Es de esas series que si bien no son mainstream, terminan metiéndose sí o sí en toda lista de “imperdibles” o “de culto”. Hablamos de Coisa mais linda, la ficción brasileña de Netflix que relata cómo un grupo de amigas se abre camino en la Río de Janeiro de los años 60 a puro empoderamiento y bossa nova.
Sí, la serie seduce en todo momento por su música, pero también por sus looks, recreando lo mejor del estilo carioca de la época (que tiene además una vigencia notable). Por ahora son solo dos temporadas, cortas (de 7 y 6 episodios) pero muy atractivas.
La otra gran noticia de la serie es que cuenta con un talento argentino detrás, el maquillador y “caracterizador” santafesino Damián Brissio. Nacido y criado en Arequito (sí, la misma localidad de La Sole, de quien es íntimo amigo), Damián es un auténtico caso de “self made man”.
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De orígenes humildes, hizo de todo para poder cumplir el sueño de llegar a la universidad. Lo logró, en Rosario y gracias al apoyo de familiares y amigos (La Sole, entre ellos) y se alzó con el título de Licenciado en Publicidad… En pleno 2001. “Terminé vendiendo lapiceras”, suele contar sobre su debut profesional al que le siguió un cabizbajo regreso a Arequito.
Finalmente se animó a la gran ciudad de Buenos Aires donde volvió a encarar trabajos de todo tipo (desde animaciones hasta venta de viandas) hasta que se anotó en un curso de Caracterización Teatral en el Teatro Colón. Y ahí un nuevo camino comenzó, repleto también de saltos y volantazos.
-A poco de terminado ese curso, te mudaste a San Pablo…
-Sí, era joven y quería conocer el mundo, así que preparé mi valija y me fui a vivir allí con mi pareja a empezar de 0. Ya en Brasil, toqué muchas puertas y, por suerte, algunas se abrieron. No tenía experiencia, pero un carisma que salvaba algunos errores de principiante. Trabajé en moda, publicidad y cine. En mi primer film fuera de Argentina fui asistente de vestuario y la productora fue muy clara: “no la cagues; es la primera impresión que vamos a tener de tu trabajo en Brasil”. Salió todo genial.
Al tiempo nos mudamos a Barcelona, donde gané una beca en el Instituto Europeo di Design para seguir estudiando vestuario. Corría el 2009, había poco trabajo y esperaba más de mi profesión. Así que armamos otra vez las valijas y nos fuimos a México DF, donde dejé de lado el vestuario para meterme de lleno en el make up. Tuve la oportunidad de trabajar en proyectos de mayor envergadura y de alcance internacional. Empecé a vincularme con la industria de la música. Además, trabajé en audiovisuales para MAC, Estée Lauder y Laura Mercier, entre otras.
-Y sin embargo, decidiste pegar la vuelta.
-Después de varios años ya fuera del país, sentía la necesidad de volver. Así que en 2012 decidimos mudarnos a Argentina. Me sentía preparado. Tenía la experiencia, pero no me conocía nadie. Por suerte, comencé rápido y, poco a poco, pude llegar a espacios que me interesaban.
Comencé a trabajar con la imagen de Soledad Pastorutti, en cine y teatro a la vez. A comienzos de 2018 la misma productora que me había dado la posibilidad de trabajar en cine en Brasil me llamó para ofrecerme ahora el puesto de caracterizador (coordinador de maquillaje y peinado) en “Coisa Mais Linda”. Es muy loco cómo el ciclo volvía de repente al inicio...
-¿Cuán importante dirías que fue La Sole en este largo camino?
-Sole es súper importante para mí. Si bien tenemos una relación de amistad de años, una adolescencia y amigos en común, ella fue la primera en confiar en mi trabajo en aquella vuelta a la Argentina. Ella arriesgaba bastante, ya que estábamos pensando en una imagen renovada e igualmente me dio un espacio, visibilidad y voz.
Trabajar con ella es un privilegio. Respeta mucho mi trabajo. Es hermoso. Nos volvemos a elegir permanente como amigos que consiguen trabajar juntos, sin parar de divertirse, cosa que es clave para los dos.
-¿Sentís que lo tuyo en algún punto es “único”? Me refiero a ese enfoque que siempre hacés sobre la figura de “caracterizador” más que maquillador…
-Trato de que lo sea, sí. Más allá de la calidad que intento imprimir a todos mis trabajos siento que tengo que dar la mejor versión de mí. A veces se utiliza el divismo para conseguir un reconocimiento o status. Eso a mí me aburre soberanamente. No me interesa estar por encima de nadie dando coordenadas desde un pedestal.
Mi aporte, además de conseguir un buen resultado, creo que está en coordinar equipos de trabajo sólidos, donde la premisa es la calidad y la diversión. Estamos mucho tiempo en el trabajo, así que es fundamental pasarlo bien. Desde ese lugar el margen de error es casi nulo. ¡La alegría imprime!
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-¿Cómo fue el proceso de trabajar para la serie?
-Al principio fue algo abrumador. Si bien tenía experiencia en el campo, no dejaba de ser un país e idioma diferente y otra manera de trabajar, además de ser una mega producción con muchos actores y extras. La época también aportaba su dificultad. Los maquillajes y peinados requieren más tiempo de elaboración y detalle por el maldito HD… (risas) Pero creo que fue un reto superado. El proceso en sí fue hermoso.
