Si durante muchas décadas Tasmania solo estuvo asociado a Hanna-Barbera y a su recordado “Demonio de…” (personaje que no le hacía mucha justicia a ese bonito animal salvaje) en esta nueva era es probable que empecemos a relacionar esa remotísima isla australiana con Hannah Gadsby, quizá la única celebridad internacional tasmana (hasta hay que googlear el gentilicio…).
Pero mucha agua corrió por esas costas hasta que esta mujer de 42 se convirtiera en la famosa comediante que es hoy, y como ella misma ha contado siempre, su historia está lejos de ser la hermosa fábula de superación y talento que muchos quisieran.
Menor de 5 hermanos, Hannah tuvo que lidiar con serias dificultades desde muy niña. En la escuela, primero, y luego en su (escasa) vida social ya que en Tasmania la homosexualidad estuvo perseguida y penada con cárcel hasta 1997.
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“Era una lesbiana bien escondida dentro del clóset, por eso me veo así. Me gusta que me confundan con un hombre, así por un momento la vida es más fácil”, bromeó Hannah en Nanette, show donde también expuso sin tapujos los episodios de abuso y violencia a los que se vio sometida por su condición.
Uno de los pasajes más famosos y citados de ese monólogo es pura elocuencia: “No odio a los hombres, pero les tengo miedo. Me da miedo ser la única mujer en una habitación llena de hombres. No odio a los hombres, pero me pregunto qué sentirían ellos si hubiesen vivido mi vida. Porque fue un hombre quien abusó de mí de pequeña. Fue un hombre quien me destrozó a patadas cuando tenía 17, mi mejor edad. Fueron dos hombres quienes me violaron recién cumplidos los 20 años. Díganme por qué eso está bien. ¿Por qué estuvo bien que me hicieran eso? Hubiera sido más humano que me llevaran a un descampado y me pegaran un tiro, si ser diferente es un delito tan grande”.
Muchos (hombres, como ella bien remarca) le criticaron precisamente eso, que su especial de comedia (uno de los más exitosos de Netflix), “no era humorístico”, o que “ahondaba demasiado en la tragedia”.
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Mordaz y muy aguda, Hannah se mantuvo fiel a un estilo que no teme, en absoluto, discutir las reglas del género. Lo hizo aquella vez y lo hace de nuevo en Douglas, especial cuyo título es un homenaje a su perro y que comienza con una auténtica “anti premisa”: anticipar todo lo que vendrá.
¿Existe algo así como el spoiler del humor? Bueno, ella está dispuesto a averiguarlo, compartiéndole al público los lineamientos ¡y chistes! de un show que vuelve a cargar con mucha lucidez e ironía contra el patriarcado y varias de sus “zonas de privilegio”.
Otro importante tramo de Douglas es cuando profundiza sobre su tardío diagnóstico de autismo. En efecto, tras varias y diversas consultas médicas, Hannah fue diagnosticada en 2016 (a sus 38 años) con “autismo de alto funcionamiento”, una variante dentro del espectro TEA que indicaría mayor capacidad y funcionamiento social (no hay consenso completo sobre su aplicación).
Bueno, sobre esa “nueva etiqueta” también bromea, y mucho, Hannah en el show y, aunque allí no lo cuenta, lo cierto es que esta corajuda australiana atravesó mucho hasta encontrar “su lugar en el mundo”. Sí, tras diplomarse en Artes en la Universidad Nacional de Australia (en Canberra), la por entonces veinteañera pasó por todo tipo de trabajos, la mayoría muy mal pagos.
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Probó en librerías y otros locales de atención al público e incluso fue proyectarista en un cine de Darwin hasta que se entregó durante años a la vida al aire libre como cosechadora de frutas en campos del sureste australiano (trabajo que suele estar reservado para jóvenes migrantes en sus “Working Hollidays”).
No fue hasta 2006, cuando visitó a su hermana en Adelaida, que se topó con el stand up gracias a un concurso local y se dio cuenta de que ese "don para ser graciosa” que la acompaña desde chica podía ser algo más que una nueva (esta vez más amable) etiqueta.
El resto fue, y sigue siendo, historia.
“No hay nada más fuerte que una mujer rota que se ha rehecho a sí misma", dijo en su debut en Netflix y la frase no fue solo una descripción de sí misma (suele bromear con que odia la autoindulgencia), sino también un contundente llamado al contagio global…
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