Tienen un no sé qué. Por donde se las mire y recorra son de cuento, casi como la maqueta perfecta de un proyecto ambicioso. Es muy difícil para un latino imaginarse cómo las mismas flores permanecen intactas durante tanto tiempo en todas las ventanas y cómo los parques logran la armonía de colores, visitantes y belleza natural. Heidelberg, Saarbrücken y Baden-Baden se encuentran a no más de una hora y media del aeropuerto de Fráncfort y cada una invita a descubrirla porque tiene su impronta, estilo y rincones que las transforman en destinos que valen la pena en el estado de Baden-Württemberg.
Romántica y estudiantil
Sin dudas, Heidelberg es la más conocida y turística de las tres ciudades, ya que para empezar tiene la universidad más antigua de Alemania (1536) y una de las más respetadas de Europa.
Además, la cita el poeta Johann Wolfgang von Goethe en varios escritos y es en dónde nació la imprenta eléctrica (marca Heidelberg, claro).
Su espíritu juvenil se siente en cada esquina, hay miles de estudiantes en bicicleta y bares para todos los gustos. Es muy sencilla de recorrer y no fue bombardeada durante la Segunda Guerra, con lo cual se mantiene casi intacta.
Se emplaza sobre el río Neckar y está construida al lado de una colina en la cual se encuentra el castillo típico que se ve en cualquier postal.
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Pero, aunque desde lejos parezca un hermoso palacio, cuando uno se acerca (se puede subir a pie o con funicular) se encuentra con un rompecabezas de ruinas de diferentes castillos en donde residieron durante cinco siglos los condes de la región del Palatinado.
La peatonal es la Hauptstrasse y atraviesa la ciudad vieja de punta a punta (termina en un shopping al límite con la zona moderna). Caminar por esos casi dos kilómetros significa encontrarse con edificaciones universitarias, locales, restaurantes típicos, la plaza principal con su mercado y la catedral. Hay que cruzar el famoso puente Alte Brücke (Puente viejo) flanqueado por figuras religiosas.
Al otro lado de la ribera es recomendable subir al Camino de los filósofos (Philosophenweg) que mezcla naturaleza y una maravillosa vista de toda la ciudad.
Otra opción para descubrir Heildelberg es tomarse el bote solar que la navega de punta a punta. Otros imperdibles son: el local de bombones Studentenkuss (beso de estudiantes), donde se produce (desde 1863) este bocado relleno con nougat que los antiguos universitarios lo usaban para enviarse mensajes secretos de amor y la calle Untere strasse, en la cual se encuentran muchísimos bares entre los que se destacan Weinloch, Destille, Pop y Betreutes trinken.
À la francaise
Saarbrücken se encuentra a 20 kilómetros de la frontera con Francia (la ciudad más cercana del otro lado del límite es Metz) y esa cercanía se siente en cada rincón.
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No es para nada extraño que saluden en francés o agradezcan con un Merci; además en su pequeña superficie tiene 7 restaurantes con 3 estrellas Michelin dignos de la haute cuisine gala.
No se caracteriza por ser un polo turístico, pero eso la vuelve mucho más interesante. El río Sarre -que la separó en un momento de la historia y la transformó en dos lugares diferentes- es hoy el que las une.
Con tan solo cruzar algunos de los tres puentes que tiene se conecta la zona céntrica con la más residencial. Del lado más tranquilo del río se encuentra una fortaleza medieval -desde donde se obtiene la vista de Saarbrücken-, la Iglesia Ludwigskirche de estilo barroco y con un interior que impacta ya que es todo blanco impoluto y la Iglesia de la Fortaleza que ya no funciona como tal, pero tiene unos vitrales modernos muy originales.
Del otro lado del Sarre está la peatonal con todos los locales que tienen que estar en una ciudad europea mediana, la iglesia San Juan, la municipalidad y dos spots imperdibles: un recorrido llamado Artwalk en donde los edificios antiguos están intervenidos por artistas de street art de varios lugares del mundo y el museo Moderne Galerie (de Arte moderno).
Llama la atención este espacio en esta ciudad, ya que su edificio y la cantidad de obras que tiene son realmente considerables.
Desde cuadros surrealistas de Max Beckmann, hasta expresionistas como Ernst Kirchner y Max Pechstein pasando por otros maestros como George Braque, Pablo Picasso, Pierre- August Renoir, Claude Monet, Auguste Rodin y Alexander Archinpenko (tiene la colección más grande del mundo de este creador).
Lo más interesante es el edificio donde se emplaza. Se planteó integralmente y ya es parte orgánica de la ciudad. El arquitecto Michael Riedel construyó estos 400 metros de concreto con la idea de que los museos son piedras fundamentales del debate democrático, así es como en el suelo y en las paredes hay frases de grandes autores referidas al tema.
Lujo en la selva
Baden-Baden es la ciudad que se emplaza en la puerta de entrada de la famosa Selva Negra (se llama así porque lo frondoso de los árboles no deja pasar los rayos de sol).
Rodeada de este bosque maravilloso (en alemán se la conoce como Schwarzwald) se encuentra esta bellísima ciudad que combina lujo, descanso, aguas termales, cultura y un increíble casino.
Completa como pocas para destino de verano, Baden- Baden supo ser lugar de vacaciones de millonarios europeos y es hoy residencia de varios magnates germanos. Eso se nota en cada esquina y en cada edificio.
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Caminar por el centro (requiere fuerza y ganas porque tiene calles muy empinadas) es sumergirse en confiterías con estilo francés, locales de grandes marcas de moda y hoteles cinco estrellas con este inconfundible estilo alemán tan pintoresco.
Hay dos complejos de termas enormes: Friedrichsbad (data de 1877 y tiene estilo renacentista) y Caracalla, que si bien fue originalmente explotado por los romanos, hoy es un espacio muy moderno sin reminiscencias antiguas.
El casino de Baden-Baden es una obra de arte. Fue construido en 1766 por un millonario francés queriendo emular los salones del Palacio de Versalles.
Fue el lugar de juegos preferido de Marlene Dietrich y de Dostoievski, hoy continúa con el mismo esplendor de aquella época y sólo se puede visitar con un outfit elegante.
La ciudad tiene también la sala de conciertos sinfónica más grande de Europa (Festspielhaus): se construyó en una antigua estación de tren, tiene lugar para 2500 visitantes y una de las acústicas más envidiadas del mundo.
Para los amantes de la naturaleza la Selva Negra tiene más de 1000 caminos para practicar senderismo. En la puerta de entrada al bosque se encuentra (10 minutos del centro) la hostería y restaurante Geroldsauer Mühle, perfecta para disfrutar de una cerveza y comida típica como la tora Schwärzwälderkirschtorte antes o después de vivenciar la naturaleza.
Si bien son pocos los kilómetros que separan a estas tres ciudades, cada una tiene su personalidad y gran atractivo. El recorrido ideal es: llegar en vuelo directo de Lufthansa a Fráncfort, alquilarse un auto o tomar el tren desde la misma terminal y sumergirse desde ese instante en este paseo que sin dudas será tan ecléctico como inolvidable.
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