Su DNI señala que tiene 26 años, pero su forma de hablar, su modo de concebir la carrera y el camino que ya tiene recorrido dan cuenta de una madurez de la que no parece ser muy consciente. Esta artista plástica argentina se llama Martina Servio, acaba de llegar de Italia (donde expuso cuadros y esculturas en un museo de Nápoles) y es una joven promesa de las artes plásticas.
Su vocación se manifestó con fuerza cuando todavía usaba pañales. A los 3 años ya iba a clases de arte y a los 4, en las paredes de su casa de Villa María (Córdoba), ya colgaban cuadros de su autoría. En su hogar nadie se asombraba porque las paredes del living estuvieran pintada por ella. Si bien en su familia no había pintores ni escultores, a Martina Servio el arte le salía por los poros de un modo tan natural, que sólo hubo que dejarla fluir. “Estaba muy ciega con que quería hacer esto. Iba a hacer esto.. y aquí estoy”, cuenta hoy en un tono tan pausado como firme.
A los 18 ya tenía un bar en el que se exponían piezas de arte. A los 19, instalada en Buenos Aires, le tocó la puerta a un artista reconocido (Eduardo Basualdo) y le pidió que le permitiera ayudarlo. “Arrancá y vemos qué podés hacer”, dijo él. A una inicial “ayudantía” en el armado de muestras ajenas le siguieron otros proyectos, viajes (a Nueva York y Barcelona) y el armado de un taller propio en el barrio porteño de Barracas.
-¿Cómo recordás esos inicios?
-Siento que fue hace otra vida. Me acuerdo que estaba en una etapa muy introspectiva, profunda y de transformación interna. Estaba sola en Buenos Aires y no conocía a nadie. Dejé atrás una vida entera en Córdoba para empezar en algo desconocido. No tenía a nadie cercano que hubiese hecho algo con arte, entonces era ver de qué se trataba y por qué me estaba “llamando” esto.
-En tu Instagram decís: “Estoy acá para hacerte sentir”. ¿Qué te gusta que sientan quienes ven tus obras, en muchas de la cuales dibujás embarazadas?
-No me importa; simplemente quiero mover algo. Hago cuadros, esculturas y videos. No me encasillo en nada, y tampoco quiero provocar algo. Si te causo dolor, es porque eso es lo que necesitás vivir; es transformador y está bien. Es simplemente abrirse a la experiencia de sentir. Si una obra mía no te hace sentir nada (si te parás en frente y no te hizo sentir nada), no generé lo que quería.
-¿Y te gusta saber qué generás?
-Me encanta escuchar lo que pasa al ver mi obra porque siempre se genera algo diferente. El énfasis en muchos de mis cuadros está en el útero, al que pienso como una energía creativa y no como un embarazo femenino. Para mí es importante que no se interprete el cuerpo como figura femenina. Quiero que se vea esa energía y que sea lo más abierto que se pueda.
-¿Tenes algún referente, ícono?
-Vengo de una ciudad que no tenía museos. Obviamente respeto muchísimo a varios artistas, como Marta Minujín y Eduardo Basualdo, que son increíbles, pero hoy me moviliza más ir a una marcha del 8M que mirar a un artista particular; no soy fan de nada. Pertenezco a una generación que tiene exceso de estímulos, de artistas y de información. Me nutro de todo eso, pero no puedo decir que tengo a “un artista” como referente máximo.
-¿Qué te movilizó a exponer?
-Un incendio. Durante la pandemia “me picó” irme a la naturaleza. Me instalé en una zona de bosque de Córdoba, donde llevé todas mis cosas y armé un taller. La sensación de muerte era lo más latente y me puse a dibujar úteros porque allí hay un vacío que tiene que llenarse. Es como la génesis de la creatividad y yo estaba en la génesis de la madre tierra, en un paraíso verde con toda mi obra (un montón de cuadros) y objetos personales (fotos, libros, etc.). Cuando un incendio forestal me quemó absolutamente todo en minutos, me di cuenta de que había tenido mi propio museo, un templo que se fue y al que nadie pudo ver.
-¿Qué aprendiste de eso?
-A exponer más (en museos, por ejemplo) y dejar que las cosas circulen. Fue muy loco porque vi que antes del incendio ya trabajaba con algrafía (una técnica con fuego) y con figuras embarazadas. Después pasó lo del incendio ¡y me embaracé!, sin buscarlo. Fue una señal muy grande. Yo no buscaba ni quería ser madre, ni me lo imaginaba. Tal vez esto pasó para entender lo que quiero.
-¿Vos decías que no querías ser madre?
-Sí, abiertamente y estaba hablado con mi pareja. Era mi libertad y mi elección. Amo a los niños, pero no era mi camino. Cuando quedé embarazada cobró sentido toda esa transformación.
-Pasaste de no querer ser madre a serlo y dibujar úteros.
-Sí. Ahora me pongo a reconstruir mi vida y en los lugares en los que estuve siempre hubo úteros. Una íntima amiga que quedó embarazada muy chica, tuvo un aborto. En un lugar en el que aprendí técnica de grabado había una mujer que sufría violencia de género y otra alumna era partera. El tema me “rodeaba”, y aquí estoy con mis cuadros.
FOTOS: EVE GRYNBERG.
at Mariana Comolli
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