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CULTURA | 31-10-2019 10:00

Museo Peluche: La muestra que hay que visitar

Es de Ad Minoliti, una de las artistas argentinas con mayor proyección internacional del momento, y refleja cómo el compromiso político puede conjugarse con un espíritu lúdico e infantil. Estará hasta marzo en el Museo de Arte Moderno.

Tras su celebrado paso por la Vienal de Venecia, y antes de mudarse a Berlín, la artista visual Ad Minoliti se dio el gusto (y dio el gusto a varios) de inaugurar su primera gran exposición individual, nada menos que en el recientemente refaccionado Museo de Arte Moderno.

Con curaduría de Carla Barbero y Marcos Krämer, la muestra se apropia (hasta por lo menos el mes de marzo) de todo el segundo piso del edificio, desplegando allí su peculiar propuesta artística, que mezcla pinturas, collages, murales, “furries” (esos adorables animales antropomórficos) e instalaciones,  todo en una atmósfera tan lúdica como onírica.

¿Es un salón de juegos? ¿Se puede jugar? Digamos que sí, ya que todo el ambiente está  pensando para eso, para que cada visitante pueda “pasear, pintar, leer o descansar” sobre cómodos pufs entre obras y amigables personajes como el Zorro, el Gato y el Oso.

Y lo mejor es que cada rincón tiene además una peculiar carga simbólica que dispara múltiples e interesantes sentidos. “Frente a las numerosas distopías que nos proponen una estética del derrumbe, aparece acá una instancia de juego, color y alegría”, dijeron los curadores casi a coro durante la inauguración de la muestra.

La propia Ad (nacida en 1980 como Adriana Minoliti) tomó la palabra para enfatizar que “el arte político puede tener estos colores y esta ternura. Lo tierno acerca, abraza. Por eso, para esta muestra planeamos transformar la sala en la abstracción de un patio de juegos. Usar las paredes como lienzo para que la construcción se haga con colores.

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Habrá también muchas texturas suavecitas, porque cuando uno piensa en pintura imagina una tela lisa y tensa, nunca en pelo. Frente a eso, me atraía la posibilidad de animalizar el espacio a través de los furries. Me gusta invocar esas imágenes que son cute, pero también raras”.

Otra singularidad: dentro de la exposición funcionará además la Escuela Feminista de Pintura, una instalación que de lejos parece una sala de jardín de infantes o un aula de colegio primario y que permite sentarse a pintar y crear o a tomar clases de “pintura feminista” (todos los sábados a partir de las 17).  

“La escuela feminista trata de ser una prueba entre activismo, academia y aristas para comprender imágenes que nos diseñan”, define Ad.

A la largo de la muestra hay muchas referencias cercanas al feminismo -un enorme triángulo verde separa los principales ambientes de la sala- y también a la cultura queer, sobre todo en su espíritu no binario e inclusivo.

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“Al pensar a partir de lo sexual y sobre cómo los cuerpos son disciplinados, fue inevitable reflexionar sobre diseño y arquitectura, y sobre cómo se define lo infantil, desde los formatos de los juguetes hasta las escuelas o los insultos.

En esta exhibición presentamos unos dibujos de 2005 con piernas y sillas como personajes, en los que trabajé con los opuestos binarios de los supuestamente orgánica/natural. Incluyo esa obra para sacarla de la linealidad tradicional  del artista ye empieza con una lección y la desarrolla hasta llegar a la obra maestra. Quiero que mi trabajo no tenga edad, que sea atemporal o un bucle”, comenta Ad.

Hay una recurrente reivindicación de la infancia, sí, pero una reivindicación que es tanto estética como política. “El término viene del latín 'infans' que significa “el que no habla” y mi idea fue justamente dotarlos de voz”, comenta Ad que en la conversación con el historiador del arte Nicolás Cuello (disponible en el libro que se editó junto a la muestra) amplía:

“La dinámica de poder sobre los más chicos está en los dichos cotidianos. ‘Tratamos mal a les niñes porque no tienen soberanía corporal. Como los animales, que no tienen derechos como sujetos, para varios son propiedad de sus padres.

Algo que fue evidente en la reacción conservadora contra la ESI (Educación Sexual Integral), a la que tildaban de ideología de género y se oponían con el argumento de “con mis hijos no”. Eso es una cosificación de los menores”.

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“Mis obras -concluirá allí Ad- son una pregunta, un “¿cómo sería si existiese esto en lugar de aquello?” Una ficción especulativa sobre algo que se presenta, pero no una respuesta; no importa la ‘calidad’, sino imaginarla…”

La artista, que este mes se mudará a Berlín, realizó residencias en Gasworks/URRA, Londres, en FRAC Pays De La Loire, Francia, en Casa Wabi, México, y en Kadist Foundation, San Francisco.

Su obra se expuso en diversas instituciones de Los Ángeles, Puerto Rico, Londres, San Francisco, Berlín, Ciudad de México, Nueva York, Miami y París, entre otras ciudades del mundo. Participó de la Bienal del Mercosur en Porto Alegre, de Aichi Triennal en Japón y de Front Cleveland Triennal, en Estados Unidos.  Este año, además, participó de la 58° Bienal de Venecia.

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