Carla Contarini, licenciada en Publicidad, siempre estuvo atravesada por su amor al diseño y a las distintas expresiones artísticas. Después de trabajar varios años en importantes marcas de moda, llegó el momento de replantearse hacia dónde quería encaminar su energía creativa. Agostina Medina se recibió de abogada a los 23 años y durante más de una década construyó una carrera sólida en la justicia. Madre de tres hijos, le iba muy bien, pero algo en su versión de entonces ya no la representaba. La moda siempre había sido un espacio de disfrute, un lugar íntimo donde aconsejar a sus amigas.
Esa afinidad, hasta entonces lateral, empezó a reclamar un lugar propio. Una amiga en común las presentó y les sugirió que tomaran un café. Dos trayectorias, dos tiempos de vida, dos mujeres en momentos bisagra. Carla buscaba una socia para dar forma a un proyecto propio; Agostina necesitaba salir de su profesión y reinventarse. Lo que comenzó como sociedad se volvió amistad, y lo que parecía una alianza improbable se transformó en hermandad. De ese cruce nació Gilhaus, una marca de autor que produce con el ritmo de lo artesanal y la mirada puesta en el detalle. Su showroom es más que un espacio de moda: cuadros y piezas escultóricas lo convierten en un refugio de otra temporalidad. En Gilhaus, el tiempo corre distinto. Como ellas, que aprendieron a sostenerse, admirarse y crecer desde la diferencia.
-Gilhaus nació en un café… ¿cómo ese encuentro se convirtió en la creación de una marca con valores tan sólidos?
C: Desde chiquita tuve amor por las cosas del pasado. Gilhaus iba a ser el nombre de algo que yo hiciera; es el apellido de mi abuela materna y siempre me llamó la atención. Mi mamá, que atesora todo de sus antepasados, una vez me mostró una camisa de su abuelo que estaba impecable, con el sello de sus iniciales bordadas. Y pensé: con esto quiero hacer algo. Quería crear prendas que perduren en el tiempo, como piezas de arte, capaces de ser disfrutadas por generaciones. A: Cuando conocí la historia detrás del significado de Gilhaus, todo cobró sentido en ese ir de atrás hacia adelante, viendo lo transversal de la idea. Pensamos en una marca que acompañe a nuestras clientas en todas las etapas de la vida, para que una abuela y su nieta puedan usar la misma prenda. Confié en Carla desde el primer momento: sabía lo que estaba haciendo y coincidíamos en la visión de lo que queríamos lograr. Después vino la etapa de cómo materializarlo.
-Ustedes producen colecciones cápsula. ¿Cómo nació y se materializó el Drop 00?
A: La primera cápsula se llamó La Buena Vida, un nombre que refleja nuestra gran pulsión por hacer las cosas que realmente deseábamos y que así se viva la marca, pero fue todo un desafío. Sabíamos qué queríamos lograr, pero explicarles a los talleres que en un saco solo un ojal fuera en color rojo y del lado opuesto a la etiqueta externa, produciendo en cantidades mínimas, era complicado. ‘¿Qué venden chicas?’, nos preguntaban. Nos decían que no nos iban a dar los costos, que era inviable. Fue aprender un nuevo lenguaje: el de los talleres y sus tiempos, donde buscábamos equilibrar hacer que sea posible sin ceder en detrimento de la calidad. C: Cada prenda debía reflejar lo que hace a un Gilhaus. Nos conocimos en febrero y trabajamos durante todo el año. Finalmente, el 22 de diciembre de 2022 lanzamos la cápsula. No teníamos lugar y apenas 20 seguidores en Instagram, así que organizamos un Open House. Ver el perchero armado fue emocionante, y la respuesta de la gente, después de tantos obstáculos, fue increíble.
-¿Y qué tiene que tener una pieza para ser una auténtica Gilhaus?
C: Nuestro lema es “Classic, not basic”. Siempre estamos en la búsqueda del diferencial en el diseño de cada clásico: buen corte, géneros nobles, y una propuesta creativa coherente, donde la calidad de excelencia y el detalle son el común denominador. Es un universo que comienza en el indumento, pero también se proyecta en la forma de consumo y en cómo elegís habitar tus espacios. A: Nosotras trabajamos a otro ritmo, y si no estás enfocada, te da vértigo, porque en general las marcas producen bajo un sistema más acelerado. Gran parte de nuestro crecimiento viene del boca a boca. La gente valora que produzcamos menos, con tejidos y diseños exclusivos, donde todo está cuidadosamente pensado.
-¿Cómo decidieron producir de forma más lenta y, al mismo tiempo, equilibrar esa elección con la escalabilidad del proyecto?
C: Cada cápsula tiene entre 15 y 20 artículos, y de cada uno hacemos apenas 10 prendas. Cada Gilhaus es única y numerada; incluso realizamos piezas a medida. La sastrería es el hilo rector de la colección, como la camisa Bisa, la primera prenda en honor a mi bisabuelo. Algunas piezas se venden todo el año, pero cada drop funciona de manera independiente. Todas las prendas incluyen una etiqueta interna para que la persona escriba su nombre y se apropie de su diseño. A: Al principio parece que nada tiene que ver con nada, y de repente todo empieza a cobrar sentido. Hay algo muy intuitivo que recién se revela cuando la cápsula está finalizada. La incertidumbre hay que transitarla. A mí muchas veces me agarra la ansiedad y el miedo de pensar: ‘¿esto funciona, es escalable?’. Pero después aparece algo que valida enseguida el camino. Y ahí también nos agarra el síndrome del impostor.
-Ese famoso síndrome del impostor que tantas veces nos aparece, sobre todo a las mujeres… ¿cómo lo atraviesan ustedes?
A: Una vez, yendo en el auto, uno de mis hijos me preguntó: ‘Mamá, ¿y ahora qué digo, que sos abogada o diseñadora?’ (se ríe). Yo entré con menos inseguridad, porque como no era mi mundo, todo me sorprendía y emocionaba. Para Carli era distinto: era su mundo y sentía más la presión de lo que la gente esperaba de ella. C: En mi caso fue más difícil. El primer año no lo disfruté; me costaba frenar y decir: ‘Che, estoy haciendo lo que amo’. A veces no me validaba y la autoestima me jugaba en contra. Pero también fue un aprendizaje: disfrutar del presente y entender el error como parte del proceso. Lo que nos sostuvo siempre fue que compartíamos un sueño muy firme y nos complementamos desde el principio. Agos me dio las alas; me dejó ser y fluir.
-Cada pieza que diseñan lleva consigo una historia ¿Qué les gustaría que trascienda de Gilhaus en el tiempo?
A: Imagino que el legado de Gilhaus sea como una prenda heredada: algo que acompañe a quien la usa, que atraviese generaciones y que cuente la propia. C: Para mí, el legado es dar sentido a los objetos que duran toda la vida, no por precio ni marca, sino por el valor que tienen. Desde chica amé las cosas del pasado, y poder resignificar eso con Gilhaus me permite conectar con la historia de quienes eligen nuestras piezas para que formen parte de su vida.
at Gaby Ratner
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