Revolucionó la moda para siempre.
Junto a Pierre Bergé, su intermitente relación durante 50 años y fundador de la marca de las 3 iniciales, formaron la pareja gay más celebre de la alta costura desde los años 60. Y también la más peligrosa. Crearon de manera simbiótica un imperio tan fuerte como débil supo ser su relación. Fue justamente Bergé quien dijo: Chanel liberó a las mujeres del corset pero Saint Laurent les dio poder. Un poder que llegaba desde la seguridad de sus diseños. En 1958 la colección Trapeze marcó su debut como sucesor de Christian Dior cuando apenas tenía 21 y, bajo su propia firma en 1966, presentó el smoking como uniforme femenino de rebeldía y androginia. Las transparencias fueron para reafirmar la igualdad entre ambos sexos. A través de sus diseños hizo mucho por la liberación femenina y se escondió detrás de sus creaciones para potenciar la belleza de las mujeres.
No todo lo que brilla es oro
Su vida personal estuvo volcada a la auto destrucción. La soledad y el dolor eran un movimiento pendular, por un lado les temía y por el otro sabía que eran necesarios para encontrar el placer sublime de la creación. Se dejaba provocar. Puertas adentro, muchas veces la melancolía era su carísima robe de chambre que lo abrigaba y destruía. “He estado nervioso toda mi vida. Puede que algún día tenga que parar debido a esta angustia que me impide vivir” dijo a la revista Paris Match.
Yves Saint Laurent tenía la vida partida. Era la cara visible, el diseñador, la figura pública exitosa y tímida, el creador de piezas revolucionarias que cambiaron la manera de vestir de las mujeres del siglo pasado. Fue también el alma de las fiestas, las reuniones sociales con sus amigas que brillaban y lo hacían brillar en las noches de Paris cuando en los años 70 todo era champaña, risas y smokings abrazado a los rulos bohemios de Loulou de la Falaise y la melena lacia platinada de Betty Catroux, sus amigas, sus musas. De la vereda de enfrente, cerquita nomás, estaba el anfitrión de excesos y lujurias sin frenos, el hombre salvaje y sediento que se sofocaba entre los brazos de su amante favorito. Era egoísta para con él mismo, toda la energía la ponía en su vida laboral provocando un egoísmo poco avaro en términos de auto flagelación. Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, y un señor frágil y también un señor endiablado que se escondía detrás de sus anteojos de pasta.
L´amour fou
Los escándalos amorosos se multiplicaron siempre. “El niño bueno, le Petit Prince como lo llamaba la prensa en sus días en Dior, de noche se convertía en el chico malo que buscaba relaciones carnales con prostitutos árabes bajo los puentes de París” cuenta la periodista Marie-Dominique Lelievre en el libro Saint Laurent, Mauvais garçon (Saint Laurent, chico malo). En los 70, en plena época dorada nocturna parisina, el dandy Jacques de Bascher fue el amorío más conocido y escandaloso de Saint Laurent. Y el culpable de llevarlo a los infiernos desde donde cada vez le costaba más volver. Durante 3 años los unió una sexualidad desbocada llena de drogas envueltos en un autodestructivo romance. De Bascher también tenía relaciones con Karl Lagerfeld quien lo tachó de salvaje, chic y divertido en partes iguales. “Para mi era divino, para los demás era diabólico” le confesó oportunamente a una periodista española el ex diseñador de Chanel.
Fabrice Thomas, quien en 1984 y con 24 años, empezó a trabajar como el chico de los mandados en la maison, se convirtió en su chofer. Era el encargado de llevarlo de juerga por las noches y traerlo de vuelta cargado en la espalda porque no estaba en buen estado. Fueron amantes hasta 1992. Además fue acusado por Bergé de haber robado 300 dibujos de desnudos masculinos entre los que se encontraban personalidades famosas del momento realizados por el propio Saint Laurent. En una entrevista Thomas reconoció que muchos años antes su padre fue amante de Bergé y de YSL en un trio.
Muchos dicen que el comienzo del fin de YSL es en 1960 cuando tuvo que ir a la guerra a pelear por su Argelia natal donde la mayor parte del tiempo estuvo sedado en una clínica psiquiatrica. A partir de ese momento el menú de sus adicciones era un compendio de drogas, alcohol, ansiolíticos y todo lo necesario para calmar sus neurosis: su miedo eterno al mundo, a la vida cotidiana, al aburrimiento de lo mediocre. El 7 de enero de 2002, en su discurso de despedida de la moda, dijo: pasé por mucha angustia, muchos infiernos. He conocido el miedo a la soledad. Los falsos amigos son tranquilizantes y narcóticos que son la prisión de la depresión”. Yves Henri Donat Mathieu-Saint-Laurentlo tuvo todo y le faltó el placer de la vida.
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