Neysa Margarita Blay Brau es una rockstar nata. Su historia de vida va tomada de la mano con su música. Las canciones de la puertorriqueña radicada en Miami van desde el mal de amores al enamoramiento y de los miedos a la autodestrucción. Sin pelos en la lengua, se brindó a una charla sincera y contó cómo superó más de una vez situaciones límite.
-Desde chica tenés conexión con el arte y con la música, ¿podrías contarme cómo fue tu infancia?
-Recuerdo una infancia feliz. Curiosamente soy adoptada. Llegué a Puerto Rico con cuatro días de haber nacido, mis papás me fueron a buscar a Nueva York. Para mí es súper interesante la diferencia de personalidades que tenemos. Yo soy artística y ellos muy estudiosos, estructurados y científicos. Era muy notorio.
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Fue difícil para mí sentir que no encajaba en ciertas áreas. De todas formas, ellos son padres fantásticos y yo estoy muy agradecida de las oportunidades que he tenido.
A pesar de que no tenían nada de talento musical siempre fueron amantes del arte. La prioridad para ellos siempre fue educarme dentro de lo científico y también de lo artístico. Sus amigos son más bien borrachones, eran de hacer fiestas y me entretenían con pequeños instrumentos como maracas, tamborcitos, ahí fue surgiendo mi interés por la música.
El hecho de que mis padres también lo fomentaran me daba mucha felicidad, porque a pesar de que no fuesen los mismos intereses que ellos tenían era importante. Mi papá tenía varias oficinas que rentaba comercialmente y una de esas oficinas la alquilaba a una academia de música y yo creo que ahí fue la primera vez que al ver a los niños salir de allí con guitarras me gustó.
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Mis padres me mandaron a tomar clases, fue algo natural. Estaba destinado a ser, no había otra forma de verlo. Así fue como se cultivó mi cariño por la música, pero ellos siempre me llevaban a conciertos, de viaje y a ver teatro. Al mismo tiempo, yo siento que en algún momento dijeron: “Hemos creado un monstruo”.
-De adolescente comenzaste a tocar en bares. ¿Cómo fue esa etapa de tu vida?
-Cuando llegó la adolescencia apareció la expectativa social de “tienes que ir a la universidad, tiene que casarte y tener hijos” y a mí no me interesaba nada de todo eso.
Yo estaba en el secundario, tenía 16 años, y conocí a mi amigo Fernando. Él tocaba la guitarra en bares y tenía un repertorio súper variado. Para mí fue un despertar ver a alguien que podía ganarse la vida tocando y empecé a presentarme en los shows con él.
El haber tocado en bares me ayudó mucho a tener una voz más agresiva, porque muchos de los dueños de los establecimientos eran hombres y me veían niña, se aprovechaban y no me querían pagar. Sufrí mucho el machismo en esa época.
Todo esto había comenzado como una diversión hasta que mis padres se empezaron a preguntar por mi futuro y a preocuparse por el ambiente donde me movía, ya que casi siempre volvía de madrugada a casa.
Los problemas empezaron cuando empecé a experimentar con drogas. Siempre fui bastante precoz. A los 13 años había comenzado a fumar. A los 18 ya estaba consumiendo drogas más fuertes, hasta que comencé a meterme en un lugar cada vez más oscuro y a usar drogas de una forma compulsiva, impulsiva y agresiva hasta los 23/24.
Mi familia, que siempre ha sido incondicional conmigo, me presentó varias oportunidades para poder irme del país y recibir tratamiento. En Puerto Rico no existe terapia a largo plazo sobre la adicción a las drogas, esa fue la razón por la cual vine a vivir a Miami. El tratamiento fue escalonado, desde el más estricto hasta el más casual.
-¿Cuánto tiempo duró?
-Casi un año. Me soltaron en el desierto indefinidamente y viví incomunicada. Te cortaban todo tipo de alimento que generara adicción como la cafeína y el azúcar. El cambio fue intenso. Viví así seis meses, luego fue más residencial, pero tenías una cama, agua caliente, las necesidades básicas y fue muy importante para mí porque aprendí a ser más agradecida.
