Desde sus comienzos la industria cosmética sólo promocionó cremas mostrando caras bonitas sub 30. Ellas gobernaron hasta fines de los 90 el reino beauty promocionando tratamientos destinados a pieles mayores.
En el 2000 empezó a hacer eco la objeción de mujeres que no se identificaban con “la modelo de turno”, por ende, tampoco con el producto.
Y las marcas prestaron oídos a las voces de sus consumidoras. Aceptaron el reto de presentar sus tratamientos con embajadoras acordes a las necesidades de cada momento de la vida. Así como una adolescente va a encontrar en sus pares una similitud, una mujer de 50 o más, es probable que confíe en sus coetáneas a la hora de elegir una fórmula.
Muchas empresas apartaron las manos del Photoshop en pos de mostrar a las mujeres tal cual son, sin dejar de contarles todos lo bueno que una formulación cosmética puede hacer por su piel.
Entendieron que no hace falta prometerles a personas de mediana edad que una crema va oficiar como varita mágica hasta convertirla en millennial. Helen Mirren, Jessica Lange y Charlotte Rampling, pioneras en ponerle la cara a productos de belleza, dieron mejor resultado que adolescentes a las que además se las retocaba para que no les quede ni una peca, reveló una estadística publicada en The Business of Beauty. Porque con el paso del tiempo no quedan atrás las ganas de cuidarse, verse bien y tener una tez bella.
La hora señalada
Cada edad tiene necesidades especiales. Durante la adolescencia hay que priorizar la limpieza y la hidratación, además de controlar el exceso de sebo y el acné. A los 40 ya son imprescindibles productos como el sérum e ingredientes que mejoren la apariencia de las líneas de expresión, iluminen la tez opaca y tonifiquen. Va pasando el tiempo y se añaden cosméticos a la rutina beauty. Así es como llegamos al capítulo: “Cómo cuidarse a los 50”.
Para empezar, debe haber un cambio de hábitos y de ingredientes activos. Hasta que no pasa un año desde la última menstruación no se considera definitivamente que se tiene la menopausia, según la International Society of Dermatology. Pero aclaran que la piel puede empezar a sufrir cambios desde la perimenopausia, la fase de transición, que puede durar hasta cuatro o cinco años.
Que esta modificación en el organismo suceda de forma paulatina es la llave maestra para incorporar buenos hábitos y revertir los signos de la edad, si no lo hicimos antes.
Es necesario saber que a medida que avanza la perimenopausia disminuyen los niveles de estrógeno y pueden aparecer brotes de acné hormonal, sobre todo en el mentón.
Otros síntomas típicos son la sequedad debido a que las glándulas sebáceas ralentizan su actividad; la deshidratación, por la incapacidad de la dermis para retener el agua; un descenso en la producción de colágeno (cae aproximadamente un 30 por ciento en los primeros cinco años); el aumento de la sensibilidad; hiperpigmentación y un incremento del vello de “patrón masculino” en ciertas zonas del rostro.
No son cambios que afecten a todo el mundo sin excepción, pero lo que más se suele notar en la menopausia es un declive en los niveles de colágeno que se refleja en la aparición e intensificación de arrugas, flaccidez y pérdida de densidad. ¿Cuál es la gran transformación que se produce?
A los 50 se empieza a ¨afinar¨ la dermis y se engrosa la epidermis por la ralentización de la renovación celular. Esto da como resultado una pérdida de flexibilidad y del tono muscular. ¨La zona del triángulo de la juventud es una de las más afectadas¨, explica la doctora Cristina Sciales, médica cirujana. Y se refiere a mejillas con volumen, línea del mentón definida y un cuello firme. Por eso es importante ocuparse de la tez como un todo, prestando atención en las áreas más sensibles como el contorno de ojo y labios, pero también en la uniformidad del rostro y la definición de su contorno.
Prevenir es brillar
Entre los motivos que causan el envejecimiento facial no todos son inevitables. Algunos se deben a causas naturales y biológicas contra las que es imposible luchar. Aunque, otros aspectos sí se pueden controlar con excelentes resultados y de forma natural.
Además, hoy contamos con la información necesaria para trabajar en eso desde muy jóvenes.
Sabemos que la limpieza es necesaria a toda edad. Pero los ingredientes que usamos para realizarla deben ir cambiando.
Existen productos específicos para dermis maduras.
