A veces la vida te encuentra donde menos te lo esperas.
Una mañana, como todo el mundo, me miré al espejo y descubrí dos pequeños granos de sémola en la parte superior de mi frente. Dos cosas tan pequeñas que parecían picaduras de arañas o mosquitos .
Cosas tan insignificantes que podrían confundirse con dos cabezas de alfiler, detalles sin importancia y que, sin embargo, durante todo el año estuvieron presentes.
Entonces uno se pregunta cuándo van a desaparecer ,y si acaso van a desaparecer y consulta a un dermatólogo entre risas.
Matias el dermatólogo vigilante, vio inmediatamente lo que otros podrían haber ignorado;
Estaba de gira cuando me enteré del resultado de la biopsia:
Estos pequeños intrusos no eran inofensivos.
Estas diminutos puntitos alojados tan alto y tan discretamente, apenas visibles,
llevan dentro: EL peligro.
Son agresivas... muy agresivas.
Así que decidí guardar silencio. Tengo que terminar mi gira de manera espectacular si o si .
Y así fue.
El momento más difícil de superar es cuando te encuentras cara a cara con esta amenaza silenciosa que invade sin previo aviso y lo sacude todo hasta la médula.
Cada pensamiento, cada célula, pasa por la angustia y la rabia.
Y cuando por fin vuelvo de la gira y que mi lindo dermatólogo me da el veredicto y las palabras salen, claras y frías: hay que extirparlas rápidamente... me quedo de piedra.
8... 9..10 ... Noqueado. Mierda. ¿No le puedo creer..que es esta locura ?
Me tragué mis lágrimas y me fui a casa, como si me hubieran dado una cuchillada en el hígado, el bazo, el cerebro y el corazón.
Caminaba en suspensión; era un día precioso.
No tenía ganas de nada, sólo de escuchar música. De la que te hace llorar.
Me desplomé a la sombra de los jazmines y miré al cielo, ese magnífico y luminoso cielo azul que amo tanto .
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