Hija de Grace Kelly y Rainiero III, Carolina de Mónaco heredó más que un título nobiliario: encarna la elegancia con la misma naturalidad con la que respira. Desde su juventud en los años 70, la princesa ha sido fotografiada por los principales medios de moda, siendo habitual en los desfiles de Chanel, Dior y Valentino. En un mundo de ostentación y flashes, ella siempre apostó por la sobriedad chic, el lujo silencioso y la sofisticación sin esfuerzo.

Looks que marcaron una época
Durante las décadas del 70 y 80, Carolina de Mónaco alternaba entre la bohemia aristocrática y el glamour de la jet set europea. Se la vio luciendo vestidos fluidos, trajes sastre a medida, blusas con lazo al cuello y pantalones palazzo, marcando una estética que aún hoy se emula. En los 90, se consolidó como musa de Karl Lagerfeld, quien supo interpretar su estilo en clave Chanel: tweed, perlas, trajes escoceses y sombreros perfectos.
En cada aparición pública, Carolina deslumbra sin estridencias. Ya sea en la Gala de la Cruz Roja de Mónaco, en eventos ecuestres o en las escalinatas del Festival de Cannes, nunca cae en lo obvio ni sigue tendencias efímeras. Su estilo es puro legado europeo: clásico, distinguido y absolutamente propio.

La mujer que desafía al tiempo
A sus 67 años, Carolina sigue imponiendo presencia con una elegancia que parece haber desafiado las décadas. Su cabello corto, su postura impecable y su preferencia por siluetas definidas y colores neutros refuerzan su impronta. En sus apariciones más recientes, opta por vestidos midi de inspiración vintage, trajes sobrios y joyas discretas que elevan cualquier look.
Hoy sigue siendo parte activa de la vida institucional del Principado, pero también conserva su perfil reservado. A diferencia de muchas figuras públicas de su generación, nunca necesitó reinventarse: Carolina permanece fiel a su esencia, y eso es, precisamente, lo que la convierte en un ícono eterno.

Conclusión: la atemporalidad como marca registrada
Carolina de Mónaco no busca ser tendencia, pero su figura trasciende el tiempo. Su estilo sobrio, elegante y sin artificios es una lección de coherencia estética. En un mundo donde lo efímero domina, su constancia y buen gusto son una inspiración indiscutida. La princesa no sigue la moda: la interpreta, la trasciende y, muchas veces, la define.
at redacción Marie Claire
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