Palacio Noel: cómo es por dentro el más increíble oasis de Retiro

Tan grande fue el espíritu coleccionista de Isaac Fernández Blanco que el museo que hoy lleva su nombre tiene dos sedes: el Palacio Noel, en el corazón de Retiro, y la Casa Fernández Blanco, en el barrio de Monserrat. Ambos sitios merecen ser visitados con tiempo. Y, en el mejor de los casos, con información previa que ayude a re-dimensionar el valor histórico de cada sala y rincón.

Porque es cierto, la sensación de viajar en el tiempo es algo que aparece ya solo con entrar al Palacio Noel (Suipacha 1422, los lunes, miércoles, jueves y viernes de 13 a 19 y los sábados, domingos y feriados de 11 a 19), un increíble edificio neocolonial diseñado por el arquitecto Martín Noel (antiguo dueño de la mansión y también experto coleccionista) que alberga obras de arte del período virreinal americano (siglos XVI al XVIII).

Hay cerámica española, platería, pintura de las escuelas cuzqueña, potosina y mexicana como también varias piezas de arte colonial del vasto territorio argentino. El guión de exhibición sitúa las piezas de la colección dentro de 3 ejes que dan cuenta de los diversos ámbitos culturales en donde fueron producidas: el mundo surandino, la cultura de la selva (misiones Jesuíticas) y la gran puerta  del Atlántico: Buenos Aires.

El jardín del museo merece, claro, un párrafo aparte. No sólo porque es uno de los oasis más secretos y espectaculares de la ciudad, sino porque también está cargado de historias. Y de influencias cruzadas, ya sea la impronta andaluza y musulmana de su aljibe, fuentes y cerámicas como la de la lima virreinal, a través de sus icónicos balcones de madera.

Pasear por sus frondosos patios, rodeados de enredaderas, limoneros y olivares, y descansar un rato en alguno de sus bancos es algo que nadie debería perderse.

Y así de “obligatoria” es también la visita a la Casa Fernández Blanco (Hipólito Yrigoyen 1420), abierta los lunes, miércoles, jueves y viernes de 12 a 18 y los sábados, domingos y feriados de 11 a 17). ¿Por qué? Porque no hay rincón, sala, objeto y detalle de decoración que no nos meta de lleno en ese período de esplendor conocido como la Belle Époque porteña.

El lugar, además, acaba de ser reacondicionado con cuatro salas nuevas que potencian ese acervo: el cuarto de damas (con una gran colección de abanicos de época), el comedor principal, un salón de entrada y otro en el primer piso que contiene una espectacular muestra de indumentaria y accesorios de moda que abarca los años de 1830 a 1930.

Hay vestidos, alhajas y accesorios que recuerdan ese estilo romántico que hoy parece sacado de cuento pero que en algún momento fue de uso regular y cotidiano. La exhibición (titulada La ciudad y la moda) se suma a otra imperdible joya del lugar: Había una vez, la muestra permanente de muñecas antiguas que ocupa nada menos que tres salas de la casa y que se inició gracias al invaluable aporte de las hermanas Mabel y María Castellano Fotheringham.

Exhibidas por orden cronológico aparecen así las famosos muñecas de porcelana, luego los mejores ejemplares del período de autor (con nombres como Adélaïde Calixte Huret, François Gaultier y Pierre François Jumeau ), las llamadas fashion dolls y otras más bien modernas, producidas principalmente en Francia y Alemania.

Muñecas y abanicos antiguos, vajilla de porcelana, muebles, vestidos, maletas, ¡postales!, todo en el lugar evoca a un tiempo perdido, a una época no tan lejana pero sí muy distante y “ajena”, más desde los ojos de esta hiperconectada modernidad. Por todo eso, ambas visitas son más que interesantes para realizar.