En un día tan especial como San Valentín, el día de las historias de amor, ¿qué mejor que recibir una carta apasionada que no deje dudas sobre la intensidad de los sentimientos? “Desperté lleno de ti. Tu imagen y los recuerdos de la embriagadora velada de anoche no han permitido que mis sentidos descansen. Dulce e incomparable Josefina, ¿de qué manera tan extraña trabajas en mi corazón?”
Esto le escribía Napoleón Bonaparte a su incomparable Josefina en el año 1795, cuando sus destinos ya estaban irremediablemente entrelazados.
El inicio de una historia de amor y poder
Los dos amantes de esta historia nacieron lejos de Francia, pero conquistaron la gloria juntos.
Josefina, cuyo nombre completo era Marie Rose Josephine Tascher de la Pagerie, nació en una paradisíaca isla del Caribe, Martinica, donde la llamaban Yeyette. Napoleón Bonaparte, en cambio, nació en la isla de Córcega en 1769, una tierra agreste que moldeó su carácter inquebrantable e impredecible.
Josefina era una joven inexperta que escaló en la sociedad francesa, mientras que Napoleón era un general ambicioso, con su mirada puesta en la historia y en su propio destino.
En una noche otoñal de 1795, en una de las veladas organizadas por Madame Tallien, se conocieron por primera vez. “Dicen que Napoleón Bonaparte está en la sala”, susurró Madame Tallien, convencida de que sería el blanco de burlas.
Pero Josefina, intrigada, decidió observarlo de cerca. Su perfume de violetas envolvió al militar, y aunque no era alto ni elegante, su presencia magnética despertó su interés. Al día siguiente, Josefina fue la primera en escribirle: "Ha pasado todo un día y parece que ya me ha olvidado. Si no viene a ver a una amiga que lo aprecia, ¿la ha abandonado por completo? Venga a comer conmigo mañana. Quiero verlo y hablar de asuntos de su interés."
Napoleón interpretó su carta como un llamado del destino. "No entiendo el tono de su carta. Le ruego que me crea que nadie desea su amistad tanto como yo. Y nadie podría estar tan ansioso de demostrarlo."
Una relación marcada por la pasión y el poder
Desde aquel momento, Napoleón la visitó cada tarde, compartiendo su entusiasmo por el futuro de Francia y su amor apasionado e incontrolable. "Mi alma está rota por el dolor y mi amor por ti me prohíbe el reposo. En tres horas te volveré a ver. Hasta entonces, miles de besos, mi dulce amor, pero no me devuelvas ninguno pues provocan que mi sangre arda como el fuego."
Pese a sus diferencias, Napoleón le propuso matrimonio. Para él, Josefina era su destino, pero para ella, el matrimonio era un acuerdo práctico. Finalmente, aceptó, y el 6 de marzo de 1796, a solo seis meses de haberse conocido, sellaron su amor.
Sin embargo, su historia estuvo marcada por infidelidades y conflictos. Napoleón, desesperado por el amor de Josefina, le escribía cartas llenas de devoción y anhelo, mientras ella disfrutaba de la vida en París con una visión más pragmática del amor. "No pasa un día sin amarte; no pasa una noche sin tenerte en mis brazos; no tomo una taza de té sin maldecir la gloria y la ambición que me alejan del alma de mi vida."
A pesar de sus diferencias, Josefina jugó un papel crucial en su ascenso al poder. Napoleón solía decir: "Yo gano batallas, pero Josefina gana corazones."
El divorcio y la despedida más dolorosa
En 1804, Napoleón fue coronado Emperador de los franceses en la Catedral de Notre Dame, con Josefina a su lado. Pero la falta de un heredero los separaría.
El 30 de noviembre de 1809, en una íntima cena en Fontainebleau, Napoleón reunió el valor para decirle que necesitaba otra esposa para darle un hijo a Francia. "Josefina, mi amada Josefina. Sabes cuánto te he amado... Pero mi destino no puede estar sujeto a mi voluntad."
Devastada, Josefina se desmayó. Aunque separados, nunca dejaron de escribirse y preocuparse el uno por el otro. "Querida Emperatriz, quiero saber más de ti. Mi dulce Josefina, dime que aún me recuerdas."
Ella respondió con el corazón roto: "Su carta me ha colmado de dicha. Me limito a pedirle que me convenza de que ocupo siempre un lugar en su memoria y, tal vez, en su amistad." A lo que Napoleón, fiel a su impaciencia, contestó de inmediato: "Querida Emperatriz, los hombres como yo no cambian sus sentimientos."
El último adiós
En 1812, se vieron por última vez en Malmaison. Pasearon tomados de la mano, reviviendo su historia, mientras Josefina intentaba disuadirlo de ir a la guerra. "Te vas, Napoleón, mi amigo más amado, y en este momento ya no sé quién soy…" "Tú eres la estrella que ha guiado mi camino en los días más oscuros y los momentos más gloriosos."
Antes de partir, Napoleón la abrazó con fuerza y susurró: "Nunca podría olvidarte. Solo tú eres mi destino, mi incomparable Josefina."
Las cartas de amor entre Napoleón y Josefina quedaron como testigos de una historia apasionada y contradictoria, donde el amor se mezcló con la gloria, la política y la ambición. Hasta su último aliento, Napoleón la recordó con devoción. En su lecho de muerte en 1821, sus últimas palabras fueron: "Francia, ejército, jefe de ejército, Josefina."
*Sobre la autora: Diana Arias es escritora. Su último libro, en co autoría con Daniela Senés, se titula Amores imperiales y narra, entre otras, esta historia. Además, publicó Amores inmigrantes y Amores invencibles.
at Diana Arias
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