Cuando se trata del cuidado de las uñas, una pregunta surge ¿es mejor cortarlas o limarlas? Ambas técnicas tienen sus defensores, y elegir la adecuada puede marcar la diferencia entre unas manos pulidas y unas que acumulan desgaste innecesario. La clave está en entender qué necesita tu tipo de uña, tu estilo de vida y tu rutina de belleza.
Limar: suavidad con precisión
Limar es sinónimo de control. Esta técnica permite esculpir la forma deseada sin comprometer la estructura natural de la uña. Especialmente recomendada para uñas frágiles o con tendencia a abrirse en capas, la lima actúa como aliada para evitar quiebres bruscos. Eso sí: es importante hacerlo en una sola dirección, con movimientos suaves, para no generar fisuras invisibles que debiliten el borde libre.
Cortar: practicidad al instante
Si tus uñas crecen rápidamente o se quiere un cambio de largo más drástico, cortarlas puede ser la solución más práctica. Las tijeras o alicates de buena calidad resuelven el asunto en segundos, pero el riesgo es generar bordes irregulares o provocar pequeñas fracturas. Por eso, los expertos aconsejan acompañar siempre el corte con una sesión ligera de limado para sellar las puntas y evitar que se enganchen.
Combinar es la mejor opción
Los profesionales del cuidado de manos coinciden en que la mejor rutina incluye ambas técnicas. Cortar puede ser útil cada cierto tiempo, pero el mantenimiento regular debería realizarse con lima. Así se alarga la vida útil del esmaltado y se mantiene una forma pareja y sofisticada sin dañar la superficie de la uña.
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