Hoodie: cuando una prenda se convierte en un estandarte contra el racismo (Unsplash)

SIMBOLISMO PURO | 10-06-2020 11:40

Hoodie: cuando una prenda se convierte en un estandarte contra el racismo

Asociado a la cultura del hip hop, se ha transformado en el ítem que la comunidad afroamericana utiliza para alzar sus voces y magnificar sus mensajes de protesta. El asesinato de George Floyd no quedó ajeno.

Vicco García

Un grupo de jóvenes se junta en una casi olvidada esquina neoyorquina a pasar el rato mientras suena "A better tomorrow" de Wu-Tang Clan en alguna vieja, pero inmaculada ghetto blaster. Alguien mira de reojo y no distingue más que figuras encapuchadas que a grandes rasgos parecen ser iguales. Retratos casuales, corrientes y diarios que enmarcan más de lo que a simple vista se ve, pero que es más que evidente: las entrañas de las calles gestan cultura y sus mensajes sólo llegan a aquellos que "miran bien". Mensajes que están al alcance de todos pero que unos pocos “entendidos” descifran. Es que el “hoodie” (o buzo con capucha), que podría parecer una prenda "común", sin mucho que decir, es en realidad uno de los ítems contestatarios más relevantes y ha sido adoptado por la comunidad afroamericana para alzar sus voces y magnificar sus mensajes de protesta contra la discriminación y el odio racial.

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La firma "Champion Products", que abrió sus puertas en 1919 bajo el nombre de "Knickerbocker Knitting Company", es la responsable de haber fabricado el primer “hoodie" a principios de 1930s. Lejos estaba de ser un diseño a la moda. Harold Lipson, un ex presidente de Champion, adjudicaba la decisión de incorporar la capucha al "buzo", a las necesidades que presentaban los trabajadores y atletas de abrigarse durante los crudos inviernos. 



El primer salto se dio cuando los miembros de los equipos de atletismo de varias universidades y escuelas secundarias comenzaron a prestarle esta "novedosa prenda" a sus novias, quienes lo sumaron a su estilo personal de forma casi inmediata. Para la década del 50, el “hoodie” ya era un must total por lo que los jóvenes de Manhattan y alrededores (incluso gran parte de USA) lo usaban como un sello personal.

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Llegaron los setenta y la cultura del hip hop y el graffiti se adueñaron de las calles. Grupos de adolescentes de diferentes barrios marginados comienzan a dejar su huella en los vagones de trenes y las paredes de cada rincón del Bronx, Queens, Harlem o Brooklyn, da igual. La premisa es "causar impacto con el mensaje" en cada superficie que se presente. Por supuesto que esta práctica no estaba permitida por la ley, por lo que en el marco de la ilegalidad, era fundamental "mantener un bajo perfil". No sólo a la hora de adoptar un alter ego para firmar su arte, sino también para esconder sus identidades. El “hoodie” era la solución.



Otra escena común era la de los DJs que giraban sus bandejas en parques comunitarios mientras aspirantes a MC's rimaban sus mejores barras ante una multitud sedienta de “knowledge”. Momento ideal para que los "Stick-up-kids" entraran en acción a hacer de las suyas. Una vez más, la capucha servía para que mientras se mantenían en el anonimato pudieran robar alguna que otra pieza de valor y luego perderse en el tumulto. A la par, llegaron los "break dancers" (originalmente llamados B-boys) que las usaron para mantener sus cabezas "calientes" minutos previos a girar en el piso. 



Ante la popularidad indiscutible que ganó el “hoodie”, diseñadores como Tommy Hilfiger y Ralph Lauren encontrando inspiración en esta moda que se originó gracias a lo más "duro" del street y la casi marginalidad. La industria de la moda siempre ha mantenido su mirada fija sobre las tendencias que surgen de las escenas de las subculturas, y los diseñadores tienden a acceder a ellas como una clave para capturar el espíritu de la época en la que vivimos.

