Friday 13 de September de 2024

CULTURA | 11-08-2024 08:58

Bajo las garras de una parisina: Crisálida

Una nueva entrega de la artista Alex Pandev llena de humor y reflexión.

Cuando, aún hoy, atravieso la entrada de esta perfumería chic, de este maestro reconocido internacionalmente,

 Deslizo mis suelas de piel de cabra por la gruesa moqueta, 

Mientras contemplo los estantes espejados donde descansan decenas de frascos, cada uno delicadamente bañado en su propia luz, 

Sonrío. Feliz.

En este marco sublime, donde todo es lujo y gusto exquisito, en estos aromas, en estas fragancias, en este nicho de feminidad donde se exalta la Belleza, es donde trabajo desde hace más de 10 años.

 

Me llamo Luna. Yo misma elegí este nombre. Siempre me ha parecido poético. Y siempre he amado la noche y sus estrellas, la noche y sus secretos, la noche y sus misterios. La noche y sus excesos.

 La noche, donde a menudo , en medio de un cielo negro, reina esta estrella luminosa que sabe cortarse en media luna o en gran naranja. Luna . Soy yo. 

Pero antes, mi vida era otra. 

Sí,a pesar de que  cuando me ves hoy es difícil de creer. Y sin embargo ...

Hasta los 16 años, viví con dolor y complejos. 

Mi padre me llamaba maricón, marica, don nadie, inútil.

Mi madre se avergonzaba. Sólo tenía fuerzas para llorar cuando me miraba.

Querían que trabajara con ellos. Mi padre tenía un puesto de carne, mi madre uno de pescado.

 

Nunca podré olvidar las manos de mi padre, al volver del trabajo por la tarde.

 Rojas e hinchadas, con jirones de animal desgarrado bajo las uñas, nervios o no sé qué cosa sangrienta, manos de asesino que caían sobre mí y mi feminidad que le repugnaba tanto como la suya me daba ganas de vomitar.  

En cuanto a mi madre, llevaba consigo ese hedor a pescado, incluso los domingos.

 No entendía cómo podía rechazar el más mínimo contacto físico. El hedor me daba vueltas en la cabeza. Me ponía al borde de la agonía.

A veces sufría tanto que deseaba que estuvieran muertos.

Cuando cogieron el coche, recé para que se encontraran con un camión de loco. 

Pero no quería que sufrieran. Sólo una muerte rápida y relámpago. 

Muertos en el acto, como dicen.

Al menor retraso por su parte, esperaba que la policía viniera a contarme lo que había pasado. 

No. Llegaban a casa por la noche, cansados de su jornada, rezumando olor a animales descuartizados y dispuestos a enfrentarse conmigo, su único hijo, que se oponía a todo lo que ellos llamaban una vida honesta., y normal . 

Era tan femenina que incluso en mi estado natural, sin maquillaje ni un código de vestimenta especial, la gente dudaba sobre mi género.

Me resistí a todo, hasta que me fui.

Hay que saber escapar de los lugares que hacen daño.

Así que me fui. Lejos.

 

Y luego a través de encuentros iluminados, 

Por amigos maravillosos que me ayudaron, guiaron, amaron, respetaron.

 

A través de encuentros que sin duda merecía para labrarme mi propio camino,

 supe cómo hacerlo, este maldito camino. 

No fue sin dolor. 

Pero el descubrimiento de este mundo nuevo, urbano, cruel y refinado me fascinaba cada día más... y mucha gente a su vez estaba fascinada por lo que yo desprendía a pesar de mí mismo.

 Yo era un patán de provincias con un aspecto naturalmente sofisticado, un joven cervatillo suelto entre los lobos.

Tenía sed de aprender. Y aprendí .  

. Y después de unos cuantos pasajes por el quirófano por fin me recompuse. Y me parecí.

 Mi cuerpo y mi identidad estaban por fin en armonía y yo estaba exultante. 

Y entonces un día mi talento fue descubierto por casualidad.

Podía memorizar cientos de olores y encontrar sus materias primas. 

Causaba sensación en las cenas. La gente apostaba por mí. 

Seguía teniendo la misma sed de aprender. Y estaba aprendiendo.

Era el principio de un nuevo nacimiento.

Y la suerte golpeó de nuevo. Le conocí.

A él. Mi Jefe.

Para quién trabajó y viajó por todo el mundo. 

En mi otra vida, tuve la suerte de estar expuesto a los olores de los campos, la hierba, los estanques, el heno, las manzanas... no sólo a los pútridos olores de la carne y el pescado. Esta fue la base de mi increíble memoria olfativa.

 Pero desde entonces, he creado otro banco de olores naturales, a base de pachulí, azahar, cumarina, tonka, vainilla, rosa búlgara... y mil y una fragancias nuevas que traigo de países lejanos, para mi jefe.  

Trabajé mucho. Aprendí en un tiempo récord.

 Ahora tengo la trufa de un perro terrier, soy vegana, y si tuviera que definirme por una fragancia: sería un contraste entre frescura y calidez, entre cítricos y flores blancas, entre tabaco y praliné. 

La crisálida se ha convertido en mariposa.

Me llamo Luna.

Pero antes era Juan

 

at locuradealex

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