Friday 29 de March de 2024

LIFESTYLE | 25-10-2022 09:47

Bajo las garras de una parisina: Un auténtico cretino

Una inesperada carta despierta en nuestra columnista este sentido homenaje a su más querido "hijo de puta".

Después de dos años de convivencia, sin que hubiese existido la más mínima discusión, sorprendida por no haber recibido, como todos los domingos, mi bandeja de café y tostadas, sorprendida por no escuchar de lejos el sonido de la radio ni de la televisión, sorprendida por no sentir el olor habitual a cigarrillo, me arrastro hasta la cocina y descubro sobre el plato un sobre a mi nombre, lo abro y encuentro escrita toda esa miserable mierda que hasta ahora estaba reservada a los demás, a todos los demás... Menos a mí.

"Te amo demasiado. No te merezco. Sos demasiado para mí. Te llevo en mi corazón. Sos una mujer maravillosa. Espero que seas muy feliz, como te lo merecés. Mañana a las 11 vendrá alguien a llevarse mis cosas”...

Tengo ganas de clavarle una navaja en la entrepierna del pantalón. Miro a mi alrededor... Nada ha cambiado desde ayer a la tarde. Todo está en su lugar y sin embargo nada es lo mismo. No entiendo lo que pasa. Hijo de puta. Agarro el celular para gritarle todo lo que pienso. “El número solicitado no corresponde a un abonado en servicio”, no puedo creerlo.

Entonces, luego de respirar hondo, veo que sobre la heladera está su atado de cigarrillos, Marlboro rojos, siempre odié ese olor, y los rompí uno por uno con los dientes. Hasta ahogarme. Hijo de puta. En la pileta de la cocina todavía queda su vaso con un poco de vino. El que debió haber tomado esta mañana para tener los huevos de abandonarme.

orgasmo femenino
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Apoyo mis labios en el borde y lo hago estallar de un mordisco. Un poco de sangre, pero no demasiada, un poco de vino, pero no demasiado, corren por mi mentón. Ni siquiera me duele. Hijo de puta. A través de la ventana observo la primavera, todo es hermoso. El cielo es azul, el sol acaricia las plantas del balcón y tengo frío afuera y tengo frío adentro. En el bolsillo de mi pijama, la carta... esas miserables palabras quedaron grabadas en mi mente. Voy al vestidor y veo las pocas cajas en donde están guardadas sus camisas, sus pantalones, algunas zapatillas, su ropa de cama y sus medias. Y lloro. Lloro por fin.

Muerdo su suéter de cashemere rojo, el que le regalé para Navidad y que me costó un ojo de la cara. Y escuchando la Carmen de Bizet hasta reventarme los tímpanos, con una enorme tijera y un cutter, lo corto todo en tiritas. Hijo de puta. Después, con los dedos ampollados de tanto cortar, como premio me tomo una pastilla para dormir y me desplomo sobre la cama, a partir de ahora desesperadamente vacía. Mañana será otro día. Ese estado de shock duró 6 días y 6 noches. No respondí ninguna llamada. No comí. No tomé nada. Lloré mucho. Hijo de puta.

Y en la mañana del 7o día, cuando voy a hacer pipí, me cruzo por el espejo del baño y no me reconozco. ¿Soy yo esa mujer desgreñada, pálida, ojerosa, sucia, esa aparición fantasmagórica? Mierda. Soy otra persona. Abro una lata de cerveza, trago la mitad y tiro el resto con furia sobre el parquet. El silencio ensordecedor se quiebra. Mi cerebro se rebela, mi cuerpo se relaja, me siento salir lentamente del estado de coma. Así que me sueno la nariz, me limpio los ojos aún húmedos por última vez, me meto en la ducha caliente, me maquillo detenidamente, me visto con colores vivos y decido afrontar el mundo exterior.

¿A qué se parece este mundo sin él? ¿Voy a sobrevivir? Camino por mi calle, me sonríen. Me saludan. El mundo parece estar feliz de verme. Los hombres me miran. Estoy entera. Estoy viva. Chau hijo de puta. Ahora estoy muerta de hambre.

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