Una de cada ocho parejas que intentan embarazarse, no lo logran después de 12 meses de relaciones sexuales sin protección. El frío dato estadístico, no alcanza para dimensionar el dolor, la frustración y el estrés que atraviesan las personas que no pueden ser madres o padres biológicos. Algunos de ellos reciben un diagnóstico de “infertilidad” (que suele ser un “martillazo en la cabeza”) y otros son parte del 25 por ciento de los que padecen infertilidad “sin causa aparente”, es decir que en sus estudios médicos “está todo perfecto”, pero el embarazo… no llega.
Para transitar ese ríspido terreno no hay un único camino. Están los que optan por las rutas “tradicionales”, y quienes eligen carreteras “alternativas”. En el primer grupo, se encuentran clínicas de fertilidad que ofrecen tratamientos como inseminación intrauterina y fertilización in vitro. Para conocer el segundo grupo, basta con escribir en Instagram términos como “biodecodificación”, “constelaciones familiares” y “aromaterapia”, campos que crecieron exponencialmente en los últimos años. Aun con diferencias entre sí, en el rubro “alternativo” parece haber coincidencia en que los médicos están “formateados” para atender enfermedades, en vez de personas con emociones.
La emotividad, al poder
Natalia Cestaro, terapeuta holística y consultora en decodificación, cuenta que el 40 por ciento de las personas a las que atiende la buscan por inconvenientes en fertilidad. Está convencida de que “todo (incluso enfermedades) tiene que ver con conflictos emocionales” y de que “las personas crean su propia realidad (sus propios síntomas, entre ellos la imposibilidad de concebir).
Sus impulsores explican que las sesiones de biodecodificación parten de la realización de un árbol genealógico en el que se indaga en la historia familiar de la persona que no puede embarazarse para “buscar en el linaje” inconvenientes para quedar embarazada, abortos, gestaciones complicadas, abandonos amorosos y demás cuestiones “complejas”. Según asegura Cestaro, ese tipo de información “queda grabada en el inconsciente a nivel biológico y es lo que hace que tengamos algunos bloqueos” que impiden concebir. Desde esta perspectiva, si una joven hoy no queda embarazada podría ser porque su tatarabuela fue abandonada por su pareja cuando estaba por dar a luz y que el miedo a repetir esa historia traumática del pasado repercute sobre la fertilidad en el presente.
A través de lo que Cestaro denomina “ejercicios vivenciales” (un mix de técnicas que incluye constelaciones familiares y reprogramación neurolingüística), “la persona se va conectando con sus familiares y sus ancestros poniéndose desde el inconsciente en el lugar de esa persona. Buscamos sentir en nuestro cuerpo lo que le pasó ese familiar para que ese familiar pueda conectar con el dolor y liberarlo”.
Evidencia pura y dura
¿Es lo mismo llevar a cabo tratamientos que fueron respaldados por estudios clínicos, publicados en revistas científicas o presentados en congresos que tratamientos que no tienen ese respaldo?
La medicina convencional alega que la biodecodificación no reúne ninguno de esos “pergaminos”. “Tal vez en 2025 se presentan estudios espectaculares, pero al día de hoy, al no contar con esa evidencia, uno tiene que ser cuidadoso a la hora de mencionarla con pacientes. ¡Y ni que hablar con implementarla!”, asegura el Dr. Demián Glujovsky, revisor y editor del grupo de ginecología y fertilidad de la red Cochrane, una organización internacional que reúne a investigadores de la salud de más de 90 países, quienes aplican un riguroso y sistemático proceso de revisión de las intervenciones en salud.
El especialista, quien además es médico del staff del Centro de Estudios en Genética y Reproducción (CEGYR), advierte que sumergirse en tratamientos que no están respaldados por evidencia sólida no es algo inocuo. Subraya el riesgo de razonamientos del tipo: “En el peor de los casos, no me hace nada (no me embarazo) y listo”. En ese sentido, asegura: “Los profesionales deben proponer tratamientos efectivos y que, además, no traigan consecuencias negativas. Si no existe evidencia al respecto, no se puede saber si hay efectos adversos desde lo médico, o si una intervención tiene consecuencias emocionales. Además, perder el tiempo y sumar estrés también tienen un impacto económico”.
