Thursday 25 de April de 2024

SOCIEDAD | 10-06-2020 20:10

“Crianza respetuosa”, un paradigma posible para esta cuarentena

Noelia Schulz es una de las autoras de No tan terribles, un flamante libro que promueve la creación de “vínculos saludables con menos frustración y más alegría” con los más chicos, un tema fundamental en este tiempo de encierro. Hablamos con ella sobre ese paradigma, los retos y castigos del “adulto centrismo” y mucho más.

A todas y todos la frase nos suena muy familiar, es cierto, y es por eso que enseguida capta la atención su intento de desarmarla. ¿Quién no pronunció o escuchó alguna vez la sentencia: “Mi hijo/a está terrible”? Más aún, ¿quién no extremó su uso durante este tiempo de cuarentena?

Lo interesante es que ese acto “casi reflejo” y a su vez estigmatizante es el disipador del flamante libro No tan terribles (Planeta) que escribieron a seis manos la pediatra Adí Nativ, la psicoterapeuta Ivana Raschkovan y la comunicadora social Noelia Schulz, que además dirige la Asociación Civil Red de Crianza y creó la primera escuela de porteo del país.

¿Qué es el porteo? La práctica de llevar con mucho contacto a los hijos, ya sea en fulars o porta bebés.

Amante de estos temas y clarísima para exponer y responder preguntas, Noelia aceptó hablar con nosotros sobre el libro y sobre los conceptos, consejos y caminos que nos pueden ayudar a enfrentar los desafíos de la crianza de manera más alegre y feliz.

-Para empezar, ¿es efectivamente durante la primera infancia cuando más usamos esa palabra famosa, “terribles”?

-Sí, suele ser el momento del ciclo vital en el cual más se utiliza, aunque no sería exclusiva. La etapa que podríamos llamar preescolar recibe etiquetas del tipo "terrible", y los niños y niñas son acusados de "tiranos", "emperadores" y otros adjetivos de este tipo.

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Crianza respetuosa
El libro es una de las novedades editoriales de junio.

-En el libro aparece desde el vamos de una premisa y concepto contundente: la crianza respetuosa. ¿Podrías resumir en qué consiste esa idea?

-Es, ante todo, una posición ética y una cosmovisión. Esperamos que pronto no sea más necesario insistir con el respeto, pero hoy día, en lo que a crianza respecta, cargamos con tradiciones culturales sumamente adultocéntricas.

Es decir, prácticas y formas de relación con las infancias que solo tienen el foco puesto en las necesidades y comodidades adultas. Esto hace que naturalicemos recursos que esconden distintos tipos y grados de violencia. Persisten violencias claras (chirlos, zamarreos, tomar con fuerza a un niño del brazo y arrastrarlo) que son fácilmente reconocibles, pero también hay violencias sutiles, casi invisibles, que también dejan huella en esa persona que está creciendo.

Por ejemplo, ignorar, castigar, poner "en el rincón de pensar", desatender el llanto intencionalmente, humillar a quien se hace pis encima, entre otras.

La crianza respetuosa se basa en el respeto mutuo: los niños y las niñas tienen derechos desde el nacimiento, no son menos ciudadanos que una persona adulta. De hecho, según la Convención del Niño que ya tiene más de 30 años de vigencia en nuestro país, sus derechos son de interés superior. 

Ahora, me parece importante decir qué no es la crianza respetuosa. No es una serie de pautas, mandatos o ítems a cumplir. No es un dogma. No implica la ausencia de funciones claras, ni de reglas de convivencia. Muchas veces se tiende a confundir esto. En la crianza siempre hay una asimetría: la persona adulta cuida, protege, sostiene. Y ese rol no debe desdibujarse nunca.

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-¿Se separan de alguna manera de la llamada “crianza con apego”?

-De algún modo sí, no porque no compartamos muchas premisas, sino porque es un error conceptual y se presta a confusión. Hoy sabemos que todas las personas (exceptuando casos muy patológicos) creamos vínculos de apego con otros a lo largo de la vida. Esos vínculos pueden ser más o menos saludables, por supuesto, pero no existe algo como la "crianza sin apego".

-En el libro hablan de abandonar el paradigma “adultocéntrico” en la crianza. ¿Crees que esta puede ser la idea más resistida por lectoras y lectores?

-No lo sé. Todo cambio de paradigma genera resistencias, así que es posible. Vivimos en un mundo creado a imagen y semejanza del hombre adulto. Esa es la raíz de muchas desigualdades e injusticias y siempre habrá quien se oponga, sobre todo quien detenta los privilegios y se beneficia de ese estado de cosas.

