(Ash Mateu)

Foto: Ash Mateu

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Reportaje especial | 30-10-2025 08:02

Andrea Agudelo, la colombiana que crea sombreros con conciencia y alma latinoamericana

La artista y diseñadora colombiana Andrea Agudelo concibe sus sombreros como mucho más que accesorios. A través de su proyecto SER, propone piezas artesanales habitadas por intención, memoria y espiritualidad. Una invitación a detenerse, a vestir lo que somos y a elegir la autenticidad como forma de vida.

Hay decisiones que son estéticas. Y otras, esenciales. Andrea Agudelo, artista, autora y diseñadora colombiana, construyó su universo en la intersección entre ambas. Desde Medellín, al pie de las montañas, lidera un proyecto que combina espiritualidad, arte y oficio. Se llama SER, y más que una marca, es una filosofía: una forma de volver a lo íntimo, a lo verdadero, a lo hecho con intención. Un sombrero, para ella, no es solo un accesorio. Es un manifiesto personal. En un escenario global dominado por el vértigo, las colecciones efímeras y el consumo masivo, Andrea eligió lo contrario: la pausa, el ritual, la emoción detrás de cada objeto. Su mirada está puesta en el alma de las cosas, en lo invisible que las habita. “Siempre he sido muy creativa y me ha encantado expresarme.

Andrea, la creadora de este proyecto colombiano para Latinoamérica.

SER nace de esa necesidad de unir lo que soy en mi versión más auténtica con un mensaje para el mundo. No quería crear productos por crear, sino piezas que realmente conecten con las personas”, cuenta. Ese deseo de conexión no surge de la estrategia, sino de una experiencia vital. Andrea recuerda con claridad el origen de su vínculo con los sombreros: su abuelo. Lo veía cada día con uno distinto. Elegante, firme, entrañable. “Cuando él murió, quise quedarme con su sombrero, porque sentía que ahí había algo muy especial. Con el tiempo entendí que los sombreros son símbolos de identidad y poder”, explica. Ese gesto íntimo se transformó en una revelación. Algo la llamaba a mirar hacia ese objeto, no como ornamento, sino como signo.

Una marca artesanal que apuesta a crear, respetar el planeta y las piezas únicas.

Y la vida se encargó de mostrarle que ese símbolo no era casual. “Las personas empezaron a verme como ‘la niña del sombrero’, y entendí que mi historia estaba ahí, que ese era el punto de partida”, apunta. Así nació su propuesta creativa: no como un proyecto armado en un tablero de diseño, sino como un proceso natural, casi inevitable. Cada pieza que sale de sus manos está habitada por una historia, una intención, una búsqueda. Aunque su marca nació en Colombia, Andrea la concibe como profundamente latinoamericana. Su universo creativo atraviesa fronteras con materiales, oficios y lenguajes compartidos en toda la región. Desde los sombreros de paja tejidos hasta el fieltro de lana de oveja y los bordados hechos a mano, cada pieza honra una raíz común que sigue viva en las manos que crean. “Lo artesanal es un lenguaje compartido en la región, una forma de volver a valorar lo hecho a mano”, asegura. Más que una estética, para ella es una forma de habitar el tiempo, de crear con intención, de construir desde el alma.

La artista ahora, además se anima a escribir. La artista hoy, además se anima a escribir y tambien a hacerlo.

Esa verdad no es solo estética: es espiritual. Andrea encuentra en cada pieza un reflejo del alma. No crea sombreros como objetos decorativos, sino como arte consciente. Como espejos del ser. “Cuando un cliente interviene un sombrero, ese canvas en blanco se transforma en una pieza de arte que refleja su sentir”, añade. Y en esa transformación se hace visible lo que a veces no se puede decir con palabras. Para ella, no hay fronteras entre lo que creemos, lo que sentimos y lo que vestimos. El arte, la espiritualidad y la moda no son mundos separados, sino dimensiones de lo mismo. Lo que somos por dentro se manifiesta, irremediablemente, en lo que usamos, en cómo elegimos habitar el cuerpo, en qué queremos decir cuando salimos al mundo.

“Tenemos que expresar lo que somos en nuestra vida, en nuestro arte y en todo lo que creamos”.

En un contexto donde el objeto se vuelve descartable y la identidad parece diluirse en estéticas replicables, su universo aparece como una invitación a frenar, a volver a mirar, a usar lo que nos representa. A elegir piezas que no solo nos gusten, sino que nos reflejen. Andrea no propone una tendencia. Propone un gesto: el de escucharse, el de expresarse sin miedo, el de recuperar el valor de lo único. “No estoy en contra de lo masivo, todos consumimos algo en algún momento. Pero apuesto a procesos más lentos y manuales, a piezas con historia, emoción y autenticidad”, cuenta y agrega: “SER no es solo una marca de sombreros: es un recordatorio de autenticidad. Una invitación a escucharse a uno mismo, a expresarse sin miedo y a encontrar en lo artesanal un camino de conexión con nuestra esencia”. Y como todo lo verdadero, esta propuesta no se impone: se comparte.

No responde a la demanda: responde al alma. Andrea lo resume con palabras que parecen escritas para quedarse resonando: “El alma siempre conoce el camino. No podemos callar lo que somos; tenemos que expresarlo en nuestra vida, en nuestro arte y en todo lo que creamos”. En cada diseño, Andrea encuentra la posibilidad de tender un puente entre generaciones y territorios. Sus sombreros, más que objetos, son relatos: hablan de un abuelo que dejó huella, de las manos que tejen con paciencia, de una mujer que transforma la memoria en creación. En un mundo donde la moda suele medirse en temporadas, su propuesta invita a pensarla como un tiempo expandido, donde lo auténtico nunca pasa de moda. SER es, en definitiva, un recordatorio de que lo más valioso no es lo que vestimos, sino cómo elegimos habitarlo.