¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué tanto dolor? Soy demasiado joven para acumular.
Migrañas infernales, un herpes zóster recurrente, taquicardia, diabetes. Consulté los hospitales de día y de noche, una serie de médicos y de psicólogos, hasta hipnotizadores. Nada funcionó. ¿A quién o a qué culpar? ¿A la carne con hormonas, a las verduras llenas de pesticidas, al aire nitrogenado, a los virus?
¿A la violencia, a las redes sociales, a Internet, a la televisión, a los medios? ¿Al chongo de la vecina que después de las 22 no para de gritar, a la naturaleza desnaturalizada? ¿A la inflación galopante, a los nuevos pobres, a los ricos cada vez más ricos, al desplazamiento de las poblaciones?
¿Al estrecho de Gibraltar, al aumento del nivel del mar, a la suba del dólar, al hambre en el mundo, a las armas, al plástico, a WhatsApp, a Tinder…? No.
A vos. A vos, sin el cual no puedo vivir. A vos, que hoy me amás y mañana me ignorás. A vos, que llegás con manchas de rouge en el cuello. A vos, que ni siquiera te tomás el trabajo de sacarlas A vos, que me ves sin mirar
A vos, que con una sonrisa me hacés olvidar todo y un segundo después me humillás con crueldad. A vos, que me hiciste hacer cosas inimaginables solo por tu placer, sin preocuparte por el mío. A vos, que me separaste de mi familia, de mis amigos, de mi trabajo. A vos, con quien me siento tan sola.
Te fuiste por 2 días. Me dijiste que ibas a visitar clientes… Un fin de semana de Pentecostés… Me dejaste tus camisas y tus pantalones, tus calzoncillos, tus medias, para que lave y planche todo. Tus mocasines, para que los lustre. Como de costumbre, exigiste que todo estuviera listo a tu regreso.
Sin preguntarme qué iba a hacer yo durante ese fin de semana largo, aparte de las berenjenas gratinadas y la crème brûlée para cuando regresaras. Que son tus platos preferidos.
Y te fuiste sin darte vuelta. Qué lástima. Habrías visto mi sonrisa. No habrías entendido nada. Cuando vuelvas vas a encontrar en tu vestidor tus cosas cuidadosamente dobladas, los mocasines bien lustrados. Como te gustan. Y el gratinado y la crème brûlée. Hoy siento que me saqué un peso de encima. Miro una vez más a mi alrededor.
La chimenea, el sofá, la biblioteca, ese rincón en donde me gustaba tanto refugiarme. Las valijas están en fila, las nenas están vestidas.
Te dejo. No vas a poder creerlo. Soy yo la que te abandona. En serio. Qué lástima. Sé que te vas a arrepentir. Yo no. La vida no está hecha para sufrir.
Cruzo por última vez la puerta del jardincito en donde ahora crecen rosas, tulipanes y geranios. Cuidalas, no hicieron más que ofrecer su color y su perfume. Cuidalas, las quise tanto. No las pisotees como me pisoteaste a mí.
06123456 se llama María, es rubia y linda. Y podría interesarte. Llamala. Es la empleada: Por supuesto, a ella tendrás que pagarle…
Hoy sé quién sos. Por fin. El enfermo sos vos.
Los hospitales te esperan, pero no estoy segura de que haya una cura para un perverso narcisista como vos. Arreglátelas, flaco. Hasta acá llegué.
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