-Ligado a esto último, ¿creés que las nuevas generaciones lo pueden llegar a tener más incorporado eso? ¿Serán los millennials “mejores padres y madres” que sus antecesores?

-No me siento tan cómoda haciendo futurismo, pero esa generación tiene de su lado muchas herramientas que antes no se tenían al alcance. Siendo personas inquietas, que buscan activamente información y utilizan la tecnología para ese fin, estar actualizados y capacitados -al menos en lo teórico- les será más sencillo.

De todos modos, hay algo en la crianza que es del orden contrario a la inmediatez de la tecnología: la crianza es un devenir en el cual se necesita tiempo, paciencia, flexibilidad, disponibilidad. Acompañamos personas en su desarrollo, no estamos corriendo una carrera a ver quién es mejor en esa tarea.

-¿Qué desafíos específicos trajo esta pandemia/cuarentena en la crianza de esa primera infancia?

-¡Muchísimos desafíos! Es una edad en donde la expresión corporal y la necesidad de movimiento están en su máximo apogeo. Necesitan moverse mucho, explorar, conocer, hacer experimentos. Lo más difícil de todo eso es que no miden el peligro, por lo cual las situaciones de riesgo se multiplican.

Por otro lado, la o las personas que cuidan necesitan su red de sostén, que muchas veces está representada por la familia extendida, personas cuidadoras o instituciones educativas. Uniendo ambos factores, tenemos una situación compleja.

Es muy agotador perseguir a un pequeño deambulador y cuidar que no se lastime.

Es una etapa que, además, incluye de por sí desafíos propios respecto del sueño, la alimentación, los estallidos emocionales y otros temas que tratamos en el libro No tan terribles. Todas estas cuestiones se potencian. Tenemos personas adultas cansadas, que tienen que trabajar en sus casas (en forma remunerada, o no, pero siempre trabajan) al mismo tiempo que criar a un niño o una niña que necesita disponibilidad, atención, movimiento, paciencia, tiempo y un montón de cosas que son difíciles de entregar en este contexto.

También sucede que aparezcan los mal llamados "retrocesos": los que estaban dejando el pañal, lo vuelven a pedir; los que iban camino al destete, se aferran a la teta; los que quizás ya dormían en otra cama, piden dormir en la cama grande. Es esperable que eso suceda: es una época de mucho miedo y van a pedir aquello que consideran seguro, aquello que les trae calma. 

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-¿Qué consejos o ayudas podés brindar para paliar esos mayores problemas y desafíos?

-Como personas adultas criando tenemos la responsabilidad de ofrecer un ambiente lo más estable y armonioso posible. Pero no es fácil. Para eso es clave el autocuidado. Por ejemplo, si hay más de una persona adulta en casa, distribuir las tareas en forma equitativa.

También buscar espacios de soledad y satisfacción personal, aunque sean cortos: un baño, una serie, un libro. Tenemos que tener la paciencia entrenada, bajar las expectativas, pensar en cuáles son las prioridades reales del día, no sobreexigirnos. En algunas ocasiones, también es buena idea consultar a un profesional idóneo y pedir orientación a familias para tener más herramientas y un espacio de contención.  

-¿Y hay algo “bueno” de estos tiempos que nos tocó vivir? ¿Mayor tiempo o involucramiento con la crianza quizá?

-Yo creo que hay algo positivo. Incluso algunos niños y niñas lo han puesto en palabras con claridad. Me refiero al tiempo compartido (aunque no siempre es así, porque los y las trabajadoras esenciales han seguido saliendo).

Pero sí, en muchos hogares la familia completa comparte poco tiempo durante la semana y el aislamiento nos obligó a estar adentro y compartir, con todo lo que eso implica. No necesariamente va a redundar en un mayor involucramiento, pero sí es una oportunidad para poner el freno y conectar.

-Vos también sos madre, ¿cómo fue tu experiencia durante este tiempo de encierro?

-Sí, soy madre de un niño que tiene casi 8 años, que ya es otra etapa completamente distinta porque entiende que las personas grandes necesitemos trabajar y colabora en un montón de situaciones. Lo que él extraña no es tanto salir a diario, sino las relaciones humanas. Anhela ver a sus abuelos, amigos, tíos, primos.

Y a mí me pasa lo mismo. El aislamiento me vino a confirmar algo que siempre pensé: lo único verdaderamente irremplazable son los vínculos que establecemos con otras personas.- 

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