En estos tiempos de encierros solitarios, en los cuales buscamos espacio, amor y libertad, la poesía tiene un mega poder.
¿Cuántas veces te has encontrado a vos misma en medio de un silencio lleno de ruido? ¿O de una ciudad que te asfixiaba en su grandeza? Casi como que la velocidad nos ahogaba, nos arrojaba a un silencio que nos aterrorizaba, y ahora, por fin, nos estamos escuchando.
Parece que, al no poder ir hacia afuera, estamos recuperando nuestra capacidad de ir, casi como por default, hacia adentro. Así, vamos en búsqueda de escondites secretos, ubicados entre los pliegues de la mente, el corazón y la piel.
Volvemos a la vida básica, a la pausa, a las conexiones importantes, algunos hasta estamos culpablemente felices, nos hemos vuelto más agradecidos, hemos vuelto a sentir.
Ese sentimiento que hoy nos envuelve se acompaña de sus sombras, porque claramente ya cambiamos, cambió todo. La pobreza que se nos viene es inimaginable, la salud de todos está amenazada y la nueva normalidad no solo no es poca cosa, sino que es incierta y la incertidumbre por lo general es pésima compañía.
Pero “esto” ya estaba pasando, ya sentíamos esta ola, ya la audiencia buscaba realidad, una que no represente siete ediciones de la verdad. Una auténtica, en blanco y negro, una que permita estar bien y estar mal para luego poder estar mejor. Así nos agarró la pandemia, y en medio del caos, algunas semillas solo florecen más.
En este intento de sobrevivencia, en el cual nos estamos transformando como seres humanos y como sociedad, la poesía se nos presenta como una herramienta real, que nos permite crear distancias y cercanías imaginarias, diseñar jardines interiores y emprender viajes efímeros. Nos permite besar, llorar, abrazar y nos permite sentir juntos, aunque estemos separados.
Ese es el poder de un puñado de palabras fuertemente entrelazadas, por ejemplo, en un poema de amor. Pareciera pues, que al no podernos tocar, estamos aprendiendo a amar nuevamente, hacemos y deshacemos el amor entre palabras, latidos y papel.
La poesía en redes te permite hoy “besar” con un “click”, “sentir” con un “like” y “abrazar” con un “share”. No hemos reemplazado los besos y mucho menos los abrazos, hemos tenido que desaprender, para luego aprender que hay otras formas menos básicas de amar.
Así, fluimos en un universo al encuentro de escritos intensos, que gracias a la tecnología están al alcance del mundo, textos que sentimos tan propios que bien podrían haber sido el relato de nuestra propia historia.
Esa es sin duda la belleza de este arte, una vez que lo sueltas no es tuyo nunca más, una vez que lo sueltas es de todos y no es de nadie, es de la humanidad. Una humanidad que se siente viva ante el aislamiento social, ante la amenaza de la muerte y hasta de la muerte en soledad.
La poesía (en alianza con la tecnología), parece estar hoy al rescate de la humanidad. Soy testigo de una comunidad unida por la palabra, una con un código común, algunas personas incluso nunca antes supieron que gustaban de estas artes, lo han descubierto luego de que la tecnología las ha estrellado contra ellas muchas veces por accidente, y así han llorado y han reído, se han dado cuenta que se han sentido vivas.
Nacen entonces oportunidades de encuentros cada día de este encierro (o de tu propio encierro que no sé cuando empezó) que con certeza se prolongarán en el tiempo. Seremos amigos post pandemia, eso sin duda.
Yo en lo personal voy al encuentro ya desde algún tiempo, de la delicada crudeza de Elvira Sastre (@Elvirasastre), de la intensidad existencialista de Sara Bueno (@Sarabuho), de la humilde genialidad de Benjamín Prado (@benjaminprado), de la suavidad divina de Andrea Valbuena (@algunaandrea), del romanticismo de Ale Pastore (@memoriasyverso) y en otras ocasiones me re encuentro con mis clásicos, los que no saben que son mis mentores (y que están siendo compartidos justamente en redes por los nuevos), como Piedad Bonett, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Alejandra Pizarnik, entre otros.
Tenemos hoy masivamente un arma al servicio de nuestra fibra más íntima, una forma de salvarnos en alguna medida de nuestros sentimientos de ansiedad, frustración y soledad.
Una forma de gritar al universo nuestro amor, tocándonos menos y queriéndonos mas.
at Danna Clark
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