Cóndor andino: descubrí el proyecto que preserva a una de las especies más importantes de nuestro ecosistema

Es como perder las nieves eternas de la cordillera”. Esto dice Luis Jácome cuando se le consulta qué lo motivó a dedicarse a la preservación del cóndor andino. “La especie estaba desapareciendo. En el año 1991 en Ecuador quedaban solo 25 animales, en Colombia no más de 50 y en la costa atlántica argentina ya no había ninguno. No podía dejar que eso suceda”, explica el biólogo que está al frente del Proyecto de Conservación del Cóndor Andino y quien en 1996 ganó el Premio Rolex a la Iniciativa.

El programa -fundado por Jácome y quien lo preside- tiene tres pilares fundamentales: la reproducción en cautiverio del cóndor andino, el rescate y, por último, la rehabilitación de la especie. “¡Tenemos récord a nivel mundial! Hasta el día de hoy nacieron 81 pichones de cóndor andino en cautiverio y el 100 por ciento de los huevos de las parejas cautivas se convirtió en un animal liberado. También ya participamos de la liberación de 440 cóndores a lo largo de las 14 provincias andinas”, cuenta orgulloso. La iniciativa tiene cuatro centros de rescate en todo el país: en el Ecoparque de Buenos Aires, en Bioparque Temaikén, en SOS Acción Salvaje y Fundación Cullunche en Mendoza. “Para la liberación tenemos dos técnicas: una con cóndores con experiencia de vuelo, que van en caja de transporte y se echan a volar, ellos ya saben todo, adónde ir y qué rol cumplir en su habitat; y los ejemplares sin experiencia de vuelo, criados en cautiverio (con títeres de látex) y muchas veces los que se rescatan siendo pichoncitos, solo se liberan en la costa atlántica de Patagonia, en la Sierra del Pailemán. Se sueltan en grupo y necesitan asistencia de 4 meses para aprender a volar y un año para ser totalmente independientes”, detalla. 

“El cóndor es un animal sagrado. Las culturasoriginarias  siempre participan de nuestras ceremonias de rescate y de liberación”

Por la biodiversidad

Según explica Luis Jácome, el cóndor andino cumple un rol súper importante ecológico como ave carroñera, porque ayuda a limpiar el ambiente de focos de infección, ya que pueden abrir con su pico el cuero de animales muy grandes, este procedimiento permite el trabajo de otras aves más pequeñas en otros focos importantes. “A su vez tiene un rol cultural para nuestros pueblos originarios como los mapuches, aymaras y diaguitas. El cóndor es un animal sagrado para ellos. Entonces esta dualidad que presenta el animal nos permitió darle a lo que hacemos un carácter más ancestral. Las culturas originarias  siempre participan de nuestras ceremonias de rescate y de liberación”, explica el laureado por Rolex. Para ser elegido para estos premios, se requiere un proyecto visionario original que pueda beneficiar a la humanidad o al planeta, así como habilidades y determinación para ponerlo en marcha. Las iniciativas que reciben se centran en el medio ambiente, la ciencia y la salud, la tecnología aplicada, el patrimonio cultural y la exploración. En cada edición bienal se eligen a cinco Laureados. Cada uno, recibe financiación para poder continuar con su proyecto y se convierte en miembro de la red de Laureados Rolex, muchos de los cuales colaboran entre sí. “Este reconocimiento internacional fue una experiencia única. Por un lado recibí y sigo recibiendo fondos para comprar equipamiento, por el otro, nos dio respaldo y credibilidad y me conectó con gente que hace a nivel mundial cosas maravillosas”, comenta Jácome, que suma que el trabajo que llevan a cabo es “en manada”, ya que los voluntarios, el personal del Ecoparque, Gendarmería, Aerolíneas Argentinas y Parques Nacionales son solo algunos de los actores que hacen posible su proyecto. 

“Justamente del cóndor aprendí a trabajar en equipo. El bicho abre sus alas de casi 3 metros de cada lado y notás que usa cada una de sus plumas, aunque sean diferentes. Así al verlo en acción aprendimos que cada uno de nosotros somos como una pluma, que con nuestras diferencias sumamos a un objetivo común. Para finalizar Jácome apunta que además trabajan en la extinción del cóndor. El envenenamiento por balas de plomo y el cebo tóxico son las principales amenazas de la especie. “Este último año tuvimos 170 cóndores muertos, por la población que hay es un número enorme”, recalca y sentencia pensando en un futuro próximo: “Ojalá cada vez se sumen más organizaciones y voluntarios a nuestro proyecto. En lo personal, espero seguir sumando plumitas a este esfuerzo de conservación”.