La menstruación salpicó WhatsApp y en 2019 se agregó el emoji de una gota de sangre. La iniciativa, “para romper con el tabú”, surgió de la ONG Plan International. Más de 54 mil usuarios votaron por el ícono de una bombacha con una gota de sangre pero el diseño fue rechazado. Quedó sutil y genérico: una gotita. Una acción tímida.
La marea roja que nadie puede detener
Que contrasta además con los enfoques que recorren a las nuevas generaciones. Hace poco, por caso, Calu Rivero mostró cómo riega las plantas con su flujo menstrual. “Esto significa para mi tener un estilo de vida sustentable: usar mi sangre menstrual como fertilizante para la tierra de mis plantas”, dijo.
Cande Molfese también contó que tiene ese hábito: “Me siento feliz cuando me viene, amo, me hace sentir viva”. Por su parte, Emilia Clarke, la ex protagonista de Game of Thrones, lanzó en julio su propio comic, MOM: Mother of Madness (Madre de la locura). La heroína de esa tira usa su ciclo menstrual para potenciar y activar distintos superpoderes.
Netflix es otro que se dispuso a tocar “el tema”. “Period. The end of Sentence”, un documental que se alzó nada menos que con un premio Oscar y que relata cómo mujeres de Nueva Delhi, India, aprendieron a producir sus propias toallitas higiénicas.
El ciclo menstrual está en el centro del debate, en todos los planos: económico -con proyectos para liberar de impuestos a los productos de gestión menstrual (PGM) o garantizarlos de forma gratuita-, cultural -poniéndole palabras y cambiando la imagen-, ambiental -cuestionando el impacto de los productos industriales y bregando por nuevas formas.
No es un fenómeno local. Estamos ante una cuestión relacionada con la garantía de Derechos Humanos esenciales planteados en la Agenda Justicia Menstrual - Igualdad de género y gestión menstrual sostenible 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
En la Primera Encuesta de Gestión Menstrual, 7 de cada 10 personas afirmaron haber tenido que modificar sus hábitos en el uso de productos de gestión menstrual (PGM) por dificultades económicas.
Redefiniendo la agenda
En 2019, en el 34º Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias se dio lugar por primera vez en treinta y cuatro años un taller sobre menstruación. Un dato para entender cómo la cuestión estaba olvidada incluso al interior de los movimientos feministas. En julio de 2020, el gobierno nacional puso en marcha una mesa de trabajo interministerial para abordar los problemas de la gestión menstrual, especialmente en barrios populares, y se generaron acciones en políticas públicas, estudios y estadísticas.
El 14 de diciembre de 2020 se celebró el primer foro Nacional de “Acciones para alcanzar la Justicia Menstrual” en Casa Rosada y, en mayo último, se publicó el documento “Justicia Menstrual, Igualdad de género y gestión menstrual sostenible”.
Allí se hace una radiografía que muestra, por ejemplo, que durante sus períodos casi la mitad de las personas encuestadas dejó de ir a la escuela o a la facultad (47,9%), a eventos sociales (43,9%) y cumplir con la jornada laboral (22,3%).
El 75% dijo utilizar productos desechables (toallitas y tampones) y el 70% modificó sus hábitos por motivos económicos. De ese total, más del 70% optó por marcas más baratas, mientras que el 26% compró menos cantidad u optimizó su uso.
En 2020 se presentaron 14 proyectos en el Congreso de la Nación que tienen como eje eliminar los obstáculos para acceder a la gestión menstrual y hacerlo de manera sostenible en términos económicos, ambientales y de salud. Ahora se está trabajando en una versión consensuada.
La economista y feminista Mercedes D´Alessandro es Directora Nacional de Economía, Igualdad y Género y una de las autoras de ese relevamiento. En 2015, viviendo en los Estados Unidos, lanzó el sitio Economía Femini(s)ta, desde donde impulsó por ejemplo la campaña “MenstruAcción”, en 2017, en el marco del Primer Paro Internacional de Mujeres y con tres ejes:
- La eliminación del IVA para los PGM
- Su provisión gratuita en espacios comunitarios
- La investigación y producción de datos para el análisis del impacto de la falta de acceso a los mismos.
Hoy, dentro del ministerio de Economía, dirige ese espacio institucional para orientar la programación económica con perspectiva de género y trabaja para pasar de un concepto de “pobreza menstrual” a materializar otro superador, “justicia menstrual”: “El diagnóstico de situación nos puso rápidamente en marcha a un grupo de funcionarias. Al mismo tiempo, hay un montón de mujeres en los barrios que se pusieron a diseñar toallitas desde cooperativas textiles. Por eso hablamos de justicia, un concepto que tiene que ver con la acción; la pobreza es el diagnóstico. Y es algo que no solo vemos en la Argentina sino también en muchos países, incluso que no son pobres, como Francia, Nueva Zelanda, Inglaterra, España o Estados Unidos”.
Menstruar es un proceso orgánico y personal. Pero también menstruar es político y hay que repensar y rearmar un entramado que considere la educación, la economía, la salud y el medio ambiente
De abajo hacia arriba
Cecilia Barros es docente, responsable del Frente de Mujeres del Movimiento Evita y coordinadora distrital de Promotoras Micaela García (y también de la Red Menstruar nacional). Cuenta que, en el marco de aislamiento pandémico, quienes viven al día y trabajan con changas llegaron al punto de tener que elegir entre comer o gestionar su menstruación y terminaron usando diarios o trapos viejos.
