Entrar a la casa de una figura muy activa en redes es un poco como unir las piezas de un puzzle. A medida que se recorren los ambientes, se comienza a entender todos las escenografías que se fueron viendo en los distintos contenidos de su cuenta. Así pasa en lo de la influencer Flor Scharenberg, que aunque suele mostrar su vida diaria en Instagram, nunca había hecho real foco en la decoración y diseño de sus espacios.
Pero después de una obra larga en la que reformó por completo su casa, otrora de aires campestres y hoy súper moderna y fresca, no duda en abrir las puertas. Y así, el puzzle queda completo y la intuición, corroborada: realmente es tan relajada como se la ve en redes.
Elegante calidez
“La casa tiene 10 años. La había construido un matrimonio grande que nunca llegó a vivir acá, y nosotros fuimos los terceros inquilinos. A los dos años la compramos y la empezamos a remodelar”, relata Flor.
Cambio de revestimientos, techo, molduras, ampliación de ambientes y nivelación del jardín fueron solo algunas de las transformaciones que sufrió a lo largo de tres años, en los cuales la familia convivió con la obra. Hoy solo resta el paisajismo de la parte delantera, y esta influencer, maquilladora, licenciada en Publicidad y madre de tres (los mellizos Rafael y Olimpia y Antonio) respira aliviada.
“Ya no va a haber más ruido”, se alegra.
“La casa tiene 10 años. La había construido un matrimonio grande que nunca llegó a vivir acá, y nosotros fuimos los terceros inquilinos. A los dos años la compramos y la empezamos a remodelar”.
El resultado es una casa moderna pero muy cálida, gracias al uso de la madera y los textiles. Una que suma detalles elegantes también de la mano del estudio Negro House & Pleasures, que recientemente le renovó toda el área de living, comedor y playroom.
“A mi marido le encanta lo que hacen y quiso pedirles una propuesta. Yo tenía un poco de miedo porque a veces siento que es un estilo “más masculino”, y soy muy del color. Pero con el proyecto en mano le pedí que atenuaran un poco el negro y me pusieran más dorado, y con algunos cambios quedó bárbaro”, cuenta.
Una lámpara dorada y unas sillas de pana color habano en el comedor, una mesa ratona con patas también doradas y unos almohadones en la gama de los marrones hicieron su magia y amalgamaron el ambiente. Aunque lo que se roba todas las miradas es la fotografía del león sobre la chimenea, obra de Agustín Cleris que Flor tenía entre ceja y ceja hacía años.
“Pensaron que me iba a cansar y me querían proponer alguna otra foto del artista, pero insistí. Estoy fascinada con su fuerza”, apunta. Alrededor, obras de Lala Bocci invitan a soñar con viajes a África y continúan la línea de belleza agreste.
Mientras en el pasillo que conduce a su cuarto, un mural de flamencos, obra de Flor Chedufau, fue otro de sus pálpitos acertados. “Habíamos hecho unas puertas para tapar unos roperos en ese espacio y un cuadro no quedaba bien, así que decidí jugarme por un mural, que además se refleja divino en el espejo del baño y genera una situación interesante. Pensé que me iba a cansar, pero cada vez me gusta más”.
El estilo de Flor
En la casa también conviven piezas que Flor y su marido, Rafael, trajeron de sus primeros años de convivencia en Francia. Por ejemplo, la mesa de la cocina, uno de los puntos de reunión de la familia. “
Como teníamos un container disponible, compramos algunas cosas y las trajimos, aún sin saber dónde íbamos a vivir”, describe. De esos primeros años en Bordeaux, donde su marido pasó a jugar cuando ella decidió acompañarlo (“lo conocí en Buenos Aires y nunca pensé que me iba a enganchar, porque acababa de cortar una relación y él vivía en otro país…”), guarda los mejores recuerdos.
“Hoy ya no solo muestro mi look o mi maquillaje, si no que puedo hablar de cosas fuertes y profundas que nos atraviesan a todas, como los mambos con el cuerpo, la maternidad, la lucha del feminismo”.
Tras algunos años ejerciendo en publicidad en la agencia BBDO y en Nobleza Piccardo, aprovechó su mudanza de continente para estudiar francés, hacer un curso de cosmiatría y estética corporal y un MBA. Y cuatro años más tarde, ya casados y con el proyecto de agrandar la familia, volvieron a Argentina.
“La carrera de mi marido en el rugby ya era un ciclo cumplido, y yo quería criar a mis hijos cerca de mi familia”, cuenta. Por esos años fue cuando nació @biufit, su cuenta original, con la que compartía tips de belleza y estética, así como recetas saludables y fit, su afición de ese momento. Hizo eco inmediato y pronto se armó su comunidad, pero para 2018 algo comenzó a “hacerle ruido”.
“Tengo tres hermanas que son mis mejores amigas y también mis grandes críticas, y me marcaron que lo que mostraba en redes no era yo”, recuerda.
Una identidad completa
Después de tener a los mellizos, de poco comenzó a virar en su contenido, mostrándose más genuina y menos aspiracional. Y tras un hackeo de su cuenta que resultó propicio, decidió convertir la personal en la única, y así mutó a @florscharenberg. Para cuando en 2020 nació su tercer hijo, sintió que los filtros eran cosa del pasado.
“Mostré el embarazo y el posparto de una forma más sincera, empecé a hablar como hablo en casa”, relata. La respuesta de la gente le dio la pauta de que estaba en el camino correcto: no solo la cantidad de seguidores creció exponencialmente, si no que también lo hizo la devolución y los comentarios.
“Es increíble sentir que tocás una fibra. Hoy ya no solo muestro mi look o mi maquillaje, si no que puedo hablar de cosas fuertes y profundas que nos atraviesan a todas, como los mambos con el cuerpo, la maternidad, la lucha del feminismo”. Y así, posteo a posteo de sus verdades, fue creando una comunidad que hoy supera los 288.000 seguidores y que es su principal trabajo actual.
¿Cómo se imagina su futuro? Extendiendo sus mensajes más allá de las redes. A pleno desparpajo y naturalidad, sueña con repetir una experiencia como la de “Animadas”, donde fue panelista del programa conducido por Dalia Gutmann. Por lo pronto, acaba de estrenar el podcast “¿Y si hablamos sin filtros?” con Jimena Frontera, otra comunicadora que resuena con el mensaje de amor propio e imagen real.
Consultada sobre si se siente referente del movimiento body positive, hace una distinción. “Creo que el body positive implica aceptar todo de vos, cuando la verdad es que hay cosas que pueden no gustarte y también está bien trabajar para cambiarlas. Me identifico más con una idea de body neutrality”, apunta.
Delante y detrás del celular, su lucha diaria es por correr el foco de aquello que no la convence, para que no sea lo primero que ve en el espejo (o la pantalla).
FOTOS: NÉSTOR GRASSI.
Accedé a los beneficios para suscriptores
- Contenidos exclusivos
- Sorteos
- Descuentos en publicaciones
- Participación en los eventos organizados por Editorial Perfil.
Comentarios