¿Qué es lo que provoca que una serie donde el hilo conductor es la historia de una ajedrecista en los Estados Unidos de los años '60 se haya convertido en una de las más vistas en Netflix en tan sólo un par de semanas?
La protagonista y el guion, sin dudas, hacen lo suyo. Anya Taylor-Joy hace su trabajo de maravillas encarnando a Elizabeth Harmon, quien a pesar de su trágica infancia se abre camino hacia la gloria a través del juego-ciencia, oscilando siempre entre la genialidad y la locura, desafiando las barreras de un espacio históricamente machista.
Ahora bien, más allá de la historia que se desea contar, ¿cómo es que el ajedrez sirve de vehículo? Podría pensarse a priori que el ajedrez es el peor deporte del mundo que se puede elegir para “soportar” encima una serie en un mercado tan volátil, exigente y competitivo como el actual. Un juego de mente, de movimientos lentos, sin interacción con el entorno...
Y sin embargo, fue un éxito absoluto (no sólo de este año sino de toda la historia de la plataforma).
Y acá es donde, a título personal, empiezan las metáforas, ya que no puedo evitar pensar que el ajedrez se parece a la vida o, mejor dicho, la vida se parece -y mucho- al ajedrez.
Como pasa con nuestros proyectos, se define un terreno dónde jugar, vemos cuáles son nuestras piezas y cuáles son sus posibilidades. Y con todo eso intentamos pensar la mejor estrategia posible para ir en busca de nuestros objetivos.
La obsesión, prima de la pasión (y juntas, un arma de doble filo), nos tienta a querer predecir todo aquello que puede pasar. Nos alienta a buscar cerezas, aun en esos contextos donde repletos de velos y de indicios que nunca podremos descubrir.
¿Quién no ha pensado qué le va a decir su jefe en la próxima reunión? ¿Cuántas veces no organizamos un plan atendiendo a cada detalle? Pero hay algo que nos olvidamos: el resto también mueve sus piezas.
Los movimientos tácticos nos permiten salir de los imprevistos, y las aperturas son nuestros “speech” con los que abrimos una conversación con un cliente para generar empatía.
En el ajedrez, la peor trampa en la que podemos caer es la de buscar ser mejor que los demás en vez de anhelar la mejor versión de nosotros mismos ¿Les resulta familiar este concepto?
En las últimas semanas muchísimas personas se interesaron por este deporte milenario, comenzaron clases y se multiplicaron las partidas en plataformas online. ¿Qué nos queda más allá de este sano “rebrote” producto de un boom digno de los tiempos que corren?
Saber que tenemos una única partida para jugar, que el tiempo está corriendo y que somos nosotros los que tenemos la oportunidad de decidir qué mover en la próxima jugada.
* Speaker, Coach Ontológico, Profesor de Ajedrez y Matemática. Roda, además, es fundador y CEO de Rook, Cooperativa de Software de Alto Rendimiento.
at Roda Azziani *
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