-¿Por qué pensás que te volcaste de esa manera a las drogas?
-Hice una introspección extensa sobre cuáles eran las raíces de mi adicción. Yo sentía que no pertenecía. Y pensaba que no era lo suficientemente buena como para perseguir las cosas que a mí me provocaban felicidad plena, en especial la música.
No tenía destrezas de comunicación, de poder identificar emociones y canalizarlas de una manera saludable o productiva. Las presiones sociales que experimenté no me dejaron desarrollar mis capacidades como quería. Mis padres veían la música como un pasatiempo. La adopción tenía mucho que ver, sentirme rechazada, abandonada... Fue difícil para mí tratar de entender e intelectualizarlo mejor.
-¿Hoy cómo estás con todo este tema?
-Llevo ocho años sobria, voy para nueve en enero. Tampoco tomo alcohol. Uno de los regalos más increíbles que te da la sobriedad es que no te levantas con resaca. ¡También cuando sales a comer gastas la mitad! (risas)
Estoy pendiente de mi salud mental, de mantenerme con amistades y personas que están en mi vida que no me impulsan hacia nada negativo, que me apoyan. Perseguir la música es importante. Eso me salvó la vida.
-¿Quisiste en algún momento buscar a tus padres biológicos?
-Sí, pero era más como un acto desafiante, cuando estaba molesta con mis padres y no por un algo más genuino. Ellos siempre me dijeron que cuando yo quiera buscarlos, me iban a ayudar.
Pienso que todavía no estoy preparada emocionalmente para la búsqueda. Me da mucho miedo buscar a mi mamá y que exista la oportunidad de que ella no quiera verme. No estoy aún en una posición de arriesgarme a recibir ese tipo de rechazo, sería el último clavo en mi ataúd.
Cuando sea el momento indicado lo voy a hacer. Me da mucha curiosidad saber a quién me parezco, quién tiene talento musical, a quién salí tan empedernida y rebelde hacia la autoridad.
-Leí que estudiaste Administración de Empresas, ¿pudiste terminar la carrera?
-Mi familia siempre quiso que yo estudiara, pero en aquel entonces me rechazaron de tres universidades en Puerto Rico.
Después de mi terapia de un año tuve que empezar desde lo más bajo sin tener estudios universitarios. Me di cuenta de que mi rebeldía hacia la educación formal era un resentimiento personal hacia mi familia.
Estudiar fue una decisión que tomé porque ya tenía las herramientas necesarias para poder manejar el estrés, ser disciplinada y responsable. Elegí Administración porque, a pesar de que me encanta el arte, muchas de las cosas que siempre se escuchan tradicionalmente es que los músicos son terribles en los negocios.
Quise expandir mis conocimientos más en lo empresarial para ayudar en mi carrera de una manera seria. Mis padres estuvieron en la graduación muy emocionados.
-¡Cómo llegaste a lanzar tu primer single “Veneno” en 2017?
-Fue interesante. Estaba en tercer año de la carrera y me agarró una crisis existencial: ¿Qué carajo voy a hacer cuando termine? Terminar de estudiar era sólo una meta personal.
Al mismo tiempo mi hermana había estudiado con Sam, que trabajaba en el estudio donde se grabó “Hotel California”, de los Eagles, (entre otras canciones) y yo lo llamé y le dije que quería grabar un demo para probar suerte. Así empecé. Ya estaba cumpliendo mi deber y empecé a buscar con quién trabajar y asociarme.
-Un año después lanzaste “Ojos de Diamante” y en 2019 “Destrúyeme” y “Ya no pienses más”. ¿Sentiste que cuando empezaste no podías parar?
-Después de “Veneno” contacté a varias personas, mandé un montón de correos electrónicos con el demo, buscando productor, mostrando mis ganas de querer grabar un disco. Sólo me contestó una persona: Marthin Chan, el dueño de la disquera independiente Afonico Music y así fue como empezó la grabación de esas canciones.
