Thursday 28 de March de 2024

SOCIEDAD | 08-03-2019 09:03

8 M: nada para festejar

En nuestro país, la violencia machista produce un nuevo femicidio cada 32 horas y el 70 % de esos asesinatos ocurre en la casa de la víctima.

El asesinato de mujeres en nuestro país no cesa. Según el más reciente informe del Observatorio Ahora que sí nos ven cada 32 horas la violencia machista del círculo cercano se cobra una nueva víctima. En este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, un homenaje a todas ellas.

La protección dónde está

En Argentina, para muchas mujeres, la muerte violenta es una visita a domicilio. Son asesinadas en sus camas, en su comedor, en la cocina o en cualquier otra parte de ese territorio cotidiano y –supuestamente- seguro. Primer error: según las estadísticas disponibles (y no necesariamente oficiales, porque el Estado argentino recién comenzó a contabilizar a las fallecidas por violencia de género hace apenas tres años) el hogar es el sitio más peligroso para cientos de mujeres y niñas. Se estima que el 72% murió en su casa. Allí las apuñalan, las tirotean, las asfixian y, aunque aberrante, las prenden fuego. Y en más de la mitad de estos crímenes (62%) el asesino es una pareja o ex pareja. “La maté porque era mía”, dice la letra de un tango antiguo y revelador. Porque para muchos el cuerpo de las mujeres es algo cuya posesión no se discute y confiere el poder de decidir no sólo cómo se viste, a dónde va y a qué hora regresa sino también el derecho de vida o muerte. ¿Ha pasado mucho tiempo desde que el tango y los compadritos eran la marca de agua de Buenos Aires? Sin dudas, pero tiempo no necesariamente implica evolución. Basta con mirar por un rato los avisos para el Día del Niño, que los conduce irremediablemente a ser varón y futbolero. En 2018, una importante cadena de supermercados invitaba a agasajar a los más chiquitines con la misma letra: C. Pero era “Con C de campeón” (para los chicos) y “Con C de cocinera” (para las nenas), en una repetición de estereotipos de género tan escandalosa que terminó con el pedido de disculpas por parte de la empresa y el consiguiente retiro de la campaña.

No es casual. Hay avisos que ya no pueden publicarse, “chistes” que ya no hacen gracia e ideas que antes circulaban y que hoy erizan la piel de millones. De nuevo: no es casual. La violencia contra las mujeres, naturalizada por décadas, tuvo un punto de inflexión el 3 de junio de 2015, cuando por iniciativa de un grupo de periodistas millones de mujeres ganaron las calles de todo el país. Las amigas, las madres, las hijas de las ahorcadas, quemadas, apuñaladas, empaladas y tantos horrores más salieron ese día para decir “Basta”. Y lo resumieron en un solo grito que se volvió cartel, divisa y causa colectiva: #niunamenosvivasnosqueremos.   

La protección dónde está

Aquella vez, el disparador fue el asesinato de Chiara Páez, de tan sólo 14 años. Estaba embarazada de su novio quien, con ayuda de su familia, la mató y la enterró en el fondo de su casa. El femicidio de Chiara tocó algo parecido a una fibra social que aquel día pareció soltarse para siempre. Ese sería el límite: una nena de catorce años asesinada “en familia”. Pero el supuesto límite sólo duró un rato y en cuestión de horas volvió a correrse. esa misma noche en la que la plaza de los dos Congresos explotaba de gente y de carteles, una adolescente fue degollada por su padre en Curuzú Cuatiá y también asesinó a su esposa, madre de la joven. El cierre de 2018 no escatimo en horrores. En la localidad de Moreno se descubrió un cuerpo descuartizado y escondido en bolsas de residuos. La mujer se llamaba lucía Jésica Hoffman, tenía 34 y fue asesinada y cortada en pedazos por Fernando González, su marido, un comisario del ejército argentino. Entre el asesinato de Chiara, en junio de 2015 y el de lucía, en noviembre de 2018 no sólo han pasado tres años sino 895 crímenes más. Fueron 822 femicidios, 73 femicidios vinculados de niños y hombres (“femicidio vinculado” es aquel que se produce cuando se mata a un tercero como “venganza” contra la mujer a la que se busca dañar) y 43 femicidios vinculados de mujeres y niñas (casi siempre madres, hijas, hermanas o amigas de la víctima principal). Y desde la creación –en 2008- del observatorio de femicidios Adriana Maricel Zambrano (dependiente de la ONG la Casa del encuentro) no llegaron a cumplirse dos días sin que un nuevo cadáver volviera a mover la aguja del cuenta-víctimas. Por estas horas: nos están matando. Mujeres y chicas de todas las edades, profesiones y estilos de vida. A Agustina Imvinkelried, de 17 años, un hombre la atacó a la salida de una fiesta. Terminó enterrándola viva. A Gisel Varela, de 33 años su ex la mató a balazos mientras esperaba el colectivo. A Romina Ugarte, de 26 años, su novio la mató de un disparo en la cara. Días antes, en Santa fe, a Danisa Canale su marido la mató de diez martillazos en la cabeza. A Adriana Marisel Zambrano, cuyo nombre lleva el observatorio de femicidios, la mataron de esa misma manera. Según su directora, Ada Rico: “Hasta la fecha, en esos diez años, hemos registrado 2679 casos. la mayor cantidad se produce de 31 a 50 años, más de la mitad de las veces (60%) a manos de parejas y ex parejas. Las mujeres de menos edad (de 13 a 18 años), muchas son asesinadas por sus novios, ex novios o bien son víctimas tomadas, abusadas sexualmente y asesinadas. En 2018, sólo en los primeros diez meses (de enero a octubre) fueron asesinadas 225 mujeres”.  La tasa más alta de femicidios la lidera la provincia de Salta.

