seguir reduciendo el ciclo de recompra.
Con la marca fuimos creciendo mucho en ese sentido: antes usábamos cuero y cambiamos por completo a textil de ananá y corcho que tienen las mismas características pero en versión ecológica y libre de crueldad”.
En Basilotta, por su parte, comenzaron a incluir líneas enteras amigables con el medio ambiente, como Fracking, que recupera las bolsas plásticas contenedoras de arena que comúnmente son descartadas en Vaca Muerta.
La fundadora y creadora de la marca, Ornella Basilotta, asegura: “Es un nuevo paradigma de producción y de hecho esa materia prima se transformó en la principal de nuestra marca. No es algo temporal o esporádico.
Sin ir más lejos, para la línea de ropa que presentamos en paralelo, Upcycling, utilizamos solo telas que teníamos en stock y prendas que teníamos en desuso. El camino es ese, buscamos convertirnos en una marca 100% sustentable”.
En LEAF Social destacan la gran calidad de los materiales reciclados que utilizan en sus productos, incluso frente a los insumos nuevos y convencionales: “Tienen mayor resistencia (al peso y a la fricción) y una mayor durabilidad porque fueron pensados con otro objetivo: precisamente el de durar.
La marca, además, incentiva al consumidor a devolverles el producto una vez que deseen descartarlo a cambio de un descuento para una nueva compra. “La idea es poder contar con ese producto para volver a reciclarlo y reinsertarlo una vez más en el mercado. Y así que la rueda, el círculo, siga girando…”, cierra.
at Mariela Raffaelli
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