Jonathan Anderson impone un nuevo rumbo en Dior y arrasa en París

Con Johnny Depp, Carla Bruni, Rick Owens, Brigitte Macron y Bernard Arnault en primera fila, las expectativas no eran solo reinventar Dior, sino reinventar la moda en sí misma. No existe mayor presión que hacerlo en una casa donde el propio Christian Dior sentó las bases de la historia en 1947 con el New Look. Ya vimos a Raf Simons derramar lágrimas antes de presentar su trabajo en su (efímero) paso por Dior, y a Galliano caer del podio por antisemitismo. La responsabilidad es inmensa, y el sello de su antecesora, Maria Grazia Chiuri, queda como un legado icónico atesorado en el guardarropa de sus clientas más fieles durante casi una década.

Parte de la apuesta por Anderson se explica por su trayectoria en Loewe, la joya española de LVMH, donde convirtió al bolso Puzzle en un fenómeno global, con récords de venta y un nuevo estatus para la firma. Con ese antecedente, la expectativa ahora es que logre darle a Dior un accesorio de cuero icónico que conquiste el mercado, un hito que la maison no alcanza desde los históricos Lady Dior y Saddle de hace más de veinte años.

Ovacionado de pie, el recorrido de Anderson fue tan audaz como sofisticado. El diario The Guardian tituló: “Jonathan Anderson va a la yugular en la Semana de la Moda de París”. Un viaje al pasado que recuperó los códigos de la historia, transcritos para un mundo que necesita más humor y romanticismo. Anderson evocó la arquitectura de Ferré con morfologías voluminosas, el dramatismo de Galliano con encajes y sombreros coloniales, mientras borró por completo la logomania que había catapultado la era de Chiuri con su grotesco “Miss Dior”.

Mientras la industria del lujo enfrenta una fuerte caída en el consumo, el diseñador de 41 años soportó la presión y fue por todo. Su jugada más transgresora fue desplazar la silueta “reloj de arena” que históricamente definió a la mujer Dior: bajó la cintura unos cuantos centímetros y llevó el foco a las caderas. Redefinió la icónica chaqueta Dior, que ahora se acorta por delante y se airea por detrás.

Sus puntos fuertes

El protagonismo de las faldas, desde arquitecturas volumétricas hasta la mini de jean estilo Gen Z. Moños y lazos en todas partes y de todas formas. El sentido del humor surrealista en los accesorios: zapatos con orejas de conejo, sombreros que remiten a la saga Piratas del Caribe y vestidos de encaje con alas de mariposa en la espalda. Las capas en tejidos de punto o plisadas de seda cerradas al cuello con romanticismo fueron el toque aristocrático que merece una casa con historia como Dior.

En palabras de Anderson: “Dior nació de la guerra. Surgió del trauma. Fue Francia diciendo: ‘Estamos de vuelta’. Y ahora vivimos en un momento extraño, en el que sentimos que no tenemos control sobre la política ni los políticos, así que nos volcamos en otras cosas, como la moda y las celebridades.”
 

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