Desde el 20 de marzo, ultimo día del verano, nos encontramos en aislamiento social preventivo y obligatorio. Cada 15 días escuchamos cómo se va desarrollando el contagio, las medidas que se van tomando, los números exponenciales de personas infectadas que tendríamos si la cuarentena no se hubiera hecho. Y si, los números reflejan el beneficio de hacer este gran esfuerzo, pero nuestras emociones también comienzan a reflejarlo. Esta nueva etapa de cuarentena terminaría (preferimos hablar en potencial) una vez ya empezado el invierno, es decir, habremos pasado todo el otoño encuarentenadxs. Sabemos que la cuarentena nos sirve para cuidarnos la salud física, pero este loop constante, sin dudas comienza a afectar nuestra salud mental. Posiblemente no a todos nos afecte de la misma forma: todxs estamos en la misma tormenta, pero no todxs estamos en el mismo barco.
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Inicialmente tuvimos que hacer todo un trabajo de “acomodarnos” a esta nueva realidad, puertas para adentro, con distanciamiento social y rutinas laborales, familiares, académicas y escolares en nuestras casas.
Los profesionales de salud mental sabemos que el correlato fisiológico de la incertidumbre, es la ansiedad. Pero con el paso del tiempo, nos fuimos adaptando a esto nuevo y generamos rutinas, seguramente muchxs de nosotrxs nos pusimos a probar cocinar recetas nuevas, o a hacer clases virtuales de yoga, o aprendimos cosas nuevas mediante tutoriales.
¿Pero qué nos sucede cuando cada 15 días nos reafirman que seguiremos así 15 días más? ¿Cómo enfrentamos esta nueva incertidumbre, dónde vemos que pasan las semanas, y el horizonte no parece siquiera acercarse? En nuestros pacientes por ejemplo, vemos que muchxs comienzan a angustiarse, se sienten desesperanzadxs. ¿Por qué sucede esto? Porque seguimos sin tener certezas. Y hacemos el esfuerzo de entender que el coronavirus es algo sumamente dinámico e impredecible Y eso nos duele, seguramente nos afecte. No saber, no entender, no poder predecir, no poder planificar y proyectar, hará que tengamos más estrés y más ansiedad, y muchas veces la contracara de la ansiedad lógicamente será la angustia.
Necesitamos repetirnos cual mantra, una y otra vez, que esto es algo necesario, y que es transitorio, ya pasará. Seguimos viviendo este loop como un “dia de la marmota” constante, y cuesta, duele, se hace muy pesado y muy cuesta arriba. Casi 80 dias de no ver a seres queridos, de no abrazarnos, de no salir a pasear, de no ser libres, de no vivir normal. Y está bien no estar bien, porque estamos viviendo algo sin precedentes, en un mundo que está “completamente anormal”.
No nos exijamos sentirnos como si esto no estuviera sucediendo. Tratamos de identificar que emociones estamos sintiendo, pongámosles nombre, démosles lugar y comuniquémoslas de forma sana a nuestro entorno. Permitámonos estar mal, pero sabiendo que si hacemos el esfuerzo de conectar con algo que nos provoque emociones positivas, podremos gestionar de forma más sana las emociones negativas.
Sepamos que esta cuarentena eterna nos enfrenta con algo impensado, sin precedentes, intentemos estar conectados para que la carga sea más liviana. Y si no podemos solxs, no dejemos de buscar ayuda profesional.
Lic. Laura Müller. Psicóloga sistémica y TCC, terapeuta de parejas y sexóloga. IG @lic.laura.muller
at Redacción Marie Claire
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