En el universo de la moda rusa, Jamilya Afashagova brilla como una voz propia. No busca seguir tendencias, sino contar historias. Cada una de sus colecciones es una travesía emocional que combina la herencia circasiana con una visión moderna y cosmopolita, donde conviven el pasado y el presente, la fuerza y la delicadeza, la memoria y la innovación.
Nació en la república de Kabardino-Balkaria, en el norte del Cáucaso ruso, y se ha convertido en una figura emergente en el mundo de la moda gracias a su marca SaiJamin. Su trayectoria representa un puente entre su rica herencia cultural caucásica y un diseño contemporáneo que ha logrado resonar en pasarelas internacionales.
“Quiero que una mujer, ya sea en Moscú, Buenos Aires o Delhi, descubra nuestra marca, sienta el código circasiano en ella y conecte con nuestro mensaje: fuerza sin perder la ternura, vínculo con la cultura sin perder la modernidad.”
Esta dualidad se vio en su colección Threads presentada en la última Semana de Moda en Moscú donde reinventó los tradicionales gazyr (cartucheras dondee se guardaban las balas) cosido en abrigos, las líneas arquitectónicas definidas, una sastrería precisa y diseños de cuero texturizados que se completaban con peinados adornados con joyas.
“Mi trabajo nace del deseo de hablar sobre quiénes somos a través de lo que vestimos. En cada prenda hay historia, emoción y orgullo”, asegura. Esa convicción ha hecho de su marca un espacio donde la tradición se vuelve atemporal. Creo su marca en 2021 aunque confiesa que su vida estuvo siempre ligada a la moda. Desde chica le encantaba el diseño, siempre le encargaba a modistas la confección de su ropa porque lo que quería no lo encontraba en ningún lugar.

“La moda, cuando se vive desde la verdad, tiene el poder de conectar a personas completamente diferentes”, dice, reafirmando su visión de la moda como lenguaje universal. Esa conexión alcanzó una nueva dimensión con su participación en la Semana de la Moda de Moscú (MFW), un escenario que considera tanto celebración como desafío. “Para mí, la Semana de la Moda de Moscú es siempre al mismo tiempo una celebración y un reto. La celebro porque veo una idea cobrar vida en la pasarela, y me desafía porque cada desfile se siente como un nuevo capítulo en la historia de la marca”, cuenta. La diseñadora ve en MFW mucho más que un vidriera de estilo: es un espacio de diálogo cultural. “Es una oportunidad de salir del círculo familiar y conectar con personas que comparten tus mismos valores. Es como una ventana por la que tu historia puede viajar más allá de lo imaginado”, explica.

Y agrega: “Para la moda rusa en general, eventos como este son un punto de encuentro, donde conviven diseñadores diferentes, cada uno auténtico a su manera.”Con esa misma apertura, la creadora proyecta su marca hacia nuevos horizontes. Su objetivo no es solo expandirse geográficamente, sino emocionar a mujeres de distintos lugares del mundo.
Fotos: Gentileza Moscú Fashion Week
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