Saturday 20 de April de 2024

PERSONAJES | 30-04-2020 00:56

“La ONU quiso borrarme del atentado más importante de su historia”

En una entrevista exclusiva, la argentina Carolina Larriera repasa los trágicos hechos que inspiraron la flamante película de Netflix, Sergio. El atentado en Irak, donde perdió la vida su pareja, y su larga lucha por ser reconocida como su viuda, en una charla vía Skype sobre dolor, feminismo y verdad.

El 19 de agosto de 2003, un camión con más de 700 kilos de explosivos caseros impactó contra el contrafrente del hotel Canal de Bagdad donde funcionaban las oficinas de la Misión de Asistencia a Irak de las Naciones Unidas (ONU).

El atentado, un trágico hito en la historia de esa organización internacional, hirió más de 100 personas y mató a 22, incluido Sergio Vieira de Mello, el brasileño que en aquel entonces ocupaba el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y era un firme -y público- opositor a la ocupación norteamericana en Irak.

Su historia y ese tremendo ataque es la base de Sergio, la flamante biopic de Netflix en la que Wagner Moura (sí, el Pablo Escobar de Narcos) interpreta al diplomático y la cubana Ana de Armas a su colega y pareja, la argentina Carolina Larriera.

Para quienes la vieron, sabrán algo de ella, de su extensa carrera como economista en la ONU y también de su conmovedora historia de amor con Sergio a partir de la misión que ambos compartieron en Timor Oriental.

Sin embargo, poco podrán saber de todo lo que le sucedió a partir de ese nefasto atentado y es por eso que buscar la palabra y testimonio de esta economista argentina (nacida en Bahía Blanca y formada en el MIT y Harvard) se volvió una pequeña odisea en cuarentena.

Carolina Larriera Sergio
Ana de Armas en la piel de Carolina y Wagner Moura, como Sergio.

Muy atenta, Carolina (que actualmente reside en San Pablo como profesora y consultora en Administración Publica, Responsabilidad Social y Transparencia) respondió los mails desde el comienzo y aceptó finalmente hacer una entrevista vía Skype para hablar de esa película, de su vida, de su versión de los hechos y de larga lucha que debió enfrentar contra una de las organizaciones internacionales más importantes del mundo. 

-La primera pregunta, casi obligada, es si sentiste que tu historia estaba bien reflejada en la película.

-(Hace una pausa) Sergio es una ficción. Basada en hechos reales pero una ficción al fin, armada en base a licencias narrativas y dramáticas de distinto orden. Y que además tiene una duración de una hora y media… Yo no participé en la producción, ni en el armado del guion, ni en nada por el estilo, apenas me junté una vez con los actores.

Dicho todo esto, creo que en términos generales se trata de una muy buena recreación de los hechos. Hay que tener en cuenta, además, que la película se centra en un momento de nuestras vidas que fue extremadamente intenso.

Fueron años muy álgidos, pasamos de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York (en esa época vivíamos ahí) a la independencia de Timor Oriental, la vuelta a Nueva York, la salida a Ginebra de urgencia, la misión a Irak, la guerra, el atentado… Fue mucho.

Todos eventos que son imposibles de resumir en una hora y media y quien sabe en cuanto más...

Carolina Larriera Sergio
Tras diez años de litigios, Carolina logrò en 2013 el status de viuda y vìctima.

-¿Qué te sucedió con el trabajo de Ana de Armas?

-Me gustó mucho. Sobre todo porque sale del estereotipo de muchas producciones de Hollywood en las cuales las mujeres son un mero accesorio de la historia.

Eso es mérito del director pero sobre todo de Ana, que con su gran personalidad reforzó el guion de una manera única, logrando plasmar o dejando entrever mi propia carrera profesional.

Más allá de que se titule Sergio, yo siento que es una película sobre Sergio y Carolina. A su manera pone en relieve que antes de conocernos, yo tenía mi propia carrera, mi propia historia y recorrido. Hay algunas otras cosas que también fueron resumidas o que no están plasmadas del todo, en torno al atentado por ejemplo.

En la película no se ve que mi oficina estaba contigua a la de Sergio y que fui la primera en llegar al lado suyo tras la explosión. Ayudé a levantar a su guardaespaldas, Gabi, y a evacuar a todas las personas que estaban allí. Lo que viví en esas horas jamás lo olvidaré.

Más allá de esto, creo que la película transita el lugar que tiene que transitar. Y volviendo a Ana de Armas, siento que es todo un símbolo que su apellido sea De Armas. Hay una pista ahí, un hint como dicen los norteamericanos, de que se trata de una mujer especial.

-Una actriz latina además…

-Sí, totalmente. Y es interesante ese tema, porque en las grandes organizaciones internacionales hay muy pocas mujeres latinas. Quizá al principio fue por una cuestión idiomática pero hoy siento que las grandes organizaciones internacionales deberían suplir esa falla.

Sobre todo porque les falta el aporte, la visión y singularidad de las mujeres latinoamericanas. Sinceramente creo en eso. Me parece que en general, nosotras tenemos una convivencia cotidiana con las desigualdades.

No es algo que vemos por televisión o que combatimos a través de un click, haciendo donaciones por Internet, o comprando café de Guatemala en Whole Foods. Nosotras la conocemos de primera mano.

Por todo esto es que me parece muy necesaria la llegada de más latinoamericanos, y en particular de más mujeres latinas, a organizaciones internacionales.

-¿Hay mucho machismo en organizaciones como la ONU? Uno se imagina que en un lugar así debería estar más allanado el camino de la igualdad de género...

