Este año se cumplen diez años de vida de la fundación Marianne, una asociación civil integrada por francófilas argentinas y francesas apasionadas por la Argentina. El objetivo inicial de fomentar intercambios comerciales entre Francia y nuestro país a través de mujeres de negocios fue, con el tiempo, enriqueciéndose con los aportes de cada socia.
Hoy liderazgo y empoderamiento, pero también amistad y celebración de la vida, son parte de la esencia de esta red de mujeres.
Las Marianne son más de 140 y si bien tienen carreras y edades diferentes, todas cuentan con lazos familiares, culturales o profesionales con Francia. Cada año suman mujeres y hombres a sus proyectos para generar mayor impacto en acciones en pos de la diversidad, la paridad de género y la mixtura.
Pionera en vincular a mujeres emprendedoras, la asociación se replicó en otros países de la región y se extendió como un puente a Francia para potenciarse y profundizar su mensaje. Desde Marie Claire, tuvimos la suerte de conocer en profundidad a tres de ellas:
ÉVE GRYNBERG
“Soy francesa, parisina y hace 25 años que estoy acá. Llegué a los 33 con mi hija de un primer matrimonio y por amor a un argentino, que luego sería mi marido y el papá de mi segundo hijo, dejé mi país.
En París trabajé 10 años en Marie Claire en lo que hoy se llamaría activaciones para anunciantes. Aquí, enseguida trabajé en L´Oréal y creé el club de fidelidad My Lancôme. Después, mientras trabajaba en Mimo conocí a quien iba a ser mi socia en Marketing de autor. Con ella produjimos acciones como la Semana Francesa en Argentina y empecé a hacer muchas cosas para compartir la cultura francesa con los porteños.
En 2010 me invitaron a participar en la fundación de la asociación Marianne. Dos años después tuve mi segundo divorcio, fue muy difícil y comprobé lo importante que es tener una red de contención. Así que le di mucho a las Marianne. Por 7 años integré la comisión directiva y armé el Club Marianne que son experiencias donde el uniforme de la profesional se queda afuera, nos escuchamos y somos mujeres con sueños.
Ahí se empezó a formar algo parecido a la sororidad. Fuimos precursoras en cuanto a asociación de mujeres emprendedoras y en relación a esto creé el Premio Marianne para destacar a una argentina audaz emprendedora.
Todo este tiempo me fui reinventado. Ese es el placer de vivir en Argentina, no tenés límite. Hice radio, televisión, escribí con otras mujeres un libro de cuentos eróticos, tuve un restaurante a puertas cerradas. Hace cuatro años fui abuela y Emma, que es una chiquita impresionante, me reconectó con la creatividad.
Tengo una formación en Administración de Empresas pero siempre quise ser artista. Pinto mucho con mi nieta y le saco millones de fotos. No hay un día que no saque fotos. Mi primer novio fue fotógrafo, estudié fotografía en Estados Unidos, estuve vinculada a ella en Marie Claire, Lancôme y Mimo e hice workshops.
El ojo lo tengo educado desde mis 13 años y me dije ‘yo soy fotógrafa’. Siento que tengo la capacidad de conectarme y de hacer el bien a una mujer a través de mis sesiones fotográficas. Porque no sólo la retrato, le encuentro su belleza. Toda mujer tiene una belleza interior. Mi trabajo de fotógrafa tiene algo de Cachemir Experience, que es mi productora de eventos que ya tiene 4 años.
Hacemos experiencias, casamientos y eventos chiquitos para clientes VIP de bancos o empresas. Cuando mi clienta viene a sacarse fotos organizo el maquillaje, el perfume, lo que le voy a dar de tomar o comer o cómo la voy a envolver con energía y es una experiencia casi 360. Y al entregar las fotos hago un Carnet d’ images donde las edito como una nota editorial, esos son mis años de revista femenina. Si bien cuando me reinvento aparentemente empiezo de cero, en realidad no es cierto. Veo un hilo conductor en mi vida y todo lo que hice lo estoy aprovechando al día de hoy”.
GILBERTE BEAUX (90)
“Empecé a hacerlo por mis nietos, para que conozcan la historia de su abuela, pero apenas comencé a escribir mis memorias varias de mis amigas y familiares –sobre todo mi hija- comenzaron a preguntarme: ‘¿por qué no lo hacés en forma de libro?’. Así se iniciaron una serie de conversaciones informales con sellos franceses y finalmente la reconocida Editorial Fayard se mostró interesada en la publicación de Una mujer libre, editado acá por Libros del Zorzal.
Me llevó varios años escribir esos 11 capítulos y en todo momento tuve una misma premisa en mente: transmitir que no existen los imposibles y que todo puede suceder cuando tenemos verdadera voluntad y confianza en nosotros mismos.
En mi vida atravesé muchas experiencias diferentes, muchos desafíos. He trabajado más de 60 horas semanales, casi sin tomarme vacaciones y disfrutando mucha cada etapa, aún las más difíciles. Aquí me han apodado “la banquera”, “la francesa de rasgos prusianos” y han hecho mucho hincapié en mi dureza a la hora de negociar, sin embargo yo creo que supe combinar flexibilidad y decisión en cada una de esas instancias, un equilibrio no muy sencillo de lograr.
