Sarah Dray (Marie Claire)
Sarah Dray, la arquitecta que redefine el lujo en París: "Busco la elegancia discreta en cada espacio"
En tiempos donde el exceso parece dominar la conversación del lujo, la arquitecta e interiorista Sarah Dray propone una nueva estética: espacios íntimos y sensoriales que reinventan la hospitalidad parisina. Desde su trabajo con Highstay, la creadora francesa impulsa una forma de lujo que no se ostenta, se siente —hecha de materiales nobles, atmósferas cálidas y una atención invisible pero perfecta.
En un mundo donde el exceso y la ostentación parecen dominar la conversación del lujo, una nueva corriente silenciosa se abre paso: La del refinamiento íntimo, del confort que no grita sino que se siente. La arquitecta e interiorista Sarah Dray, es una de las mentes creativa detrás de Highstay París, una marca que redefine la experiencia de hospedarse en la capital francesa, donde la discreción, la belleza y la calidez se entrelazan con la precisión de un reloj suizo.
La historia de Highstay comenzó de manera modesta, con la renovación de seis apartamentos independientes. Pero lo que parecía un proyecto de restauración se transformó en una visión integral de vida parisina contemporánea. “Mi colaboración con ellos nació de una visión compartida: reinventar el estilo de vida parisino con una perspectiva contemporánea”, explica Dray. De esa unión nació el concepto Highstay Maisons, que marca un hito al transformar edificios enteros en residencias hoteleras de ultralujo, a medio camino entre la intimidad de un hogar y los estándares impecables de un hotel cinco estrellas.
Dray se distancia claramente del lujo ostentoso y del protocolo de los grandes hoteles. Para ella, la verdadera sofisticación reside en lo invisible, en los detalles, en la atmósfera, en el equilibrio perfecto entre confort y estética. “Highstay Maisons no busca impresionar con el protocolo de un hotel ni ofrecer un lujo impersonal. Son lugares íntimos y auténticos donde se puede sentir el alma de París”, afirma. Esa intimidad es precisamente lo que atrae a viajeros exigentes y, cada vez más, a celebridades y figuras públicas que buscan refugios discretos donde vivir París desde dentro, sin renunciar a la excelencia.
En estos espacios, cada material y cada proporción cuentan una historia. No se trata solo de alquilar un apartamento elegante, sino de sumergirse en un estilo de vida. Highstay ofrece un servicio de conserjería de alta gama, atento pero nunca intrusivo, capaz de satisfacer las necesidades más específicas con la naturalidad de quien conoce los secretos de la ciudad. La privacidad, la autenticidad y la personalización se convierten así en las nuevas formas del lujo contemporáneo.
Dray imagina a sus huéspedes como viajeros sensibles, no como turistas. “Me imagino a personas que buscan más que una estancia: una conexión. Huéspedes que se dejan conmover por la textura de un material, la suavidad de una luz, la elegancia de un espacio”, dice. Y ese concepto se traduce en residencias que respiran historia y modernidad a la vez. Inspirada por los apartamentos haussmannianos de su infancia, Dray trabaja en un diálogo constante entre el París histórico y un diseño global, integrando códigos contemporáneos que hacen que cada visitante se sienta, como ella misma dice, “inmediatamente como en casa, o incluso mejor que en casa”.
Su estilo se define por lo que ella llama “elegancia discreta”: materiales cálidos, líneas puras y una atemporalidad que evita modas pasajeras. Prefiere la madera, la piedra y las telas con texturas sensoriales, siempre sostenibles y nobles. Las piezas a medida son su sello distintivo: librerías, sofás, carpinterías diseñadas especialmente para cada espacio, a menudo combinadas con objetos icónicos del diseño moderno.
Dray anticipa que el futuro del diseño hotelero irá aún más en esa dirección. “Los viajeros ya no buscan lujo genérico, sino experiencias arraigadas en un lugar y una cultura”, asegura. Y si el concepto Maisons se expande fuera de París, como todo indica, su estética evolucionará según cada destino, adaptándose a la luz de Roma, la precisión de Berlín o la modernidad de Londres, sin perder su esencia: espacios íntimos, cálidos y profundamente humanos.
En tiempos en que el lujo tiende a exhibirse, Highstay París propone lo contrario: un lujo que susurra, que se siente en la textura de un lino, en el silencio perfecto de una mañana parisina o en la calidez de un gesto bien medido. Un lujo que, como el verdadero arte, no busca ser visto, sino sentido.