Racismo en Argentina: la realidad de mujeres afrodescendientes, de pueblos originarios e inmigrantes
Las identidades afrodescendientes e indígenas fueron borradas de nuestro imaginario colectivo y nos convencieron de que “en Argentina no hay negros”. El desafío de deconstruir un proyecto cultural que durante siglos invisibilizó a gran parte de la población y que aún estigmatiza.
Ser afroargentina es lo más hermoso de mi vida y también lo más difícil”. Así se presenta la rosarina y psicóloga social Natacha Antonela Giusto Laureano (37). “Es saberse descendiente de un pueblo que desarrolló muchos de los conocimientos científicos que son la base de los actuales en las más diversas áreas. Pero también representa un gran desafío, ya que no es fácil enfrentar el racismo cotidiano: desde la pregunta que más respondí en la vida (incluso más que mi nombre), el “¿de dónde sos?”, hasta personas desconocidas que me tocan el cabello sin consentimiento o chistes y bromas racistas. Sin embargo, también me permite enseñarle a mucha gente que está dispuesta a aprender otras versiones de la historia, a cuestionar el racismo internalizado y sus prácticas, de forma que los lugares que habito sean más amables”.
(no) Pertenecer
“Crecer en un país que vive en la ilusión de ser blanco y europeo, me ha dificultado encontrarme y conectar con la cultura de matriz africana”, afirma Natacha. Es un sentimiento común en nuestras entrevistadas. Jennifer Parker (28), cantautora y corista, modelo y activista antirracista, nació y se crió en San Luis. Es hija de madre afrodescendiente y padre estadounidense. Recuerda con bronca cuando en el Mundial 2014 le cantaban “Brasil, decime qué se siente”. “Me daba rabia estar con la camiseta de Argentina y que aún así me extranjerizaran”. O cuando, al verla tomando mate, la asumen uruguaya.
Karen Mamani (28) pertenece a la comunidad aborigen Miyuyoc, de la Quebrada de Humahuaca. Estudia Sociología en Mendoza y siempre le dicen: “Ustedes que vienen de allá”. “Ese “que vienen de allá” supone que venimos de Bolivia, otra forma de seguir manteniendo el imaginario blanco. No es en un tono de que sos de otro país solamente sino con una intención muy despectiva”.
Piba Afroqom (22) es activista antirracista del conurbano bonaerense, ganó el programa Sound Up y consiguió estar en Spotify como host del podcast “Cabezita negra”, un proyecto hecho por y para personas negras e indígenas, que afirma que “pone el racismo argentino sobre la mesa”. La extranjerización, dice, está en todos lados, incluso en el planteo de esta nota: “Estamos hablando del negro en la Argentina, no del negro argentino, ya creyendo que es algo externo. Es agotador porque al racismo nos lo encontramos en todos lados”. Y relata que en una consulta médica le preguntaron si era colombiana. “No, ¿por qué?”. “Por tu acento”, fue la respuesta. “¿Mi acento? ¡Es rioplatense conurbanense! Es una re bronca y produce dolor. Sos extranjero en tu propio país”.
“Se vivencia muy fuerte, porque pertenecemos legalmente a un país que está basado en un ideario europeo blanco. Lejos de ser extranjera, mis ancestros siempre han sido de acá”, resume Karen.
“Ser negra o negro tampoco hoy es una entidad. No es sólo algo ligado a un color, sino a la decisión y la voluntad de conectarse con esas raíces”.
De mazamorras y blanqueamientos
¿Por qué no nos dijeron que la negrita que vendía mazamorra el 25 de mayo de 1810 era una mujer esclavizada? En esos momentos fundantes, un tercio de la población en Buenos Aires era de origen africano y, por ende, estaba esclavizado. La abolición de la esclavitud no fue con la Asamblea del Año XIII (que instauró la “libertad de vientre”) sino que debió esperar a la Constitución de 1853. Pero nada nos enseñaron (ni nos enseñan) sobre aquellos años en los que los diarios publicaban avisos como este (extraído del Archivo General de la Nación): “Se vende una negra nodriza de edad de 18 a 19 años de buen servicio, sabe cocinar, lavar y planchar. No tiene vicios ni enfermedades, es primeriza de 12 días de abundante leche y le vive la cría; el que la quiera comprar vease con su amo (...)”.
