Este Día Internacional de las Mujeres nos encuentra ante un contexto nuevo y desafiante. Las mujeres volverán a hacerse escuchar, pero lo harán en un escenario diferente: un canto de sirenas ensordecedor – o más bien silenciador- apunta a deslegitimar la lucha por la conquista de derechos e igualdad.
Estos discursos son pronunciados por una amplia variedad de actores, desde personalidades políticas hasta organizaciones mediáticas. En la base de toda esta retórica se halla la peligrosa idea de que algunas personas son menos humanas que otras; o lo que es igual: hay argentinas de bien (y en defecto, argentinas que no). Todo este entramado discursivo es también una política de demonización de las defensoras de derechos, que se apoya en argumentos que contribuyen a la construcción de un mundo más fragmentado, más desigual e inseguro.
Las redes sociales se convirtieron en la caja de resonancia de ese canto de sirenas. Crecen allí los discursos que demonizan la lucha de las mujeres. Con la velocidad de lo viral, se reproducen en el entorno digital ideas tóxicas que culpan al feminismo de casi todos los males que aquejan al país, incluyendo los problemas económicos, sociales y, la decadencia moral.
Parte del gobierno en Argentina se refiere a este fenómeno como la “batalla cultural”. Sin dudas, es un buen momento para repensar el modo vertiginoso en el que la agenda feminista creció durante los últimos años, alcanzando grandes logros como la sanción de la Ley de Interrupción voluntaria del embarazo en 2020.
En ese marco, es posible que hayan existido algunos desaciertos. Tal vez, las defensoras de derechos nos enfocamos mucho en lograr nuestros objetivos y deberíamos, por momentos, haber hecho una pausa para pensar cómo dialogar mejor con algunos sectores que están alejados de los feminismos. De este modo, es probable que se haya perdido de vista lo importante que es hablar a la mayoría de la sociedad; porque en definitiva los intereses que representamos son los de más del 50% de la población, que son las mujeres.
Así, el feminismo es etiquetado hoy, con excesiva facilidad, como una agenda de élites, de minorías o de grupos que bien podrían pertenecer a la “casta”; cuando en verdad los intereses que se defienden son los de las mayorías. Porque cada vez que decimos “vivas y libres nos queremos” hablamos de nuestras hermanas, tías, amigas, abuelas. Pero esas consignas quedaron hoy a la sombra de discursos que demonizan la lucha e intentan dar marcha atrás con los logros conquistados.
Pero esto no solo sucede en Argentina. En Amnistía Internacional notamos un cambio especialmente evidente en Europa y Estados Unidos, donde proliferan narrativas que promueven la política de demonización.
En muchos casos, estas narrativas han sido explotadas por los gobiernos en el poder para distraer la atención, evitar hablar del crecimiento de la pobreza, y redirigir la ira y el descontento social, resultante de la desigualdad, hacia discusiones individuales. También es una estrategia de ciertos líderes políticos para consolidar su electorado y solidificar el apoyo popular.
La lucha contra la llamada “ideología de género” como un significante vacío fue utilizada por gobiernos nacionalistas, populistas y antidemocráticos de derecha, partidos políticos liberales, think tanks conservadores y otros actores antigénero en y de Polonia, Kazajstán, Hungría, Turquía y muchos más países. En algunos lugares, los blancos de estos ataques pueden ser las personas migrantes, minorías religiosas o grupos racializados. En Argentina, las mujeres feministas son hoy uno de los sujetos demonizados. Y mientras la demonización crece, se reprimen las voces disidentes.
Por eso en este Día Internacional de las Mujeres queremos recordar que nuestras demandas son reales. Los cantos de sirena no podrán callar nuestras voces. Poner en evidencia la política de demonización es un paso importante para desarmar las estrategias que apuntan a deslegitimar los reclamos por un mundo más justo y menos violento.
Mariela Belski. Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.
at Mariela Belski
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