Desplazarse entre el lobby con sillones de cuero añejo y un bar con elixires de coctelería contemporánea, el recinto de fiestas llamado Salón Rojo que guareció dos jornadas de pasarelas con afán rupturista para en los entreactos subir hasta el piso 17 y así poder escuchar conferencias sobre los actuales modos de la moda colombiana fue el protocolo que siguieron a rajatabla los asistentes a la cuarta edición de BCapital 2019.
Entre el 17 y el 19 de octubre la locación para los ejercicios de estilo fue el Hotel Tequendama, un hospedaje vintage de Bogotá cuya tradición indica que cobijó tanto la colección de Christian Dior que se presentó en Colombia en 1951 como un ensayo sobre siluetas del siglo XXI o interpretado por diseñadores bogotanos circa 1960.
El ciclo reflexivo y celebratorio de la moda ideado por Inexmoda supuso un recorrido por el imaginario de las joyas precolombinas con énfasis en el acervo del Museo del Oro, la exaltación de las raíces textiles y de los oficios regionales así como también estampas que aludieron al imaginario local; de pájaros del Amazonas a efigies de Santos, granos de cacao y plantaciones de bananos.
Uno de los momentos más icónicos fue el happening dispuesto por la diseñadora Paula Mendoza para presentar la última colección de la serie en que ofició de directora creativa de la joyería Cano.
Corresponde destacar que Mendoza vive en los Estados Unidos hace más de una década, donde estableció una marca de joyería contemporánea que desde que en 2013 aparecieron ornamentando a Beyoncé en un videoclip, devinieron el último grito de la moda.
Por otro lado, la firma Cano fue fundada en 1970 por los descendientes de un buscador de tesoros precolombinos que sirvieron de cimiento en la construcción de la colección del Museo del Oro.
Motivos suficientes para que sus expertos puedan acceder a los moldes de cera que replican los fetiches de una docena de comunidades indígenas implícitas en el acervo del Museo más visitado en Bogotá.
Tyrona fue la denominación de la colección que fusionó el oficio de la joyería contemporánea con la tradición. Las y los modelos vistieron una colección de batas, sarongs y túnicas negras sin distinción de género como superficie para contraponer sus adornos de aros maximalistas, cogoteras, brazaletes, narigueras, pectorales y dijes de oro representativos de las culturas precolombinas y durante el desfile simularon un ritual de danza.
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Por otro lado, más indicadores de la identidad colombiana y sus representaciones de las telenovelas y los concursos de belleza a la pasarela se apreciaron en el fashion show de Diego Guarnizo.
Con una vasta experiencia como director de arte y vestuarista, ideó Epifanía, una colección de maxi vestidos con tejidos en chaquiras, largas túnicas, mangas globo que recrearon los tonos de los plumajes de pájaros y se fusionan con prints de joyas, santos y caracoles.
Las modelos que las portaron se trasladaron por una pasarela sembrada con esferas de mimbre, el mismo material de los brazaletes y las pequeñas carteras símil canastos realizadas por artesanos de la región.
Otras representaciones de la tradición llegaron desde la colección Nuestra Herencia, diseñada por Natalia Crump y concebida como una cápsula para la firma de básicos en denim Chevignon.
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Los sombreros de paja maximalistas en tonos de azul y negro complementaron los básicos sartoriales (de chaquetas saharianas a pantalones y sacos entallados a camisas y chaquetas oversize).
Entre unos y otros asomaron flores naranjas del borrachero, trazos que recrearon escenas de recolección durante la bonanza bananera de 1920, así como también animales pintados por el artista Tahunaty Jacanaminoy.
Con estudios de moda en París y precisamente en L’ ecole de la Chambre Syndicale de la Haute Couture, a su regreso a Bogotá, Natalia ideó una firma de ropa masculina.
Pero cuando la joven diseñadora debió asistir a la boda de su mejor amigo, lejos de usar alguna soirée prefirió realizarse un traje de pantalón y saco rigiéndose por su método sartorial y para ello eligió una tela de tapicería.
Así comenzó su colección de sastrería femenina que pronto comenzó a vestir la nueva escena de la moda bogotana y llegaron hasta el placard de la Primera Dama durante actos oficiales.
No es arbitrario que en sus redes sociales la diseñadora de Atelier Crump se refiere a sus trajes como “power suits”. En sus manifiestos de la colección que también presentó en París, advierte que su ropa está atenta a las necesidades de mujeres empoderadas y que prefiere llamarlos así antes que referirse a “trajes sastre”.
at Victoria Lescano
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