Puede parecer un concepto impreciso, difícil de aprehender: ¿qué será eso de “los cuidados”? ¿Cómo se vinculan los cuidados con la agenda por la igualdad? Tal vez una manera de acercarnos a esa idea sea pensar en términos de nuestra vida cotidiana. La forma en que organizamos nuestros tiempos, los recorridos que hacemos día a día y la trayectoria que construimos a lo largo de los años se definen, en gran medida, por el modo en que logramos resolver las actividades rutinarias, imprescindibles, inadvertidas de nuestra vida de todos los días.
Cómo se organiza la familia en el descanso, la alimentación, la educación, la contención emocional, el cuidado de la salud, la crianza, el acompañamiento de nuestros mayores, los tiempos de ocio y del propio cuidado, todo esto está condicionado por la composición de nuestras familias, la red de vínculos afectivos y los recursos materiales y simbólicos con que contamos. Y , para la mayoría de las mujeres, esos recursos no son demasiados.
¿Por qué? Porque la gran incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no vino acompañada de una redefinición de los roles de mujeres y varones en la vida privada, de ni una redistribución de las tareas de cuidado al interior de las familias. La falta de servicios públicos para el cuidado (como espacios para la primera infancia, escuelas de doble escolaridad, servicios de acompañamiento para personas mayores, etc) resultan en la privatización de esas funciones en las familias. Y dentro de las familias esto recae principalmente en las mujeres.
Las distintas expectativas sociales condicionan nuestras elecciones. Y desde el inicio de los tiempos, las tareas de cuidado siguen siendo asumidas prioritariamente por las mujeres. Son casi 7 horas diarias que dedicamos al cuidado de manera directa o indirecta. Aun con las mismas obligaciones, los varones dedican poco más de 3 horas a esas mismas tareas. Esto tiene un impacto en las posibilidades de empleo y de generar ingresos, que son menores en las mujeres. Implica una inserción laboral más limitada, con impacto en la autonomía económica y también en los sueños que se moldean desde la adolescencia.
Por eso, para crecer y desarrollarnos como personas libres, pero también para que el país logre el desarrollo económico y el bienestar social que anhelamos, poner en marcha políticas de cuidado es indispensable. Políticas que puedan responder a las necesidades de las familias que somos hoy, no ancladas en los modelos en los que ya no nos reflejamos.
Natalia Gherardi Directora Ejecutiva de ELA – Equipo Latinoamericano de Justicia y Género
at Redacción Marie Claire
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