Cabe destacar, por el contrario, el fenómeno que se desprendió del culto “a la firma del caballito” y que dio inicio a la subcultura de los "Lo life": pandillas conformadas por jóvenes que con sus aspiraciones de pertenecer a los nichos sociales más acaudalados y de elite, estaban obsesionados con la ropa Polo. Después de todo, el “sueño americano” estaba lejos de su alcance, pero al acceder al “lujo americano”, adueñárselo y reformularlo, todo parecía más cercano. No sólo tener dichos ítems era lo importante, sino el hecho de entrar a la tienda y robarlos. Fue así como pandillas organizadas cruzaban el Hudson River en tren para llegar a Manhattan y realizar saqueos en masa. A estas alturas, cada una de las prendas pasaban a ser una especie de trofeo del que se pavoneaban en cada encuentro grupal en el que "comparaban" sus motines. 


Con los 90s se gestó el rap gangsta y con esto el nacimiento de grupos duros como Wu-Tang Clan, en la costa Este, y N.W.A y Cypress Hill, en la Oeste. En sus letras se veía reflejado el estilo de vida violento de las zonas menos favorecidas de sus ciudades natales, así como también las injusticias que vivían a diario en manos de las autoridades policiales. Asimismo, estos grupos desarrollaron un código de vestimenta propio. No es casual que la tapa del disco debut de los oriundos de Staten Island, "Enter the Wu-Tang (36 Chambers)", de 1993, sea un fiel homenaje al “hoodie”.

El acoso sistemático de policía y la mirada crítica de la sociedad a estos grupos minoritarios, hicieron que esta prenda con capucha se convirtiera de la manera de "pasar desapercibidos" a un estandarte que les brindaba identidad propia. Y un nuevo simbolismo, ya que el sportswear utilizado para la vida diaria sugiere la distancia sustancial que existe del “traje de oficina”. La cultura del rap celebra esta resistencia, ya que narra la experiencia de la exclusión social en primera persona.
 

"El buzo con capucha representa un nuevo simbolismo y usarlo a diario marca la distancia sustancial que existe del uso del traje de oficina. La cultura del rap acompaña ya que celebra la resistencia y narra la experiencia de la exclusión social en primera persona."
 


El asesinato de Trayvon Martin en 2012 fue el inicio del movimiento "Black lives matter". El joven afroamericano de 17 años murió tras un disparo de George Zimmerman, un capitán de vigilancia de un barrio de Florida, que fue absuelto en 2013. No es casual que lo que sentenció la muerte de Martin fuera justamente el uso de un buzo con capucha.

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La indignación masiva hizo que cientos de personas se manifestaran bajo el mismo lema y fue entonces que LeBron James inmortalizó en sus redes sociales un poderoso mensaje anti-racial que una vez más tendría "a las capuchas" como referente de protesta.



El jugador se mostró usando “hoodies” junto a sus compañeros de equipo de “Miami Heat”, dejando de lado que la NBA durante los últimos años había prohibido el uso de dicha prenda durante los partidos, las conferencias de prensa e incluso cualquier evento relacionado. Un código de vestimenta impuesto por el comisionado de la NBA, David Stern, al comienzo de la temporada 2005, como medida para que liga se vea "un poco menos gangster y un poco más elegante", tal como resumió The New York Times.


Ocho años más tarde, tras el asesinato de George Floyd, fue su amigo, el exbasquetbolista Stephen Jackson el que se mostró con un hoodie con la leyenda “Rip George Floyd”. Una vez más la ropa vuelve a convertirse en ese preciado ítem que comunica, que protesta y que tiene mucho para decir, más allá de lo que se ve a simple vista. Hasta Brad Pitt fue fotografiado en Los Ángeles luciendo un buzo con capucha con la cara del fallecido Floyd para de esa forma, sumarse a la causa y enviar un poderoso mensaje a nivel internacional.


El uso de “las capuchas” en este contexto, presume una basta y poderosa historia detrás, de la cuál la comunidad afroamericana es consciente y lleva impregnado en su ADN: la de la lucha constante, la de la supervivencia y necesidad de ser reivindicados en una sociedad que les debe, en principio, respeto, igualdad y un gran pedido de disculpas.