“Muchas veces no pudieron salir de sus casas porque no tenían con qué hacerlo y eso trae consecuencias sanitarias porque nos exponemos a prácticas no saludables y, por otro lado, hay consecuencias sociales porque nos aislamos por la dificultad al acceso de recursos”, dice.
La problemática se profundiza cuando son jefas de hogar y tienen a cargo a otras personas que menstrúan. “Se agrava la feminización de la pobreza: mujeres a cargo de hogares que son las mismas que tienen dificultades para acceder al empleo formal porque son las que socialmente cargan con las tareas de cuidado”.
Por eso, algunas que tenían máquinas de coser empezaron a confeccionar toallitas textiles. “Generamos herramientas de formación para producir estas toallitas textiles bajo un lema: “Somos parte de la solución”.
Además, en contacto con otras productoras, crearon una red menstrual a nivel nacional, que comparte conocimientos sobre la gestión de la menstruación y del dolor, que suele estar erróneamente naturalizado.
Justicia menstrual: de lo simbólico a lo estructural
“Cuando te viene, no tenés que lavarte la cabeza”. “¿Te fijás si estoy manchada?”. “Hoy no me voy a meter a la pile”. Otro desafío fue y sigue siendo desmontar el arrastre histórico donde “esos días” eran nombrados sin nombre y guardados en el baúl de lo vergonzante. Este es un proceso natural, que habla de la salud del organismo y “se calcula que atraviesa a entre 11 y 12 millones de personas en Argentina”, dice D´Alessandro.
“Hay un tabú respecto a la sangre menstrual y falta educación menstrual. Entonces empezamos a organizarnos en círculos de personas menstruantes para compartir saberes, sacar esta sangre del closet y animarnos a gestionarla”, afirma Barros.
Florencia Carbajal es licenciada en Filosofía, activista menstrual, coordinadora de Ecofeminismo en Eco House Global y miembro de la Red de Ciculadorxs y Red de Activismos Menstruales de Argentina (AMRed). Explica que ser activista menstrual implica activar por el derecho a recuperar la ciclicidad y la capacidad de decidir sobre todas las políticas que intervienen de forma directa o indirecta sobre el útero, así sea la salud sexual y reproductiva, la anticoncepción, el parto respetado, la gestación, la lactancia, la interrupción del embarazo, la fertilización asistida o la gestión menstrual.
“La sangre menstrual es la única que no surge de la violencia y la que más asco da. Cuando hacemos activismo menstrual, disputamos el poder de romper o no con un tabú fundacional del patriarcado y por eso también estamos pujando un nuevo paradigma de emancipación y soberanía cíclica”, afirma Carbajal.
La palabra “menstruación” aún incomoda a varones y mujeres. “Pero soy optimista, creo que está cambiando, que los debates que tuvimos por el aborto legal transformaron mucho la escena de la educación sexual y que muchas niñas y jóvenes hoy están con la copa o pensando otros modos de gestionar su menstruación y sienten un poco más de apertura. Sobre todo, hay más información disponible”, explica D´Alessandro.
La dimensión ambiental
Hay una gran esfera ecológica detrás de estos temas. Y prueba de eso es el crecimiento del uso de PGM más orgánicos y amigables con el medioambiente, como la copa menstrual, las toallas lavables o la ropa interior específica -como Freeling, con una tecnología que permite una gran absorción.
En Argentina se generan anualmente 13.200 toneladas de residuos de gestión menstrual y Barros señala que “son las personas de las zonas populares las que viven cerca de los basurales o de donde se inunda por el suelo desgastado y sufren las consecuencias de la emergencia climática. Por eso en los grupos comenzamos a visualizar que las toallitas industriales son a base de la pasta pluf, producto del pino, que las plantaciones del pino desgastan los suelos y además propicia los incendios forestales por los químicos que lo componen. Son 132 mil toneladas mensuales…”, afirma.
“Los productos descartables tienen un doble impacto: generan contaminación ambiental y uterina. Además, insumen una infinidad de recursos naturales para su producción”, dice Carbajal, que resume el asunto con el concepto de doble contaminación: “territorio tierra y territorio cuerpo”, por lo que el activismo menstrual y el ambiental están íntimamente relacionados.
“Hay que planificar y ejecutar políticas públicas que reconozcan el problema a gran escala, pero que puedan responder localmente, donde se considere el derecho, pero también el deseo de los cuerpos menstruantes de cómo quieren gestionar su sangrado. Eso es un enfoque feminista en gestión menstrual: considerar el deseo y el placer, como ejes centrales de estas políticas”, propone Carbajal.
Menstruar es un proceso orgánico y personal. Pero también menstruar es político y hay que repensar y rearmar un entramado que considere la educación, la economía, la salud y el medio ambiente.
at Valeria García Testa
Accedé a los beneficios para suscriptores
- Contenidos exclusivos
- Sorteos
- Descuentos en publicaciones
- Participación en los eventos organizados por Editorial Perfil.
Comentarios