Conocé el refugio familiar de Luti Antelo

Como parte de un pueblo. Así se percibe desde afuera la casa de Lucía Antelo (34) -más conocida por todos como Luti- en un pequeño barrio privado de Bella Vista. Con adoquines, fanales, una fuente antigua y una luminosa puerta celeste pastel, lo que solía ser el quincho de una gran quinta hoy conserva mucha de su impronta campestre.

“En su momento, los dueños le habían hecho una remodelación para alquilarla, y cuando nosotros la compramos decidimos darle una lavada de cara, ya que no vimos necesidad de hacer gran obra. Más que nada le pusimos deco y amor”, recuerda.

Admiradora de los detalles vintage, Luti apreció por ejemplo la gran viga de pinotea que atraviesa el espacio integrado de living, comedor y cocina, o las ventanas de demolición, y así con solo unos arreglos puntuales de mano de dos arquitectos de confianza, ella y su marido Miguel sintieron que estaban listos para mudarse. Y fue entonces cuando comenzó tal vez el verdadero proyecto de la casa, ese que continúa hasta hoy.

Otra vida

Abogada y empleada en un juzgado penal juvenil, el nacimiento de su hija Trinidad, hoy de 4 años, confrontó a Luti con la necesidad de encontrar su verdadera vocación. En un ambiente denso y con energía conflictiva, al regresar a trabajar post licencia se encontró cada vez más incómoda y con menos ganas.

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En paralelo, ya estaba despuntando sus ganas de compartir contenido de decoración y lifestyle en un blog, al que de a poco empezó a sumar información sobre maternidad. “Por un tiempo lo hice con una amiga, Milagros Conzi, pero cuando finalmente decidí renunciar y dedicarme por completo, y más tarde abrir mi tienda online de ropa para chicos, nos separamos”, cuenta.

Y así, mientras cada avance de la decoración de su casa era compartido en redes (primero fue un blog y hoy es sobre todo su cuenta de Instagram, @veveyblog), crecían sus lectores y su certeza de que su camino estaba en el diseño, dando paso a tienda Vevey.

“Al inicio hacía curaduría de otras marcas, y después hice alianza con una uruguaya y me largué a diseñar. Hoy mucha de nuestra ropa se hace en ese país, y vendemos en ambos lados”, detalla. Con Trini como su primera modelo e inspiración, la ropa de Vevey tiene mucho del espíritu de su casa: aires vintage y románticos, con ligeros toques de tendencia.

Y, por sobre todo, las ganas de vestir a chicos con ropa de niños, no de mini adultos. Vestidos de punto smock, volados y enteritos hacen a colecciones “como las de antes” que desde octubre no solo pueden comprarse online sino también en su showroom de recoleta junto a otras emprendedoras, llamado Rincón Uruguay.

 

Como no podía ser de otra manera, el marco para muchas de las campañas lo dan los distintos rincones de su casa, esa que para Luti es un permanente proyecto en evolución. De hecho, una vez terminadas las reformas oficiales el matrimonio encaró las propias, y en cuatro días de Semana Santa Miguel hizo la galería, al tiempo que ya pensaban en un espacio para un fogonero.

Dado que el sector más grande de la casa es integrado y que además convive con un área de trabajo y juegos para madre e hija que suele tener las puertas abiertas al comedor, les interesó crear diferentes sectores en los que seguir disfrutando. “A veces hacemos asados y mientras las mujeres estamos adentro, charlando, los hombres se quedan alrededor del fuego. Diría que toda la casa, como es chica y versátil, se usa mucho”, describe Luti.

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A estos espacios ya nombrados se suman el cuarto principal, el de la niña, un lavadero, un toilette y un baño completo. Lo que se dice una casa chica pero rendidora y muy funcional.

Puro instinto

Sin ser profesional en el tema del diseño, lo que guía a Luti es el instinto y su propio gusto. Y justamente eso es lo que tanto aprecian sus seguidores y hasta las marcas que la convocan. Con un ojo siempre atento, cada tanto emprende recorridos por zonas de decoración, pero sobre todo deja que los muebles y objetos la vayan sorprendiendo y no llenar el espacio por simple apuro o ansiedad.

“Soy bastante desprendida. Si me canso de algo se va sin problema, no me importa. Y me gusta mezclar ondas; trato de no caer en lo clásico y esperable”, describe. Piezas como un aparador de influencia oriental, unas sillas estilo Luis XV compradas en el Ejército de Salvación y retapizadas y lámparas de mimbre artesanales conviven en perfecta armonía.

La ecuación final inclina la balanza sobre todo hacia el lado de la calidez, gestando una casa en la que dan ganas de quedarse por horas. Tal cual lo hacen sus dueños: “Puedo estar acá por días enteros y no sentirme encerrada. Me parece un placer estar en casa, y así me dicen que les pasa a todos los que nos visitan. Me encanta que el disfrute pueda ser compartido”, sintetiza Luti.