La investigadora, periodista y escritora paraguaya Jazmín Ruíz Díaz es la encargada de este proyecto al que denominó Kuña Jesareko, que tiene Instagram como principal locación (@kunajesareko), pero que se extiende a un sitio donde se encuentra la exhibición online (www.kunajesareko.com), la cual incluye una serie de ensayos que acompañan las imágenes agrupadas en temas como A través del espejo -sección dedicada a las selfies y el autorretrato- o El cuerpo como manifiesto, enfocada en desnudos que subvierten la idea del cuerpo femenino como objeto.
El interés académico sobre la mirada femenina y cómo esta no solo cuestiona, sino que redibuja cuestiones relativas al cuerpo, el deseo y la identidad, fueron algunos de los detonantes para pavimentar la iniciativa de la doctoranda en King’s College London. Ruíz Díaz además trabajó como periodista en varios medios paraguayos, allí -según comenta- encontró el interés por temas vinculados al feminismo.
-¿Cómo se gestó la idea del proyecto?
-Kuña Jesareko fue la suma de varios hechos y causalidades, antes que casualidades. En el año 2017 comencé a hablar con la artista paraguaya Regi Rivas, conocida por sus ilustraciones, ya que me atraía bastante la manera en la cual exploraba el deseo femenino dentro de su trabajo artístico. La labor de Rivas me resultaba bastante subversiva, considerando el contexto. Paraguay es un país atravesado por una coyuntura más conservadora, donde prima un discurso muy específico en torno a la mujer paraguaya. Y encontraba que la obra de Regi confrontaba este discurso, aunque lo hiciera de un modo colorido y desde el retrato de situaciones cotidianas.
Cuando viaje a Londres ese mismo año, para continuar con una maestría en Industrias Culturales y Creativas en King’s College London (que después se convertiría en un doctorado), seguimos manteniendo contacto vía Skype. Ya en pleno proceso de tesis, empezamos a debatir sobre cómo explorar esta noción de la mirada femenina (o female gaze) desde un trabajo de investigación participativa aplicado a Paraguay. Ambas llegamos a la conclusión de que Instagram era el espacio adecuado para instalar la discusión sobre el tema y conectar con otras mujeres. El 8 de marzo del 2018, Día internacional de la Mujer, Regi difundió a través de sus redes sociales el desafío, que consistía en invitar a mujeres paraguayas a postear una imagen –suya o de otras artistas- que hicieran referencia al placer, la sensualidad o el deseo desde una mirada femenina bajo el hashtag #KuñaJesareko.
-¿Cuál fue el impacto que tuvo ese primer paso?
-La respuesta superó nuestras expectativas: más de 100 publicaciones se hicieron después del 8M y fue creciendo. Ahí oficialmente nace Kuña Jesareko como un espacio para dialogar desde una perspectiva crítica, pero sin caer en una cuestión esencialista de decir que las paraguayas son de una forma o qué es lo femenino; sino por el contrario, lo veo como una plataforma para exponer puntos de encuentro –y también de divergencia- de las realidades de estas mujeres, sus interpretaciones y también analizar otro tipo de representaciones que se alejen del discurso tradicional en torno a lo que se considera ser mujer en Paraguay.
-Eventualmente fuiste curando los trabajos de las mujeres dentro de una cuenta de Instagram y también en la web de Kuña Jesareko como segunda etapa del proyecto ¿Algo anecdótico de esa primera interacción digital que te llamó la atención?
