Por primera vez en muchos meses (tal vez años), Angie Landaburu se permitió parar. La situación de pandemia y cuarentena que tiene al mundo en vilo la hizo recluirse junto a su marido Tomás Eurnekian en su departamento de Miami. Y así, aunque no pudieron embarcarse en su luna de miel, la pareja sí pudo sacar el pie del acelerador y conectarse con la intimidad del tiempo juntos, ese que entre tantos viajes a veces les resultaba escaso. “Nunca habíamos tenido el momento para frenar, procesar y disfrutar de todo eso que habíamos vivido”, sostiene Angie, refiriéndose a su fabuloso casamiento para 500 personas en noviembre pasado. Por estos días, con el recuerdo aún fresco de la boda pero también de una gran temporada en Punta del Este y viajes a las semanas de la moda de Nueva York y París, finalmente puede disfrutar de su nueva casa. Y aunque en Estados Unidos la vida de a poco está retornando a su ritmo normal, ella sigue en plan de reconectar con su costado más casero y sencillo.
Crear su refugio
Desde los 18 años, la de Angie es una vida con un pie permanentemente en un avión. Modelo (aquí es parte del staff de Lo Management e internacionalmente de Elite Model), asistente asidua a las fashion weeks del mundo e influencer con más de medio millón de seguidores, solía apreciar el vértigo de estar siempre en movimiento.
Estos meses de fronteras cerradas, sin embargo, la encontraron convirtiendo su nueva casa en su refugio frente a los tiempos que corren. Entre otras actividades, revalorizó la cocina, volviendo un hábito el testear nuevas recetas y tratar de comprar ingredientes sanos y orgánicos. “Al principio lo tomé como una manera de generar una actividad extra, pero ahora también me parece un mimo a la pareja”, relata. Su vestidor, otro de los puntos fuertes del departamento, también logró especial dedicación, con un orden que incluyó separar toda la ropa por color. “Con mi marido siempre decimos que cada uno tiene sus puntos de negociación en la pareja. ¡El vestidor fue el mío!”, ríe.
Aunque tal vez lo que más aprendió a apreciar en estos meses fue el privilegio de su vista al mar. Y así, en lugar de levantarse y salir corriendo, comenzó a tomarse el tiempo de mirar. A darse el espacio para sentarse a contemplar el agua, abrir un libro o simplemente reflexionar. “Encontrarte de la nada con proyectos cancelados e incertidumbre puede ser frustrante. Pero a los pocos días empecé a darle lugar a esta introspección y a la posibilidad de conectarme más con mi pareja”, cuenta.
Aunque elegida como sitio de residencia por sus posibilidades laborales, Miami le aportó a Angie mucho más aún. “Me abrió la cabeza. Conocí una ciudad nueva, pero en especial gente distinta, ajena a los círculos en los que siempre crecí”, ilustra. Además, le despertó las ganas del contacto con la naturaleza, disfrutando de la playa y la vida al aire libre de forma cotidiana, y aprovechando para salir a navegar cada vez que puede. En su vida precuarentena este podía ser un gran programa de sábado o domingo, en tanto sus días de semana se repartían entre reuniones relacionadas con la industria de la moda internacional hasta alrededor de las 16 y luego seguir conectada con Argentina y sus posibilidades de trabajo aquí. “Me apasiona lo que hago y puedo trabajar muchas horas seguidas”, cuenta, hoy enfocada en la posibilidad de lanzar algunas colecciones cápsula y hasta incursionar en la televisión.
Estilo propio
Clásica y femenina pero siempre con un guiño a las tendencias, el estilo de Angie no solo es apreciado por su gran mayoría de seguidores argentinos, sino que ha sido destacada en portales internacionales por sus looks en los eventos de moda. Algo que la enorgullece especialmente porque siempre viste marcas argentinas. “Me importa mucho, porque es una vidriera al mundo. El diseño argentino tiene fuerza y suele ser elogiado”, dice. Entre sus marcas de cabecera destaca JT, Valentina Karnoubi y Gaucho Buenos Aires, aunque en alta costura no puede dejar de mencionar a Gabriel Lage, creador de su vestido de novia.
Las tendencias actuales que más le interesan, sin embargo, no se inscriben en estilos, sino en una cuestión de filosofía. La moda sin género es uno de los movimientos que más apoya. “Me gusta la idea de que cada uno pueda usar lo que sienta cómodo. Que un hombre se anime a un pantalón de cuero y una mujer a un blazer masculino. No es solo ropa, arrastra un montón de sentimientos y aceptaciones”, apunta. A la vez, cuenta que sigue con interés el camino de la moda sustentable y que le encanta que repetir vestidos esté bien visto. “Cuando me enamoro de una prenda me gusta usarla muchas veces. En Instagram muestro mucho cómo con un solo ítem podés armar diferentes looks”.
Y es que su versión para los íntimos, relata, es mucho más sencilla y con los pies en la tierra de lo que su cuenta a puro viaje y lujo haría suponer. “En casa no estoy nunca con el teléfono en la mano, y si invito amigos recibo en pijama”, confía. Muy compañera de su chihuahua Alaïa, cuida tanto quien entra en éste, su refugio, como quien lo hace en su vida.
at Vicky Guazzone di Passalacqua
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