Trabajar con Verónica Julian, la vestuarista, fue sumamente enriquecedor. Es una persona de lo más generosa y abierta para intercambiar ideas. Pensamos muchas cosas juntos: colores, texturas, labiales, etc. Con los directores Caito Ortiz y Júlia Rezende fue muy parecido. Es un placer verlos en acción. Están atentos a los aportes de todas las áreas. Todo el equipo se convirtió en una gran familia. Me hice muchos amigos en la serie.
-La paleta de colores, imagino, debe haber sido algo central de ese proceso. Los años 60, Río... ¿cuáles fueron tus fuentes de referencia?
-Apenas me pasaron los guiones fue un éxtasis. La época, el lugar… todo era bello. Los personajes traían una impronta de la temporada pasada: algo más 50´s. Para la segunda, quise correr un poco la época para poder usar recursos estilísticos de mediados de los 60. En la historia sólo pasan unos meses, pero estéticamente sentíamos la necesidad de mostrar alguna diferencia.
El cine y las revistas de moda de la época son una referencia a la que no podíamos escapar, pero también usamos acervos fotográficos familiares, que conseguimos de particulares, y relatos de los que vivieron la época. Estábamos contando una historia brasilera, donde parte transcurre en la favela. Esa realidad no se veía en las revistas y era importante retratarla. Por suerte, en el equipo estaba Gloria, que tiene dominio absoluto de pelos crespos, ya que trabajó 20 años en O Globo. Fue nuestra enciclopedia.
Cada personaje tiene su impronta, cosa que se traduce en el maquillaje y en el peinado. Las paletas de colores que más usamos fueron cálidas: marrones, naranjas y dorados, pero también usé azules, turquesas y plata, que amo. Son súper sixties para algunas fiestas o para generar contraste con el vestuario.
Elza Soares y Eliana Pittman, referentes de la música brasilera en los 60s, fueron parte de nuestras musas. Eliana trabajó en la serie como madre de Capitán. Fue espectacular volver a esa época con ella. Otras referencias fueron The Supremes, Diana Ross, Catherine Deneuve, Jean Shrimpton, Brigitte Bardot… En fin, muchas.
-Mucha gente se refirió a la serie como “la Mad Men brasileña”, ¿la ves así?
-¡Qué genial que la comparen con Mad Men! Es una de las mejores series de época hasta el momento en lo estético. Cuando se comparte la época creo que es inevitable la comparación. Igualmente creo que La coisa mais linda tiene ese toque latino que estábamos esperando. Siempre que vemos una producción de época no nos vemos representados. La moda y las costumbres eran diferentes en Latinoamérica y eso no se había mostrado antes.
El plus del inicio de la bossa nova y Río de Janeiro como escenario influyen para que la narración visual se diferencie.
-¿Seguís instalado acá? ¿Dudaste de mudarte a Brasil o a otro país?
-Ahora estoy encuarentenadísimo en Buenos Aires… (risas) Sigo trabajando en Argentina. De hecho, estaba por terminar la temporada con Cabaret en teatro y en medio de un rodaje. Amo trabajar acá. Estoy cómodo y me gusta mucho el tipo de proyectos que me llegan. Con Brasil tengo un amor incondicional. Es una relación estable. Siempre tengo propuestas hermosas. Lo de mudarme no lo sé…. “Nunca digas nunca".
Igualmente me gusta eso de ser un itinerante laboral, de instalarme unos meses, trabajar y volver al pago. Soy muy inquieto. Me gusta mucho esto de hacer proyectos totalmente diferentes y cambiar de ambiente. Siento que aprendo y nunca me aburro: pasar de la ópera al musical o de Cosquín al cine… Acá hice un camino más sólido que me permite este juego.
-Todos coinciden que tanto el teatro como el mundo audiovisual serán sectores largamente afectados por esta crisis. ¿Qué mirada tenés vos al respecto?
-Sin duda, son dos sectores muy golpeados. Fuimos los primeros en comenzar la cuarentena y seguramente los últimos para volver a la actividad. La verdad es que me preocupa. Si bien pude acomodarme a esta nueva realidad, tengo muchos colegas pasándola mal, con angustia e incertidumbre.
Vivimos un día a día oscuro donde se visibiliza la precariedad de nuestro ambiente laboral. Muchos quedaron en un laberinto burocrático fiscal que les impidió recibir ayudas y subsidios. Es muy preocupante la situación de los trabajadores de la cultura en general. Pasaron meses y no hay un plan de acción para auxiliar a estas familias.
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-¿El mundo de la moda te interesa, atrae?
-Trabajé bastante en moda. Hice editoriales para Vogue, Cosmopolitan, Nylon, y maquillé en las semanas de la moda de Barcelona, San Pablo y México DF. Me parece un espacio espectacular para mostrar mi trabajo y fue funcional para producir material y jugar con la creatividad.
Cuando volví a Argentina hice varias editoriales y campañas, pero acá el circuito de la moda es muy diferente y lo que se gana también… (risas). Así que migré para el cine, la ópera y el teatro. Creo también que son ambientes más gentiles para con el trato a nuestro oficio, donde la edad y la experiencia forman parte del reconocimiento.
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