Desde que tiene uso de razón, esta figura de la moda se considera una fanática empedernida del diseño. De pequeña, María pasaba sus horas libres buscando ropa en los percheros de las calles porteñas, al reconocerla las vendedoras le alertaban: “¡Todavía estás muy chica para que te quede esto!”.
A los 26 años optó por hacer de su hobby, una carrera. Se preparó en la Central Saint Martins, una de las universidades más prestigiosas del mundo y volvió desde Londres a su lugar de origen para fundar su firma.
-¿Dónde nació tu pasión por la moda?
-Nació cuando era muy chiquita, siempre fui excéntrica a la hora de vestirme, tenía mi propio estilo y lograba diferenciarme. Hay ciertas cosas de esa actitud que todavía me acompañan y hoy pueden reflejarse de alguna manera en mis diseños.
-¿Qué creíste que le faltaba a la mujer argentina que pudieras darle?
-Sentía que había un lugar para poder crear algo de diseño de autor con un estilo donde converjan lo femenino y lo masculino, lo volátil. Las telas que uso desde siempre tienen que ver con mi recorrido en la danza y logré fusionarlas con el tailoring y todo lo victoriano con lo que venía impregnada de Europa. Paralelamente, siempre hubo algo muy transversal a mi propia estética, el rock de los 80s. Fusionar estas inspiraciones fueron el punto clave.
-¿Cómo nace la marca?
-Cuando estaba por entrar a la Universidad en Londres decidí volverme y arrancar. Soy una persona de acción, así que me animé a hacerlo. En esa época, estaba de novia con mi marido actual, Gabriel Brener, que venía de un recorrido más profesional en el rubro, así que desde afuera me asesoraba. Me solía decir ´Uf, en la que te estas metiendo´ pero contra todo pronóstico abrimos el primer local en septiembre del 2001, dos días después de que se cayeran las Torres Gemelas y con el corralito de por medio. Fue todo un desafío.
-¿Siempre quisiste fundar la marca en Argentina o te hubiera gustado arrancar en Europa?
-En ese momento necesité volver por un tema personal y ahí me di cuenta de que quería quedarme. Quería vivir en la Argentina. Al principio fue duro, pero después confirmé mi decisión cuando hubo un boom del diseño argentino.
-Las firmas tuvieron que reinventarse para sobrellevar la crisis… esa fue la cuna del diseño de autor.
-Así es, mi marido viene de esa camada y de alguna manera me ayudó como novio en la gestación del proyecto. Yo recién empezaba a pensar cómo esto podía llegar a ser un negocio y ahí estaba él para darle forma. Quería crear una firma de diseño de autor pero también quería crecer, así que manejé la empresa durante los primeros 5 años y luego él se sumó formalmente. Hoy soy la directora creativa y Gabriel maneja el área de negocios.
-¿Qué fibra te toca ser una de las marcas que entiende por completo el idioma de la mujer argentina?
-Me enorgullece mucho, siento que esto se armó con un gran equipo que pone mucho esfuerzo, amor y dedicación. Es gente que le pone el alma a su trabajo. Comprender el idioma de nuestras usuarias siempre fue mi gran desafío, en lo que refiere a no perder mi propio ADN como diseñadora; y ese es el equilibrio que me hace estar permanentemente en juego con tener más locales y abrir en diferentes países, buscar a esa mujer que lleva como emblema nuestro estilo.
-Además, hablando sobre el desembarco en el hemisferio norte, ¿esto implicó un renacer como marca?
-Sin dudas, arrancamos esta etapa después de 20 años de la compañía. En septiembre del año pasado estábamos vendiendo por mayor en Estados Unidos y en noviembre ya habíamos lanzado nuestro primer local en Nueva York. Te diría que sucedió casi de una manera cósmica.
-¿Como te sentís empezando de cero y estando de “visitante”?
-Me encanta. A mi edad empezar de nuevo y tener que explorar nuevas formas de pensar para otro mercado es muy motivador. Es un riesgo que estoy disfrutando tener y creo que nos juega a favor diferenciarnos con estampas diseñadas por artistas, la influencia europea y lo que tiene que ver con el rock desde una mirada argentina. A la mujer norteamericana le resulta muy interesante nuestra paleta de color latina que incorpora tejidos autóctonos resignificados desde la modernidad.
-¿Qué te hace seguir apostando en Argentina siendo que ya comprobaste tu éxito en el exterior?
-Creo que siempre hay oportunidades en los momentos de crisis, amo lo que hago y más allá de ser una empresa, es mi forma de vida. Apuesto a seguir dando trabajo y a nutrir de formación a esta familia. Siento que de esta manera puedo preservar la esencia de la marca y devolverle algo al país que la vio nacer.
-Por último, ¿qué aprendizaje te llevas de esta pasión y tu trabajo?
-Aprendí a sentir y valorar el apoyo que recibo. Tengo tanta gente trabajando conmigo que me dio la mano muy fuerte cuando decidimos exportar, sabiendo que eso implicaba mucho esfuerzo y noches sin dormir; ese compromiso como equipo me permitió mirar el vaso más lleno que vacío y es la cuestión humana que me parece importante llevar dentro al final del día.
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