Ni hace falta presentarla. Cualquier persona, lea o no sus libros, sabe que Florencia Bonelli es un huracán de literatura, un fenómeno único que casi siempre se intenta reflejar en cifras -sus más de tres millones de libros vendidos, por ejemplo- pero que por supuesto no se agota ahí.
Su nueva y muy reciente novela se titula La tía Cósima y ya recorrió el camino habitual de sus obras: mucho ruido y devoción entre sus “bonellistas” (que suelen volcar en foros, redes sociales y blogs sus comentarios) y una nueva entrada al tope de las listas de bestsellers del mes (y del año).
Para hablar de esa historia -que entre otras singularidades cuenta con una voz narradora masculina que se mete de lleno en la problemática del bullying- Florencia nos abrió las puertas “virtuales” de su casa de Córdoba vía Zoom y con tiempo y pausa para hablar de todo.
-La primera sensación que tuve con La tía Cósima es que se trata de una de tus novelas más personales…
-(Piensa) No la había pensado en esos términos, te lo confieso. Sí creo que es una novela muy distinta, que me ayudó a superar mi novela anterior, que amé escribir, pero que me hizo mucho mal por todo el gran tema que tenía detrás, la trata de personas. Me deprimí y me enojé mucho con la especie humana en ese momento. La tía Cósima vino a sanarme.
No me di cuenta mientras la escribía, pero sí al terminarla. En fin, creo que es una novela personal y sobre todo muy diferente a las anteriores. Acá no hay trasfondos geopolíticos, guerras ni historias de espionaje. Es una historia muy simple que, como me dijo una lectora, le podría pasar a cualquiera.
-Amor sí tiene. ¿Es posible pensar una novela tuya sin amor?
-Creo que es imposible pensarlo casi para cualquier novela … Mirá, el otro día hablaba de esto con mi esposo (Miguel Ángel Gallo). Nos pusimos a ver por enésima vez Drácula, de Francis Ford Coppola, uno de mis directores favoritos. Y yo le decía que el libro de Bram Stoker (y soy de las que siempre prefiere un libro) no me provocó ni por asomo lo que sí logra esa película.
¿Y cuál es la diferencia? La historia de amor entre Drácula y el personaje de Mina (Winona Ryder). Para mí el amor es indispensable en la literatura. Y en la vida también. Es lo que la hace digna de ser vivida… Sino, prácticamente no tiene sentido.
-Es imposible no sentir que tenés varios puntos de contacto con Cósima…
-Para empezar, su edad. Mis personajes siempre suelen ser más jóvenes, pero ella tiene 47, dos años menos que yo.
-También comparten raíces italianas…
-Sí, pero te confieso algo: si bien mi abuelo era italiano, la realidad es que yo no lo conocí. Ni tampoco mi padre recuperó mucho de esa “italianidad”. Sin embargo, las vueltas de la vida hicieron que sí termine adoptando como propia la familia italiana de mi esposo, cuyos padres vinieron en una de las últimas oleadas inmigratorias de Sicilia.
Pobres como las ratas y súper tanos. Muchas costumbres y tradiciones que aparecen volcadas en el libro provienen de ellos. Volviendo al tema de Cósima, la verdad es que me gustaría ser como ella. Tener su desapego, su sabiduría… Es una mujer muy elevada, me encantaría ser así.
-¿En dónde ves más tus faltas?
-En el ego quizá. Pero no me refiero al ego de vanidad sino a ese que se construye a partir del miedo. A no agradar, a no cumplir… Estamos criadas en ese miedo.
-Después de todo lo que vendés, ¿aún tenés ese miedo?
-Sí, claro. El otro día leía una frase de Jung que es muy cierta: “vas a ser libre hasta el límite de tu conciencia”. Trato todos los días de elevarme y de ser sabia, pero no es una tarea simple.
-¿Te interesa o interpela el movimiento feminista?
-Por supuesto que me interesa, por ser escritora, primero -un oficio que está en permanente captación de lo social- y fundamentalmente por ser mujer.
No me resulta extraño además que exista nueva ola feminista porque lo cierto es que las mujeres hemos soportado el peso opresivo de los hombres desde los inicios de la historia. Somos extraordinarias en ese sentido, muy fuertes, tanto física como emocionalmente.
Yo personalmente no he tenido mucha relación con personas machistas, ni mi padre ni la gente que me rodeó. Alguno me topé durante la época que trabajaba como contadora, pero mi recuerdo es que enseguida lo anulaba, le perdía el respeto.
-¿Te identificás como feminista entonces?
-Si feminismo es respetar a las mujeres y buscar la igualdad, sí. Lo que también entiendo es que hay varones que son extraordinarios, de los cuales he aprendido y aprendo muchísimo.
El varón de verdad, sabe que la mujer es lo más importante que hay en la sociedad. Somos creadoras de vida, sostén de hogares, trabajamos también fuera de ellos. Siento que tenemos que conciliarnos, llegar a un acuerdo. No hay otra vía. ¿Cómo es la cosa? ¿Los hombres nos trataron pésimo, y ahora nosotros tenemos que hacerles lo mismo? No.
-¿Pero notás ese espíritu en esta nueva ola feminista o en una parte importante de ella?
-No, pero aun así creo que hace falta conciliar. El planeta es uno y nuestra única solución como especie es la conciliación. Quizá tenemos que perdonar, no lo sé. Estoy pensando en voz alta… Me encantaría que algún día mujeres y hombres aprendamos realmente a vivir en paz, a querernos.
Quizá soy naif, pero sigo creyendo en los finales felices. Por eso los escribo también.
-¿La legalización del aborto es una lucha que te convoca?
-No personalmente. Pero entiendo que en la Argentina hay un pedido muy fuerte en torno a eso. Los legisladores deberían escuchar ese reclamo. Pero en lo personal no, nunca tuve hijos siquiera…
-¿Fue una decisión consciente o “se dio”?
-Con mi esposo hicimos una vida muy rara, al comienzo viajamos mucho por su trabajo. Y al poco tiempo de eso yo empecé a escribir, algo que pude hacer siempre en cualquier lado. Y arrancó todo ese mundo de nuevas responsabilidades y viajes…
Siempre pensábamos “algún día llegará” el día. Y nunca llegó. Supongo que también ambos estábamos muy satisfechos con nuestras vidas tal como estaban. Yo siempre digo que mis libros son como mis hijos. Y te juro que realmente lo siento así, no es una frase hecha.
-Con ese nivel de involucramiento emocional, ¿nunca te afectó la crítica negativa de, llamémoslo, el canon literario?
-No. Al comienzo no estaba en el radar de nadie por lo cual el canon ni me miraba y después te juro que no me sucedió. Me parece que siempre tuve claro que esa crítica busca una cosa en mis libros y mis lectoras y yo buscamos otra completamente distinta. No nos encontramos.
Yo no soy experta en literatura, nunca lo fui. Soy una lectora que escribe, siempre lo dije. Y siento que mucha gente con mis libros la gente empieza a leer. Y así como no lo podés dar a un bebé milanés a la napolitana, sino que tenés que comenzar con papilla, a alguien que no leyó nada en su vida no le podés dar El extranjero de Camus.
Lo más probable –a menos que sea una persona muy especial- es que no le guste, que no lo pueda digerir. A mí me llena de orgullo que la gente comience a leer con mis libros, me encanta. Yo hago literatura popular, que además es la que me gusta a mí.-
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