Conviene elegir limpiadores suaves y súper hidratantes. Por otro lado, protección solar, limpieza, humectación y una alimentación saludable ayudan a mostrar que debajo de esa tez cuidada existe un organismo acorde.
La astucia en cumplir los 50 con un cutis virtuoso radica en mantener el equilibrio hidrolipídico. Es decir, concentrarse en mantener un óptimo nivel de agua y en incorporar lípidos en la rutina facial, tratar de llevar una dieta antiinflamatoria (así se refieren los especialistas a evitar tabaco, alcohol y comida chatarra), evitar ducharse con agua muy caliente o cualquier otro motivo de deshidratación.
También se recomienda incorporar una fórmula con protección alta para combatir la acción de los rayos ultravioleta (y, por tanto, la hiperpigmentación) y algún retinoide en los cuidados de noche. Si se llega tarde a la etapa de la prevención, la cosmética y los dermatólogos vienen al rescate.
El Santo Grial son los ingredientes como el ácido ascórbico, el retinol, extracto de la centella asiática y las isoflavonas que revierten la disminución en la producción de estrógenos.
Todos ellos tienen algo en común: actúan incentivando la producción de ácido hialurónico, colágeno y fibras elásticas.
Es buena inversión apostar por productos con extracto de quillaja, kigelia y de soja. Tienen una función hidratante y reafirmante tan buena como la que realizan nuestras hormonas.
El aceite de chía por ejemplo es un elixir de belleza por tratarse de un potente antioxidante gracias al omega 3 y 6 y a las vitaminas. El silicio orgánico ayuda a mantener la elasticidad la firmeza y las funciones metabólicas celulares. Y los polisacáridos vegetales previenen la irritación y la debilidad cutánea.
“Sin dudas, el ácido hialurónico es el soberano cutáneo de los últimos tiempos. Se trata de un tipo de azúcar que se encuentra de forma natural en nuestro organismo, especialmente en los tejidos dérmicos. Actúa para asegurar la estabilidad cutánea y resguardarla constantemente. Sus propiedades son poderosas, ya que tiene una gran capacidad para retener la humedad: una sola molécula almacena hasta mil veces su propio peso en agua. Otro dato interesante es que un gramo de este activo puede contener hasta seis litros de agua”, describe Sciales.
Estos superpoderes lo convierten en una suerte de esponja que aporta volumen, “rellena” zonas que perdieron turgencia, disimula líneas de expresión y revitaliza la epidermis.
Gracias a las nuevas investigaciones sobre la menopausia y a un mayor conocimiento de las necesidades sobre esta etapa, la ciencia perfecciona tanto su presencia en los cosméticos como en los tratamientos dermatológicos.
En manos de los especialistas lo último es el Profhilo. Nada menos que hialurónico con diferentes pesos moleculares y el primero en ser estabilizado sin agentes químicos para evitar así su disminución fisiológica. Esto genera una hidratación óptima y una mayor elasticidad. Los resultados: aumento del tono y la turgencia.
Como se trata de un bioregenerador, activa la producción de nuevas células y combate la flacidez mientras redefine el óvalo facial. “Y no es un relleno”, aclara la doctora. ¿Cómo actúa? Llega a las tres capas de la piel: epidermis, dermis e hipodermis, logrando tensar y suaviza líneas finas. No rellena ni da volumen, sino que restaura los componentes orgánicos que se pierden con el paso del tiempo. Algo así como devolverle a la piel todo lo que necesita.
Sin cuentas
Ante una mayor conciencia sobre las transformaciones que se producen a partir de determinada edad y la importancia de sentirse bien, tanto la cosmética como la medicina estética se centran en esta franja de la población para prevenir o revertir los cambios. De hecho, la mayoría de los tratamientos no invasivos y muchos cosméticos van orientados precisamente a esta franja etaria.
Según la OMG, la esperanza de vida actual de las mujeres se fija entre los 82 y 85 años. Esto significa que pasamos en torno al 30% de nuestras vidas en estado posmenopáusico.
Quizá la industria cosmética esté empezando a apreciar la madurez y este sea el inicio de una era en la que muchas cremas dejarán de ser anunciadas por jóvenes que todavía no tuvieron tiempo de experimentar aquello que otras mujeres llevan sin desvelo. Sólo falta que este mercado comience a llamar a las cosas por su nombre, y deje de asociar a sus productos el calificativo de “anti-edad”. Al fin y al cabo, sus nuevas protagonistas no niegan el paso del tiempo, asumen la calidad de lo vivido.
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