La Constitución de 1853 marcaba, a su vez, la necesidad de “proveer a la seguridad de las fronteras; conservando el trato pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al catolicismo”. Recitamos de memoria la frase del Preámbulo que dice “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, pero no es tan sabido que, en su artículo 25, la Carta Magna explicita: “El gobierno fomentará la inmigración europea”. Carlos Álvarez Nazareno (48), sociólogo e integrante de la agrupación afro XANGÔ, resalta que este proyecto político de país mirando a Europa y a su blanquitud caló hondo en la sociedad argentina.
Magdalena Candioti, Doctora en Historia y Licenciada en Ciencia Política, autora de Una historia de la emancipación negra (Siglo XXI Editores), detalla que el proceso de construcción de la nación supuso la idea de una única identidad nacional sin marcas de otras identidades o etnicidades preexistentes. Los discursos positivistas a fines del siglo XIX y principios del XX fueron especialmente agresivos hacia culturas indígenas y afrodescendientes. “Ser negra o negro tampoco hoy es una entidad. No es sólo algo ligado a un color, sino a la decisión y la voluntad de conectarse con esas raíces”, aclara Candioti y pone ejemplos: la presidenta de la casa IndoAfroAmericana de la ciudad de Santa Fe es fenotípicamente negra; pero la de la asociación Entreafros, de Entre Ríos, es fenotípicamente blanca y, al conocer su historia de antepasados esclavizados, decidió conectarse con sus raíces.
(auto) Reconocer
Jennifer relata experiencias de sufrimiento durante su infancia, como obligarse a sí misma a “tomar sombra”. “Hasta que a los 18, decidí dejar de menospreciarme. Fue difícil porque no veía nada que me representara, tenía como canon de belleza a Pampita y Nicole Neumann y yo estaba lejos de eso, pero lo re manejé. Hoy para mí ser afroargentina es una postura política. Me nombro negra, afroargentina, para que entiendan que los afroargentinos existimos y resistimos”. Desde el momento en el que Natacha se reconoció políticamente como afrodescendiente, tuvo cambios en las formas de percibir y vivir. “Fue fundamental crecer con mi mamá, negra, afrobrasileña, que nos enseñó a mis hermanas, a mi hija y a mí a amarnos, a vernos bellas, inteligentes y capaces. Eso rompe las expectativas del sistema que puja para que sigamos en los peores lugares de la sociedad, perpetuando a la población negra e indígena en casillas de las que cuesta mucho salir”.
Según los resultados del último censo, 302.936 personas en Argentina se identificaron como afrodescendientes (0,7% de la población) y 1.306.730, como indígenas o descendientes de pueblos indígenas (2,9% de la población). Piba Afroqom fue censista y opina que el tema estuvo mal manejado. “Vos preguntás: “¿Te reconocés afrodescendiente?”, y la gente ni pingos sabe lo que es afrodescendencia, si ni lanzaste campañas de autoreconocimiento”. “Claramente somos más, pero no nos reconocemos. A veces es como “bueno, como ya vivo en la urbanidad, ya vivo en la ciudad, ya no soy indígena”, como si lo indígena solamente fuera rural”, explica Karen. “Es importante que los estados hagan campañas positivas de visibilización y tengan una política activa de combate al racismo y la discriminación racial. También que las niñeces, las adolescencias y los jóvenes puedan recibir una educación basada en la multiculturalidad. Porque si lo que reciben es que en Argentina no hay negros, que lo negro es feo, malo, ser pobre o marginal; efectivamente los niveles de autopercepción disminuyen”, afirma Álvarez Nazareno.
“Si empezamos a brindar información que ponga en valor todos los aportes de las personas africanas y sus descendientes, vamos a lograr que el ser negro/a/e sea motivo de orgullo. Sacaría a muchos abuelos y abuelas de los placares familiares, aparecerían fotos, nombres, historias, se caerían los velos que hoy impiden ver nuestras identidades por completo”, asegura Natacha.