A nivel personal he atravesado diversas pérdidas y crisis.
La primera de ellas, cuando falleció mi padre, en 1939. Sí, el mismo año que éramos reducidos al duelo y a la pobreza (ya que un tío se apropió de todas las acciones de la empresa de mi padre), comenzaba en Europa la Segunda Guerra Mundial… Fueron años espantosos. ¿Cómo olvidar la dificultad para alimentarnos, las colas sin fin en las que nos turnábamos con mi hermano desde la medianoche hasta el mediodía para obtener unas galletas de castañas y azúcar falsa?
De todo eso hablo en mi libro y también de Édouard Beaux, mi compañero de vida por más de 45 años, a quien lamentablemente perdí en 1995. Era realmente un caballero muy especial, hijo único de Ernst Beaux, el célebre nariz y perfumista que inventó Chanel N° 5 y con él, la perfumería moderna. Ernst era un hombre muy difícil, francamente lo era. Llegó a tener una vida excepcional, es cierto, pero pagó -e hizo pagar a sus afectos- un precio emocional muy alto por ello…
Mi marido también fue nariz y, sobre todo, un amante de los viajes y los idiomas. Hablaba francés y ruso a la perfección, de hecho, fue traductor de Tolstoi y Dostoievski.
Fue gracias a Édouard que me instalé en Argentina. Él se enamoró de las estancias de este país, en particular de Rincón de Luna, la estancia que terminamos comprando en Corrientes, cercana a los Esteros del Iberá.
Le debo mucho a mi esposo. Me permitió siempre continuar con mi carrea sin ponerle frenos de ningún tipo. Si bien nunca me definí como feminista, es indudable que como mujer siempre tuve que dar más pruebas que el resto. Siempre fue así, sobre todo en el mundo de las finanzas y las grandes empresas. Todavía recuerdo cuando un ejecutivo me dijo: “Perdón pero no puedo trabajar con vos. Prefiero renunciar antes que seguir las órdenes de una mujer”. Pobre, él se lo perdió…
MARIE SINIZERGUES (44)
“Llegué de Francia hace 20 años por seis meses y jamás imaginé que me iba a quedar tanto tiempo. Vine a Buenos Aires por un intercambio de la Facultad de Arquitectura de la UBA, me faltaba un año para ser arquitecta.
Antes de venir ya me interesaba el tango, que no lo conocía para nada pero sí había bailado muchas otras cosas desde chiquita. En 1999 con el cambio 1 a 1 era carísimo vivir acá, así que fui a los clubes de barrio donde daban clases gratis y aprendí un tango bien auténtico. Recorrí todas las milongas y empezó a ser una parte importante de mi vida, tanto como la arquitectura. Fue una de las cosas que me atrajo a volver varias veces a Buenos Aires.
Después de una experiencia más larga acá decidí regresar a Francia y justo antes de irme conocí en una milonga a quien luego sería mi marido. Con los años nos casamos, armamos una familia, tenemos tres chicos chiquitos, niños franco-argentinos en su modo de vida, en sus idiomas, en su cultura. Y mi marido, que tiene alma de emprendedor, después de comercializar zapatos de tango me dijo ‘yo quiero armar mi marca’.
Yo aporté el diseño, la experiencia de bailar hace veinte años, la elección de los materiales y la combinación de colores que viene de mi profesión. La marca se llama Lunatango y tenemos un showroom en Boedo, que es un barrio muy tanguero.
Desarrollarme como arquitecta acá fue un desafío porque cuando una llega no tiene contactos de clientes, ni de proveedores, ni de colaboradores. Eso toma tiempo y fue bastante difícil, más de lo que yo pensaba. Pero tuve buenas oportunidades y realicé para clientes argentinos, franco-argentinos y de otros países proyectos de reformas, reciclajes y restauraciones. Entre ellos la Alianza Francesa y la Embajada de Francia y el Consulado, donde trabajé con dos socios argentinos.
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Cuando llegué hace 20 años quería estar solamente inmersa en el mundo argentino. Y después fue al revés, fui intentando equilibrar mi vida franco-argentina en todos los aspectos. La asociación Marianne me aporta muchísimo en amistades y en contactos franco-argentinos. Yo empecé al final del primer año y desde el año pasado soy vicepresidente. Cada una vive las Marianne a su manera, para algunas es solo una red de contacto potencial o la oportunidad de algunos encuentros más formales con la Embajada de Francia y para otras es un grupo de amigas.
Yo soy de París y vuelvo cada año. Cuando voy lo primero que me dicen es que ahora tengo acento castellano cuando hablo en francés, pero haciendo un esfuerzo se me va. A mi marido le pasa al revés, tiene acento francés cuando habla en castellano. Pienso que en Argentina logré un lindo equilibrio entre poder formar una familia, un matrimonio feliz, mis tres hijos, una linda casa, un emprendimiento y mi profesión de arquitecta. Pero tampoco sé si me voy a quedar acá siempre, no me imagino sin volver a vivir en Francia”.
PRODUCCIÓN Y ENTREVISTAS EN COLABORACIÓN CON MARÍA INÉS VITURRO.
FOTOS: JOSÉ TOLOMEI
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