En los noventa Martín Weber inició un taller de fotografía con Horacio Coppola y su mayor búsqueda era generar una acción que tenga que ver con “devolver la palabra” a las personas dentro de una imagen.
Así fue como Weber decidió viajar por Latinoamérica de 1992 a 2013, retratando -en blanco y negro- historias y habitantes de países como Argentina, Perú, Nicaragua, Cuba, Brasil, Colombia, Guatemala y México.
La consigna para fotografiarlos en el camino era simple: que las personas escriban un deseo en una pizarra de madera. Así nació Mapa de sueños latinoamericanos, el libro, que fue publicado en 2018 y que hoy está disponible distintas librerías.
Años después, el artista decidió volver a los mismos lugares para buscar a los personajes de aquellas fotos, pero esta vez con la intención de filmarlos.
Las historias son variadas, pero todas tienen en común el dolor, la esperanza eterna o la resignación. “Es una invitación a comprender y visualizar el contexto y condiciones que limitan el horizonte de nuestras vidas en nuestro continente. Sólo podemos cambiar nuestro destino si nos permitimos imaginar uno diferente del que hemos recibido”, expresó su director.
Para Martín Weber su proyecto genera más preguntas que respuestas. Los problemas políticos, económicos y sociales siguen siendo temas de discusión en cada país hasta el hartazgo.
Weber nunca prometió volver, ni siquiera pensó que eso podía llegar a ser posible debido al costo de cada uno de esos viajes, pero la mayoría de aquellas personas recordaron el rostro del fotógrafo al verlo nuevamente. Las fotos llenaron de lágrimas los ojos de los personajes al rememorar ese pasado, no tan lejano.
Mapa de sueños latinoamericanos, la película, deja que el espectador saque sus propias conclusiones. La realidad está explícita, las voces y realidades son crudas, pero lo más lindo de este proyecto es que se gestó de manera colectiva y además tuvo un tiempo de maduración apropiado.
El documental ganó diversos premios en Francia, Estados Unidos, Guatemala y tuvo una Mención Honorífica en Brasilia International Film Festival en 2020. Ahora se lo puede disfrutar en pantalla grande, todos los jueves y sábados de julio en Malba por un valor más que accesible: $200.
El aforo es del 30 por ciento, así que es recomendable sacarlas con tiempo, en la web del museo.
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