Construcción identitaria
Ser una mujer negra, no es una entidad, una sustancia, sino una identidad y por tanto una construcción. Así lo explica Candioti. “Las mujeres que fueron secuestradas en África, trasladadas a las Américas y vendidas como esclavas no tenían una identidad única y necesaria como negras. Pero fueron construyéndola. Por un lado, sobre la base de haber sido clasificadas como “negras” o “pardas” y sujetas a regulaciones especiales, cosificadas, consideradas incapaces e inferiores. Por otro, al reconocerse y saberse sujetos de las mismas experiencias”. Algo similar sostiene Shirley Campbell Barr, antropóloga, activista y poeta afrocostarricense, pensando más atrás: “La llegada de los europeos al continente africano convirtió seres humanos en “negros”. Previo a este nefasto acontecimiento el continente africano estaba poblado por personas con diversas tonalidades de piel y agrupadas geográfica, cultural o étnicamente. Los africanos no sabían que eran negros hasta que entraron en contacto con los europeos. A partir de entonces, la denominación “negro” o “negra” significó deshumanización, mercancía y todo lo que implicó el proceso de trata, esclavización y la subsecuente marginalización”.
“Estamos hablando del negro en la Argentina, no del negro argentino, ya creyendo que es algo externo. Es agotador porque al racismo nos lo encontramos en todos lados”.
(de) Construir
Piba Afroqom cree en organizar la bronca y defender la esperanza. Así lo hizo ella en los 18 capítulos de su
podcast. “Celebro que personas fuera de nuestras comunidades puedan escucharlo y entenderlo. Si queremos erradicar una opresión tan grande y estructural como es el racismo, se necesita de todo el mundo”, dice.
“El punto es ir borrando los prejuicios. Nosotros somos indígenas y estamos, y nos vestimos como vos y somos como vos y estudiamos carreras. Es solamente que te abrás un poco al mundo diverso”, dice Karen.
“Yo trato de meter mi bocadito cada vez que puedo y decir que el tango es negro, o acotar que la Mona Giménez es negro. O recordar que el sargento Cabral era negro, y así con todo lo que puedo”, enumera Jennifer.
“Las personas afrodescendientes no fuimos exterminadas con las guerras o enfermedades como quisieron hacernos creer. Hubo un proyecto de invisibilización por medio de los libros de historia, de los censos y de las políticas públicas, además de la marginación y expulsión de los centros urbanos. Pero estamos acá, hay muchísimas familias que guardan en su legado información de sus ancestros esclavizados en la época colonial, hay muchas otras que desconocen esos orígenes”, resume Natacha.
De alma
En Argentina, hay además una idea de negritud que es social y cultural: “Es una idea de que “ser negro” es no cumplir con las normas implícitas de respetabilidad social, actuar de forma inadecuada y cargar con rasgos definidos socialmente como negativos -sostiene Candioti-. Este uso de la negritud está muy activo y tenemos que pensar cómo se conecta con la historia de la esclavitud y de la cosificación de las personas en nuestro país”.
En el mismo sentido, Piba Afroqom señala: “Acá se dice “negro de mierda” como diciendo “qué onda”. Del “negro de mierda” al tiro por la espalda hay un delgado hilo. Los estereotipos nos llevan a una exposición de violencia absoluta”. Y cuenta que el 8 de noviembre coincidieron la manifestación del Día Nacional de los Afroargentinos y de la Cultura Afro y la de la Marcha de la Gorra -esta última bajo el eslogan “No más pibxs descartables. Ni hambre ni baja ni violencia, por el derecho a la existencia”. “Ahí había familiares de víctimas de gatillo fácil, pibes negros e indígenas que estaban haciendo su movimiento político muy relacionado con la “portación de rostro”. Pero esos mismos no estaban en la marcha de la afroargentinidad porque no se reconocen como tal. Ese cruce es fundamental y todavía está pendiente”.
“Necesitamos políticas públicas y acciones afirmativas, y el compromiso de toda la sociedad, para que construyamos un país que sea habitable para todos, todas y todes”, apela Natacha. Es hora de la reflexión y la acción.
Ilustración: Verónica MArtínez Castro
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