-En dos ocasiones, el hashtag #KuñaJesareko fue denunciado. Me pareció interesante esa anécdota como causa y efecto, porque al ser desnudos o abordar el cuerpo de mujeres exponía la dicotomía moral de Instagram: es válido para los hombres mostrar el torso, pero no para las mujeres. Entonces, a la vez que censura, la misma plataforma obliga a pensar de manera creativa en cómo exponer el cuerpo sorteando esas restricciones. La segunda ocasión fue mucho más marcada, ya que fue cerca del Día de la Mujer paraguaya. Publiqué una serie de imágenes acompañadas de un ensayo corto donde criticaba la idea romántica y esencialista de la mujer paraguaya que se celebra en este día, y curiosamente, poco después descubro que el hashtag fue denunciado nuevamente. Tendemos a pensar que la tecnología es neutra, pero no lo es. Finalmente ella reproduce sesgos culturales, donde los algoritmos son programados en base a esos estándares.
-Entonces ¿podemos decir que lo digital reproduce estereotipos culturales a través de los algoritmos?
-No solo reproduce estereotipos e inequidades como un espejo de la realidad social, sino que lo digital crea nuevas formas de censura y discriminación. Por ejemplo, TikTok ya fue acusado de discriminatorio porque su algoritmo de recomendaciones invisibiliza a personas que no respondan a los estándares heteronormativos; es decir, personas gordas, queer o incluso con algún tipo de discapacidad, tienen menos probabilidades de volverse virales porque el algoritmo esconde su contenido, bajo la excusa de que les está protegiendo del ciberacoso.
-En uno de tus ensayos sobre Kuña Jesareko, hacés una analogía del fenómeno de la selfie con lo que significo el autorretrato para las mujeres en el pasado ¿Podrías explicarnos esta idea?
-Cuando comencé a leer historia del arte, entendí que el autorretrato tuvo una función subversiva para algunas artistas –en especial dentro de la corriente del surrealismo- ¿Por qué? Porque tiene una doble función: son estas mujeres las que crean artísticamente y las que se miran a sí mismas. Usualmente la norma era que la mujer cumpla la función de objeto observado y era el hombre quien creaba, desde su percepción y para el placer masculino. Las selfies –como lenguaje vernáculo de Internet- adquirieron el mismo valor que el autorretrato en el pasado: Mujeres que se reflejaban a sí mismas, que decidían cómo mostrarse y creadoras de su propio contenido en la plataforma social.
-¿Te gustaría descentralizar el análisis de Kuña Jesareko a otros escenarios de Latinoamérica y analizar cómo conectan las miradas de otras mujeres?
-Absolutamente. De hecho, ya pude dar el primer paso, al colaborar en el proyecto Amalgama de Daniela Galán. Conocí a Daniela en un simposio sobre Arte y Cultura Latinoamericana en Oxford, donde me invitó a incluir un ensayo en el primer libro del proyecto, dedicado a promover el trabajo de artistas latinas en Inglaterra. Dentro del material, aparte de abordar Kuña Jesareko, hice una analogía sobre el trabajo de la artista colombiana Viviana Troya y el de la paraguaya Leticia Sayuri al que titulé Las vírgenes subversivas.
-Kuña Jesareko fue tu tesis de máster en King’s College, misma institución dónde estás empezando tu tercer doctorado. Tu actual proyecto investigación, ¿sigue vinculado a temas como la mirada y la cultura visual?
-Mi investigación actual sigue teniendo un fuerte componente de identidad y cultura, pero ahora está más enfocada a la sociología de la moda. La moda ha sido otro eje en mi labor como periodista y editora, así que desde un comienzo me interesaba explorarlo académicamente, pero como quería hablar de moda y hacerlo mirando a Paraguay, sabía que necesitaba tomarme más tiempo para diseñar un proyecto de investigación. Porque la verdad es que si hablamos de estudios culturales, el foco está puesto por supuesto en Europa y Estados Unidos, ya Latinoamérica tiene menos espacio si hablamos de publicaciones y referentes. Ahora bien, si hablamos de Paraguay la literatura sobre el tema es casi inexistente. Creo que hay una doble rebeldía en hablar del tema desde Paraguay. Deseo que el resultado de este trabajo contribuya a desestabilizar las miradas coloniales sobre la moda y que ayude a despertar mayor interés sobre Latinoamérica en el campo académico.
at Matías Irala
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