-Lo que sin duda hay es una dificultad para acceder a las esferas de decisión. Los hombres no solo son mayoría sino que también son los que deciden, muchas veces en ámbitos y con códigos bien masculinos. Son redes a las que nunca acceden mujeres, ya sean partidos de fútbol, salidas al bar o partidas de Poker…

Una costumbre muy arraigada en Estados Unidos por ejemplo es la del Happy Hour, en América Latina eso puede confundirse enseguida como situación de levante… Es complejo.

En fin, todo el mundo cree que “en la ONU no hay machismo” pero no es así en absoluto. Yo misma me he topado con esa diferencia entre la retórica y la realidad.

-Hablando de eso, ¿podrías contarnos que te pasó a vos después del atentado?

-Apenas sucedió, y sin entender bien por qué, empecé a notar que me querían borrar del lugar de los hechos, del atentado más importante de la historia de las Naciones Unidas.

No me incluyeron en la lista de sobrevivientes, no me dejaron acomodar mis pertenencias ni las de Sergio y enseguida me metieron en un avión con el que me hicieron recorrer el mundo. Ni siquiera pude asistir al velorio de Sergio… Fue duro y muy descorazonador.

-¿En quién te apoyabas en ese momento?

-Ya desde el primer momento conté con el tremendo apoyo de mi suegra Gilda, la mamá de Sergio, que no solo me dio mucha fuerza sino que también me cuidó muchísimo ya que después del atentado yo sufrí stress post traumático.

Tuve tartamudez en el habla por mucho tiempo y serias complicaciones para moverme. Otra cosa importante que tampoco está en la película es que yo ya conocía a la familia de Sergio, y en particular a su mamá. Habíamos pasado muchas fiestas y eventos juntos.

-Finalmente, tras más de diez años de litigio, la ONU reconoció tu unión civil con Sergio y tu condición de víctima y viuda...

-Sí y si bien fue apenas una declaración sin efectos concretos, yo la sentí como una reivindicaciòn muy importante. Para mí y para tantas personas que tienen una unión de hecho y sus derechos no son reconocidos. 

No puede limitarse la definición de familia a una visión tradicional, no en estos tiempos modernos y mucho menos cuando se trata víctimas de un atentado terrorista. Borrarles su historia, impedirles participar del propio luto, es el equivalente a aplastarlos por segunda vez.

Carolina Larriera Sergio
Otra escena de la película que justamente refleja el tipo de trabajo que hacía Carolina en las misiones de la ONU.,

-¿Podría haber sido un problema para la carrera de Sergio si se divorciaba?

-Sergio estaba divorciado. Naciones Unidas se agarró de un detalle técnico, la ausencia de un último sellado, para mantener una postura que tenía que ver más con sus intereses geopolíticos que con la verdad.

Era algo que me excedía a mí y a Sergio, y que se relaciona con todo lo que de desató a partir de de ese atentado, desde la propia salida de la ONU de Irak, al escándalo de Petróleo por Alimentos, los pedidos de renuncia a Kofi Annan…

Fue un torbellino todo lo que sobrevino y nosotros fuimos un daño colateral de ese conflicto que incluso llevó a la ONU a querer tapar el propio atentado o a enmascararlo detrás de la figura de accidente.

Es normal que la gente de Naciones Unidas sufra accidentes, pasa todo el tiempo, es parte inherente del trabajo humanitario sobre todo en zonas de riesgo o conflictos bélicos. Pero esto no fue un accidente, fue un atentado directo a la oficina de la ONU por el trabajo político (no humanitario) que allí se desarrollaba.

-En una columna que escribiste para The Huffington Post justamente hablás de ello, de cómo convivió una despedida con honores para Sergio con los sucesivas maniobras para invisibilizarlo…

-En la alta política son habituales ese tipo de operativos… Hay una antigua frase que resume muy bien esto: “en una guerra la primera víctima siempre es la verdad”. Es completamente así.

-¿Cómo te parás hoy frente al dolor y al trauma? ¿volviste a formar pareja en este tiempo?

-He tenido relaciones pero no me volví a casar. Y respecto a lo que decís del dolor, justo acá tengo dos libros que me ayudaron mucho en todo este proceso. Son dos clásicos, uno es Mujer y poder, de Mary Beard, y el otro es El hombre en busca de sentido, de Victor Frankl.

Este último cuenta la historia de un sobreviviente de un campo de concentración durante el nazismo. Lo hace en primera persona, y de manera muy descarnada, casi espeluznante te diría, para terminar preguntándose algo así como “¿Qué le queda a una persona cuando le sacan todo, incluida su identidad?”

Y en medio de sus reflexiones, él termina viendo una diferencia importante entre el que pierde todas las esperanzas y el que no. El que tira la toalla, como decimos nosotros, y el que se mantiene peleando como puede. Y es una respuesta interesante, hay que pelear por lo nuestro hasta el final, es lo único que queda.

Hay una frase del libro que resume esto muy bien: “A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino”. Ese un libro muy pequeño, realmente muy cortito, pero que pesa toneladas... (sonríe). 

-¿Te resultó muy difícil, a nivel emocional, ver la película?

-Mmm, no. Sí fue algo extraño quizá pero no triste. Primero porque, como te decía, es una ficción, y segundo porque sentí y siento que permite algo muy importante: recordar. No solo la figura de Sergio, sino también el atentado en Irak, los más de 200 afectados por él y las 21 víctimas fatales. Eso es muy necesario, invalorable. Por eso no me entristece verla.

-¿Volviste o volvés seguido a La piedra de Arpoador, en Río?

-Sí claro. Es el lugar muy mágico, donde se juntan las dos corrientes de agua, la de Copacabana y la de Ipanema, y chocan con mucha fuerza contra esa formación rocosa. Para mí es un lugar de empoderamiento muy especial, un refugio de fortaleza, energía y amor. -

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