¿Mente vs. cuerpo?
Los detractores de la medicina basada en evidencia insisten que los médicos convencionales no ven que los individuos son “un todo” psico-físico-emocional.
También están aquellos que consideran que tanto mente como cuerpo deben ser abordados paralelamente. La médica psicoanalista y coordinadora del Departamento de Psicoanálisis y Sociedad de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Dra. Laura Orsi, observa que “en la actualidad hay muchos médicos que ni tocan a sus pacientes y no están entrenados en escuchar”, pero también señala que, desde su disciplina (a la cual muchos todavía consideran no científica), las personas somos “una unidad” de mente y cuerpo y que hay que tener amplitud de criterio para ver qué necesita cada paciente en cada momento. “No hay que caer en el fanatismo. Así como no se puede pensar que el psicoanálisis lo cura todo, tampoco se puede pensar que si estamos ante un paciente al borde de la deshidratación, no necesita que lo internen.”
En la misma línea se ubica el instituto médico Halitus, donde sostienen que “la salud física de la persona que se enfrenta a un tratamiento es tan importante como su salud psicológica y emocional”. El fundador de esa institución, el Dr. Sergio Pasqualini, es un referente indiscutido que trajo al mundo 24 mil nacimientos, de los cuales más de 8400 fueron gracias a técnicas de fertilización asistida de alta complejidad. Si bien Pasqualini sostiene que “la infertilidad es multifactorial”, afirma que no todo se soluciona con un trabajo emocional. “El abordaje biodecodificador puede ser un aporte, pero si una paciente tiene las trompas de Falopio tapadas o un paciente está mal con sus espermatozoides, ¿de qué emociones me estás hablando? El embarazo no se produce por eso, no por un bloqueo”, asegura.
El espejo tiene dos caras
Así como algunos ven a lo alternativo como un modelo de negocios montado en facturar con la genuina necesidad de ser madre o padre, otros señalan que médicos y laboratorios conciben a la infertilidad sólo como una especialidad que mueve muchísimo dinero.
La medicina convencional ¿está depurada de todo interés comercial? Para Pasqualini, no, porque “hay médicos que son negociantes, como en cualquier profesión”. Dice que algunos institutos médicos no les informan a las pacientes qué porcentaje real de éxito tienen ciertos tratamientos, lo cual no es un detalle menor si se considera que, a los 38 años, sólo 1 de cada 3 va a conseguir un embarazo. Si una mujer de esa edad se somete a un tratamiento sin ser advertida sobre las chances reales de éxito, ¿está siendo estafada?
Del mismo modo, es innegable que el rédito económico también moviliza distintos enfoques alternativos. Los aceites esenciales que venden quienes se dedican a aromaterapia clínica están en el ojo de la tormenta de la medicina ortodoxa. Quien se presenta como aromatólogo y aromaterapéutico clínico y director de la primera Escuela Argentina para la Aromaterapia y la Investigación, Gonzalo Spegazzini, es una de las personas que comercializa aceites esenciales en nuestro país y asegura que “la mayoría de los problemas de reproducción se puede tratar con aromaterapia clínica”. Describe a sus productos (que se colocan sobre la piel) como “extractos muy poderosos a nivel físico y emocional” y sostiene que “la lavanda ayuda a la concepción porque genera dopamina, que a nivel bioquímico produce bienestar.” La aromaterapia clínica es “la ciencia del futuro”, clama Spegazzini, y asegura que los aceites son “los antibióticos de la naturaleza”.
Pero en la base de datos de PubMed, que publica sólo artículos científicos que cumplen con una serie de estrictos criterios de calidad, existe un solo ensayo clínico que vincula a la aromaterapia con fertilidad y según Glujovsky, ese trabajo “no muestra ninguna diferencia en tasas de embarazo”, aunque sí señala que quienes usan aceites se sienten más relajados.
Las diferencias entre ambos enfoques son irreconciliables y no hay terapia que pueda salvar la separación ambas posturas.
at Mariana Comolli
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