Milan Fashion week. (Roger Vekstein)

Moda | 29-09-2025 09:56

Semana de la Moda de Milán SS26: del adiós a Armani a los relevos creativos que marcan el futuro

La pasarela milanesa cerró con el homenaje a Giorgio Armani y estrenó etapas para firmas como Versace, Bottega Veneta y Jil Sander, en una edición marcada por debuts, experimentación y momentos virales

Andrea Arzola

Milán recibió la primavera-verano 2026 bajo una lluvia persistente que no logró apagar el pulso de una de las semanas más cargadas de expectativa de los últimos años. En el calendario coincidían el adiós definitivo a Giorgio Armani, nuevos capítulos para casas históricas como Versace y Bottega Veneta, y colecciones que buscaron menos espectáculo y más coherencia estética. Fue una edición donde la moda italiana habló de herencia y renovación con la misma intensidad.

La semana abrió con Fendi, donde Silvia Venturini Fendi demostró que un siglo de historia no es un lastre, sino un archivo vivo. Su colección se movió entre la funcionalidad y la sofisticación, con prendas que se transformaban en tiempo real: vestidos modulados con cordones visibles, sastrería relajada y una paleta medida que iba del blanco nítido al azul petróleo.

 

 

En paralelo, Diesel renunció a la pasarela tradicional y convirtió la ciudad en escenario con su “huevo transparente”: 55 looks encerrados en cápsulas repartidas por Milán que cualquiera podía descubrir. Una manera literal de abrir la moda al público y de generar conversación más allá de las butacas reservadas.

La lluvia seguía cuando Jil Sander presentó una colección que devolvía la casa a su esencia minimalista. Simone Bellotti optó por líneas puras y siluetas relajadas, alejándose del maximalismo de temporadas anteriores. “Volver al producto real”, dijo el diseñador, y esa fue una frase que resonó en toda la semana.

En Prada, Miuccia Prada y Raf Simons propusieron prendas que se adaptan y cambian, como si la moda necesitara ser más flexible frente a un mundo incierto. Transparencias, capas de colores contrastantes y una sastrería casi arquitectónica confirmaron que la casa sigue marcando la conversación estética de Milán.

 

 

Etro, con la voz en directo de La Niña como banda sonora, presentó una colección donde paisleys, flecos y estampas superpuestas se movían con naturalidad, como si Marco De Vincenzo hubiera dejado de demostrar que conoce el archivo para empezar a trabajarlo con confianza. La pasarela fue un fluir de texturas y capas donde crochet, encajes y organza convivían con sastrería ligera y sombreros tipo pirata que añadían un toque teatral.

 

 

Roberto Cavalli, bajo la dirección de Fausto Puglisi, abrazó el oro como estética y metáfora. “Gold Obsession” fue su colección más opulenta hasta ahora: vestidos fluidos con plisados trompe-l’oeil, denim experimental con brillos metálicos y accesorios dominados por la serpiente, símbolo histórico de la casa, que aparecía en tacones, joyería y bolsos.


Para el cuarto día llegó el debut de Dario Vitale en Versace, uno de los momentos más comentados. En lugar del glamour pulido de Donatella, el diseñador presentó una colección audaz, con denim de cintura baja, colores saturados y una sensualidad directa, casi descuidada, que recordaba al espíritu irreverente de Gianni Versace en los noventa.

Por su parte, Louise Trotter en Bottega Veneta trabajó el intrecciato -la técnica de trenzado que define la identidad de la casa- en prendas que mezclaban rigor y ligereza: gabardinas con terminaciones en cuero tejido, vestidos con aberturas inesperadas y una paleta dominada por neutros con toques de amarillo ácido. Fue un debut que priorizó la elegancia, la coherencia y la técnica por encima del espectáculo.

Antes incluso de que comenzara el desfile, Dolce & Gabbana ya había logrado acaparar la atención mediática. Meryl Streep y Stanley Tucci aparecieron en primera fila caracterizados como Miranda Priestly y Nigel para rodar una escena de The Devil Wears Prada 2. 

 

 

Cuando por fin comenzó la colección, la propuesta no se dejó eclipsar por el cameo cinematográfico: pijamas de rayas con pedrería, batines de seda sobre sujetadores lenceros, americanas oversize y zapatillas planas de pelo crearon una estética de lujo relajado, con ese exceso mediterráneo propio de la casa pero reinterpretado con un aire más íntimo y desenfadado.

En Ferragamo, Maximilian Davis miró a los años veinte con vestidos de tiro bajo, flecos y estampas animales reinterpretadas en clave contemporánea. Fue una colección contenida pero con guiños claros al glamour histórico de la casa.

La Semana de la Moda cerró con el homenaje a Giorgio Armani en la Pinacoteca de Brera. Bajo un patio iluminado con velas y al ritmo de un piano en directo, su última colección recorrió sus códigos más puros: sastrería desestructurada, tonos neutros y la ligereza que convirtió su estilo en un lenguaje global. Cate Blanchett, Richard Gere y Lauren Hutton encabezaron una primera fila cargada de memoria. Tras el desfile, los invitados recorrieron la exposición Per Amore, que conecta su obra con la tradición artística italiana. Fue un cierre sobrio, casi íntimo, para un creador que cambió la moda sin necesidad de gritar.

 

 

 

Entre el archivo y lo que depara el futuro

Esta edición de Milán dejó un mensaje claro: las casas históricas ya no buscan solo impacto inmediato, sino profundidad y consistencia. Versace probó que la sensualidad puede actualizarse sin perder identidad; Bottega Veneta demostró que la técnica sigue siendo su mayor lenguaje; Cavalli defendió el exceso con orgullo; y Armani, incluso en su despedida, recordó que la elegancia puede hablar en voz baja y dejar huella.

El color, la adaptabilidad de las prendas y la convivencia entre archivo y modernidad marcaron una temporada que, más que perseguir titulares, parece haber buscado sentido. Y en la moda, eso también es una forma de revolución.