Yo la observaba.
Hasta su mirada había cambiado. Había en sus ojos la dulzura y la pasividad de un rumiante que contempla la vida sexual de una colonia de hormigas. Plena. Y satisfecha. Y esa felicidad azucarada, ese éxtasis almibarado que le chorreaba sobre el mentón... Era indecente. Peor todavía que su vestido.
Estaba lista para mutilarle los dientes, golpeándola con mis tacones de aguja... Pero era su día de suerte: yo me había calzado mis viejas All Star y no las quería arruinar. El último regalo de Él, de mi amor, después de irse.
Desde entonces solo había tenido aventuras sin porvenir, que me dejaron hecha un desastre, vomitando toda mi bilis. Por Él. Y por todos los otros. Eso me obligaba a sobrevivir en un vacío profundísimo, con las penas a flor de labios...
Pero acompañada por mis viejas All Star de porquería que quisiera destrozar tal como Él me destrozó el corazón al abandonarme una mañana. Sin explicaciones. Sin mirar atrás. Después de 5 años de noviazgo. ¡Qué hijo de puta!
Con el tiempo me enteré. Me enteré de lo que pasaba entre Él y mi ex amiguita de Santo Domingo, a quien me topé, cuando iba al encuentro de mi croissant, en la panadería de mi barrio. Cuando todavía estaba convaleciente y mis psicólogos me habían prohibido cualquier emoción violenta...
Cuando alternaba antidepresivos, melatonina, aceite de cannabis, flores de Bach, raíces de dientes de león, vodka con naranja, lexapro y baños de asiento... Imposible zafar de ella, así que iba a tener que aguantarme el Nirvana de esa pelotuda...
Y también su tonada bamboleante, su piel acaramelada y sus rulos. ¡Y yo toda ojerosa y gris, con el pelo engrasado y 10 años más que ella! ¿Podría sobrevivir a algo así?
¿Cómo contenerme, cómo mantenerme imperturbable? Dios o las pastillas me dieron la fuerza. Por el tamaño de su panza me imaginé que ella estaría a punto de dar a luz, pero me dijo que todavía le faltaban 4 meses.
Entonces experimenté una especie de viejo placer... A esa altura ella ya estaba enorme, ¿eso significaba que iba a terminar pesando un quintal? ¿Era ese consuelo una búsqueda desesperada de justicia?
Cuando empezó a querer explicarme lo inexplicable y justificar lo injustificable, me dije que iba a terminar pariendo sobre mis zapatillas y que era hora de mandarme a mudar. Y me mandé a mudar.
¿Así que “así” reconstruyó su vida el hijo de puta? Abrí mi bolsa azul petróleo Vanessa Bruno para buscar un encendedor. ¿Qué esperaba? ¿Que me quedara en éxtasis?
¿Qué carajo hicieron ellos dos de tan great y tan beautiful? Esa panza solo demuestra que cogieron juntos... ¿And so what? Yo también lo hago todavía de vez en cuando, para sentirme viva. ¡Y no armo ninguna campaña de prensa cada vez que sucede!
¿Acaso la Gioconda se reprodujo alguna vez? ¿Acaso Marilyn se reprodujo alguna vez? De todos modos, no me gustan los niños. Hacen ruido y cuestan caro. Eso es todo. El aire era dulce y seco ahí, cerca del canal Saint-Martin. Y sin embargo había un líquido, mucho líquido rodando por mis mejillas.
Saqué mi encendedor y encendí mi croissant. Todo va bien. Todo va bien. Todo va bien. Y ahí fue que agarré y me tiré en el canal.
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