También fue muy arduo, ya que estaba terminando mi carrera al mismo tiempo. Mi graduación me dio el paso para trabajar más intensamente en el estudio y elegir lo mejor del material para lanzar. El sello me provee un montón de oportunidades, como por ejemplo haber trabajado con Chango Menas.
Fue una experiencia muy bonita porque por primera vez me sentí autorealizada y fue una gran emoción de haber tenido que pasar por todo eso para llegar a sentirme plena, contenta y orgullosa. Todo valió la pena.
-Estuviste en el Festival Internacional de la Canción de Punta del Este (Uruguay) y llegaste a la semifinal. ¿Cómo viviste ese momento?
-Fue una experiencia hermosa. Primero como puertorriqueña yo trato de que todo lo que haga tenga un reflejo positivo para representar a mi país. Fue aterrador ya que fue televisado, en vivo. Más que la participación lo que se ha quedado conmigo son los lazos de amistad con las personas de los distintos países.
-También estuviste en Argentina, en el Festival Nuevos Vientos, en La Plata. ¿Qué tal fue ese contacto con el público argentino?
-Argentina tiene algo súper bonito, que es que tiene un público muy curioso y abierto. Muchas de mis influencias provienen de allí: Babasónicos, Luis Alberto Spinetta, Soda Stereo y Gustavo Cerati, quienes siempre han sido importantes para mí; entonces poder presentarme en Argentina era un reto.
El ambiente fue muy lindo, La Plata es interesante. Había mucha gente hipster, fanáticos de la música y si se tenían que sentar bajo el sol candente seis horas, no tenían problema.
Ese Festival me abrió muchísimas puertas, ya que también estaba Pipe Ceballos, de la banda Zoé, que maneja la disquera Panoram en México, y el próximo disco con el cual estamos trabajando va a estar producido por él.
-¿De cuántas canciones se compone tu primer LP que sale en noviembre en Argentina?
-Son cinco. El corte promocional fue “Ojos de Diamante”, del cual me siento sumamente dichosa. Tengo tendencias autodestructivas y mis temas son un poco furiosos, pero esa canción es tan dulce y tierna. El segundo corte es “Destrúyeme” que le da título al LP; “Ya No Pienses Más”, que es el que presenté en el Festival Internacional de la Canción; “Mundo Extraño”, es la rarita del grupo y es como un himno casi feminista, y “Traerte Aquí” es más bien pop. Cada una tiene su propio estilo.
-¿Con qué artista te gustaría grabar?
-Tengo una larga lista. Pero también hay una escena muy indie especialmente de mujeres que me gustan mucho como Francisca Valenzuela y Vanessa Zamora.
Quiero trabajar con más mujeres, estoy harta de trabajar con machos. Esa es mi meta. También me siento culpable porque cuando miro mis créditos la mayoría son hombres. No se les da la atención a las mujeres en ese sentido.
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-¿Qué es lo que más te inspira para hacer música?
-Mi inspiración mayormente viene sobre lo que me esté pasando en el momento, incluso el LP es como un mero reflejo de lo que estaba pasando en mi vida en ese momento. “Ojos de Diamante” llegó cuando estaba conociendo a alguien, la sucesión de cada canción es un reflejo de eso. “Destrúyeme” es cuando ya estaba a punto de acabarse la relación y “Ya No Pienses Más” es sobre mis miedos a ser vulnerable.
La música para mí tiende a ser un vehículo sanador y terapeútico, especialmente cuando tengo estas crisis existenciales: cuando me siento autodestructiva, súper infeliz conmigo misma por cualquier razón. Allí canalizo todos estos pensamientos intensos. El desamor tiende a ser uno, el amor no mucho…
Me he dado cuenta que es porque cuando estoy enamorada y estoy feliz, estoy muy ofuscada en estar presente y no tengo tiempo para escribir. Cuando terminas una relación, tienes tiempo disponible, te puedes dedicar sin problemas a escribir sobre eso.
Ahora estoy en un muy buen momento de mi vida, mi problema hoy es que no sé escribir sobre un buen momento. La nueva crisis. Estoy feliz, ¿qué se supone que yo escriba ahora…? -
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