¿Cómo detener la matanza? ¿cómo hacer que el goteo casi cotidiano de cadáveres femeninos, jóvenes y niñas se detenga para siempre? Las especialistas coinciden en señalar que, frente a un problema tan complejo como éste las soluciones también deberán serlo y abarcar, al mismo tiempo, decisiones políticas, educativas, legislativas y judiciales, entre otras. Un solo dato que ayuda a entender lo dura que será la batalla que aún tenemos por delante: según los últimos datos de la Oea (Organización de estados americanos), argentina invierte un porcentaje muy bajo de su presupuesto en proteger a las mujeres de la violencia. Apenas el 0,004, muy detrás de Uruguay, Paraguay o Jamaica. Y a esto debe agregarse la notable carencia de ESI (educación sexual integral) en las escuelas, pese a contar -desde hace 12 años con una ley nacional (26.150) al respecto. La ESI contempla temas de género y respeto por la diversidad pero, ¿cómo desmontar eficazmente los estereotipos y la violencia cuando 8 de cada 10 chicos no han accedido a esta clase de educación? ¿como cuando la policía no está capacitada para manejar estos temas? Cuando, para seguir con los atrasos, el poder judicial argentino sigue exhibiendo en muchas de sus sentencias un nivel de machismo inaceptable. “En nuestro sistema los poderes son independientes, por lo que nosotras podemos ofrecer capacitaciones en cuestiones de género a la justicia sólo cuando el poder judicial lo permite o lo requiere”, señala Fabiana túñez, del instituto Nacional de las mujeres. “Eso es responsabilidad de la justicia -aclara túnez- que debería tener instancias de capacitación obligatoria en perspectiva de género. Y, si bien se ha avanzado, la realidad es que este avance aún no ha llegado a toda la justicia. Así es como después tenemos fallos indignantes”.

El caso de Paola Acosta, apuñalada y tirada en 2014 a una alcantarilla por el padre de Martina, su beba de dos años y quien logró sobrevivir cuatro días abrazada al cadáver de su madre, es revelador al respecto: los jueces no aplicaron el agravante de violencia de género porque consideraron que si Paola le había reclamado alimentos a su matador mal podía haber sido víctima de esta clase de violencia. El accionar de la justicia en el caso de Micaela García, una chica de 21 años violada y asesinada por Sebastián Wagner en 2016 también indigna. La chica, activa participante del movimiento Ni una menos y de cuanta actividad se hiciera contra la violencia sexista, fue interceptada en la calle por Wagner, un violador ya condenado por otro ataque y a quien el juez a cargo había otorgado salidas fuera del penal. En una de esas salidas, violó y mató a Micaela. El caso de la muerte de la menor Lucía Pérez escandalizó aún más a la sociedad. Tres jueces explicaron que la muerte de la chica en 2016, no implicó abuso, violación ni femicidio. Fue una muerte provocada por el consumo de drogas que, vale notar, le proporcionaron dos hombres de 23 y 41 años. Dos mayores de edad vinculados a la venta de estupefacientes que la llevaron a una casa, le facilitaron drogas, al menos uno de ellos tuvo sexo con ella y finalmente la depositaron muerta en una sala de salud de Mar del Plata. Resultado: Lucía perdió su vida y los que le proporcionaron la droga, quedaron presos solamente por esa razón. “No se confía en la justicia” -confirma Monique Alstchule, de la agrupación mei (mujeres en igualdad)-. la noticia de los femicidios recorre el país entero. Se sabe qué es violencia de género pero no existen suficientes campañas de prevención. Por eso, también, de los 225 femicidios últimos, en menos del 10% se hizo la denuncia previa”, precisa.

La sensación compartida por el colectivo de mujeres –y confirmada por los medios, y por las estadísticas- es que la marea de muertas no cesa a modo de pandemia. No se detiene. Y, peor todavía, amenaza con convertirse en “parte del paisaje”. Un dato que ya no escandaliza, no desespera, no se cuestiona. Justamente por eso es que las mujeres seguimos denunciando un sistema en el que las vidas femeninas y sus disidencias valen menos. Y por eso también seguimos y seguiremos en la calle hasta que definitivamente nos vean.

at Fernanda Sández

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