Lucen como seis vedettes. Son "las Angels". En medio de todas ellas, inmensas y muy maquilladas, un hombre les indica cómo y dónde pararse bajo las luces del escenario.
Minutos después, la conversación continúa en la platea y Ricky Pashkus habla sobre el musical que dirige y que, contra viento y marea, acaba de cumplir más de cien funciones en el Teatro Astral.
“Kinky Boots no cumple por suerte con el estereotipo de lo que sería la línea de coro”, explica sobre este musical (ganador de seis premios Tony y uno de los más taquilleros de Broadway) que está protagonizado por artistas con físicos y edades muy diferentes a lo que suele verse en escena.
“Chorus line” o “Chicago” por ejemplo, son obras representadas por intérpretes de comedia musical que cumplen con ciertos requisitos heteronormativos, son “femeninos” o “masculinos”. Esta obra rompe aquí con dicha categorización basada en el género.
La historia aquí contada se basa en hechos reales. Steve Pateman, el dueño de una pequeña fábrica de zapatos en las afueras de Londres, salvó su negocio apostando a un inesperado nicho de mercado: botas para mujeres transgénero.
Kinky boots, una obra que trascendió fronteras
La película realizada por Miramax fue tan comentada que meses después llegaría el musical, que a modo de testeo, fue estrenado en un pequeño teatro de Chicago. El debut funcionó tan bien que superó las expectativas de Broadway permitiendo expandirse a países como Inglaterra, Alemania, Sudáfrica y otros tantos más.
En 2009, una zapatería bajo el nombre de “Tootsie” en la zona de Palermo, se destacaba especialmente por producir zapatos para clientes transformistas que los requerían para trabajar en escenarios teatrales o boliches.
Pashkus comprendió así que esta gran apuesta, no sólo en materia económica sino también por la temática elegida, debía ser protagonizado por un gran nombre. ¿El elegido? Martin Bossi encarnando a Lola, una drag queen tan porteña como popular.
Las claves de un éxito
¿Qué hace de Kinky Boots una propuesta diferente? Si bien cuenta con un bello guion de Harvey Fierstein y música compuesta nada menos que por Cyndi Lauper, lo cierto es que Kinky Boots nunca fue imaginado como el fenómeno mundial en el que terminó convirtiéndose.
El musical instala a los espectadores en un lugar incómodo desde donde los invita a colocarse en las botas de la drag queen Lola y en los zapatos de Charlie, dos personajes que creen haber sido rechazados por sus padres simplemente por sus decisiones de vida.
En ese sentido, la elección de Lauper no fue casual. Ella como activista por los derechos LGBTIQ+ fue la primera cantautora en ganar el premio Tony a “Mejor banda original” por canciones pertenecientes a géneros tan diversos como los propios protagonistas. En ellas, Charlie cuenta sus verdades a través de baladas mientras Lola lo hace mezclando el pop con el funk.
Cada una de las melodías es una clara invitación a cuestionar nuestros principios, ideas y formas de habitar la sociedad. Es allí, donde aparecen las Angels, para instruirnos.
Los ángeles de Charlie
Las Angels que acompañan a Lola buscarán concientizar no sólo a Charlie, sino a sus empleados que se encuentran muy lejos del mundo drag. Las mujeres de botas audaces tendrán el desafío de explicarle a Charlie que puede fabricar zapatos sin género y a su vez, salvar su fábrica.
Nikka Lorach, quien interpreta a una de las drags, debajo del escenario es zapatero. “Tengo una fábrica familiar”, revela, demostrando una vez más como su vida personal se mezcla con su vida profesional.
“Vengo a mostrar acá quién soy”, comenta Nikka sobre su rutina de “montado” que incluye maquillaje, peinados exuberantes, polleras y pestañas. Ese proceso de transformación se denomina así: “montarse”. Por lo que dure el espectáculo dejan de lado sus rasgos masculinos para ser diosas, brillar y deslumbrar.
“Esta obra contribuye a la visibilidad de las personas trans y también a las no binarias, permitiendo que se las vea en el teatro argentino” explica Le Fer Ibarra, una Angel rubia, personificada como una especie de Sailor Moon endiosada.
“Para hacer este rol me inspiro en las bailarinas, en mis compañeras de toda la vida” confiesa sobre la admiración que siente permitiéndose jugar a ser una más de ellas, sobre el escenario.
Gero Arias no habla tanto de admiración como de educación. “Esta obra tiene como fin educar a un público al que no le llega tanta información”, asegura y agrega:
“Como persona no binaria, siento la responsabilidad de transmitirle a los demás, que esto no es chiste, que estos personajes viven así, disfrutan así y sienten de esta forma”. Lo que mucha gente no sabe es que la comunidad de personas transgénero y travestis en la Argentina tienen en la actualidad una expectativa de vida que oscila entre los 30 y 50 años según un estudio realizado por la Comisión Interamericana de derechos humanos. Además, gran parte de la comunidad sufre violencia por prejuicio, traducida muchas veces en travesticidios o transfemicidios. Esto es lo que Kinky Boots no cuenta, pero aún así forma parte de la vida de Lola.
Por su parte, Rodrigo Vallejos confiesa que nunca se había “dragueado”. ¿Qué significa “draguearse”? Drag proviene de “dress as a girl” (vestido como una chica). Por lo tanto, implica cambiar el atuendo de rutina por-en este caso- uno femenino y exagerarlo. Parte del arduo trabajo de las Angels es el de concientizar a través del arte durante toda la obra. A través de la frase “Una travesti, deconstruite” Lola le explica a Lauren (compañera de Charlie) qué distingue a una persona transgénero de una drag queen, siendo la primera una valiente y la segunda, una especie de diosa en la tierra.
Quince años atrás hubiera resultado extraño encontrarnos en el teatro oficial un show como este, protagonizado por unas verdaderas reinas de la noche que lucen vestidos despampanantes, pestañas, taco aguja y que además instruyen a medida que cantan, y hacen determinadas piruetas. “Cuando se creó este musical fue un boom para el mundo, iba en contra de muchos paradigmas” confiesa Matías de los Santos.
Pero es Franco Rau, otra de las Angels, quien reconoce que el mismo es “revolucionario” para quienes se animan a romper tabúes acomodándose la peluca todas las noches y permitiéndose explorar su versión femenina.
Sobre el final, si bien todo es música y baile, en la platea también se observan rostros desconcertados que se llevan preguntas al hogar. ¿Qué nos deja Kinky boots? Un gran mensaje que es perdonar a quien te juzga. El amor aquí es el medio elegido para contar la lucha de personas incomprendidas. También lo hacen desde el baile y con un claro canto a la diversidad, demostrando que al final del día, subirse a unas atrevidas botas rojas con taco aguja no es sólo un motivo para celebrar la vida sino una elección, de la que nadie debería quedar exento.
FOTOS: NATALIA BURATTI.
at Felicitas Chloe Miguez
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